El mercado laboral español se caracteriza por la elevada rigidez que impera en las relaciones laborales que mantienen sus distintos actores. La CEOE ha llegado a estimar que hay casi 7.000 normas vigentes en materia de trabajo y, aunque la reforma laboral de 2012 ha permitido una mejora muy notable en los indicadores de ocupación, lo cierto es que parte importante de los contratos en aplicación siguen obedeciendo al anterior paradigma.
La exministra del ramo, Fátima Báñez, recordaba recientemente que en la anterior crisis económica se llegaron a decretar subidas salariales del 3,5% en sectores como la construcción, donde la caída de actividad fue tan acusada que la ocupación se redujo en más de 900.000 efectivos. En cambio, desde la reforma laboral que impulsó la Administración Rajoy se han aplicado 116.000 inaplicaciones de convenio colectivo, el 98% de ellas con acuerdo entre empresa y sindicato, lo que ha permitido salvar 600.000 empleos.
Es evidente que la flexibilidad laboral introducida en 2012 le ha sentado francamente bien a nuestra economía, pero sigue habiendo mucho camino por recorrer, máxime cuando el gobierno de Pedro Sánchez legisla abiertamente contra la evidencia disponible en aspectos como el salario mínimo, donde el alza del 22% decretada en 2019 produjo la pérdida de hasta 180.000 empleos, según el Banco de España. De modo que, para poner en valor la importancia que tiene liberalizar y desregular las relaciones laborales para generar empleo y riqueza, merece la pena fijarse en lo que está pasando en Reino Unido.
Tras la pandemia de la covid-19, las islas británicas presentan un bagaje sanitario muy decepcionante, con uno de los peores datos del mundo en lo referido al exceso de mortalidad, algo que también ocurre si nos fijamos en el desempeño de España. El PIB tampoco tuvo un desempeño muy favorable y, aunque la economía de las islas no llegó a sufrir una caída tan acusada como la observada en nuestro país, lo cierto es que su producción se hundió un 9%.
De modo que la situación de partida es similar en lo referido al impacto del coronavirus. Pero el mercado de trabajo de Reino Unido, notorio por su flexibilidad, arroja resultados muy distintos a los que observamos en España. Y es que la séptima economía más libre del mundo ha salido de la pandemia con tasas muy elevadas de ocupación, un desempleo reducido que se sitúa entre los más bajos de la OCDE y una clara tendencia al alza en los salarios.
Así, aunque se predijo que el paro se dispararía al 12%, los últimos boletines lo reducen al entorno del 5%, con tendencia a la baja. Además, el 70% de los empleadores declara que tiene problemas para encontrar empleados con las características deseadas, de modo que los salarios están subiendo. Para ser precisos, la remuneración media crece ya a una tasa del 7,3% en relación con 2019. Incluso los trabajadores temporales de sectores como la hostelería están facturando hasta un 10% más que antes de la pandemia.
El contraste con España no puede ser más marcado. En este sentido, el Instituto de Estudios Económicos, el think tank que mejor predijo la crisis, ha advertido de que el empleo no se va a recuperar como el PIB y que el paro se situará por encima del 15% en los años 2021 y 2022.