En 1959, Fidel Castro tomó el poder de Cuba y puso en marcha un nuevo régimen político y económico. Ese mismo año, Lee Kuan Yew se convierte en primer ministro de Singapur. Más de sesenta años después, el PIB per cápita de la bella isla del Caribe es cuarenta veces más bajo que el de la pequeña Ciudad-Estado asiática.
¿Cómo se explica una diferencia tan acusada? La clave está en el modelo económico desarrollado por uno y otro dirigente. Mientras que Fidel Castro apostó por el comunismo, Lee Kuan Yew introdujo una economía de mercado. Hoy, el Índice de Libertad Económica que elabora la Fundación Heritage y difunde el Instituto de Estudios Económicos asigna a Singapur el primer puesto de la tabla a nivel internacional, con una calificación de 89,7 puntos sobre 100, mientras que Cuba es la tercera economía con peor resultado del mundo, con apenas 28,1 puntos sobre 100.
El totalitarismo político, económico, cultural y social que instauró Castro empujó a miles de personas al exilio. Como el régimen comunista se dedicó a hacer de la isla una prisión, el éxodo se produjo siempre de forma clandestina. Esto explica por qué hay 1,4 millones de personas nacidas en la isla que viven en Estados Unidos, principalmente en la península de Florida, así como 165.000 cubanos que residen en España, 25.000 en Uruguay, 23.000 en Italia, 22.000 en México, 18.000 en Canadá o 16.000 en Chile.
La persecución de los disidentes, la represión de la libertad de expresión o el envío de personas LGTB a campos de concentración son solamente la vertiente política de una represión generalizada que, en el campo económico, se ha traducido en la supresión de la propiedad privada, el veto generalizado a la inversión foránea o la introducción de todo tipo de esquemas de planificación en buena parte de las industrias y sectores de actividad.
¿Cómo ha resistido tanto tiempo un modelo así, responsable de generar tanta pobreza y miseria? En los primeros treinta años del régimen, la ayuda de la Unión Soviética sirvió como salvavidas. En la práctica, los comunistas rusos "subsidiaron" durante décadas al castrismo, pero el fin de la Guerra Fría y la caída del Muro de Berlín hicieron que esa fuente de ingresos se cerrase. La dictadura se centró entonces en desarrollar el sector turístico, pero los recursos obtenidos por esa vía han seguido siendo a todas luces insuficientes. En la primera década del siglo XXI, la bonanza petrolera hizo que Venezuela se convirtiese en el nuevo "protector" económico de Cuba, pero el colapso económico del "chavismo" devolvió a los Castro a la casilla de partida.
La isla-prisión, arruinada
Hoy, el régimen admite que la economía está en ruinas. Una histórica encuesta realizada por una consultora independiente (Rose Marketing) determinó que el 27% de los cubanos gana menos de 50 dólares al mes, el 34% percibe entre 50 y 100 dólares, el 20% obtiene entre 100 y 200 dólares, el 12% admite unos ingresos de entre 200 y 500 dólares y el 4% gana más de 500 dólares. El promedio que arroja dicho estudio apunta que la renta media no excede los 140 dólares. Eso sí: parte importante de tales ingresos provienen de las remesas que envían familiares y amigos residentes en el extranjero o actividades no declaradas ante el régimen. Así, si nos ceñimos a los datos oficiales, el salario de referencia es de apenas 90 dólares. De modo que alrededor del 35% de los escasos ingresos de los cubanos ni siquiera se producen mediante el trabajo, sino a través de remesas o trabajos informales.
El impacto del coronavirus ha sido notable. No es lo mismo enfrentar la pandemia con una economía capitalista, que sin duda se ve afectada por una crisis sanitaria de gran calado, que hacerlo con un sistema de producción comunista, cuya incapacidad para generar riqueza reduce ostensiblemente el margen de adaptación ante el coronavirus. Así, el régimen admite que su economía cayó un 11% en 2020, agravando el problema de desabastecimiento y hambre que sufre la isla. El desajuste es tal que la inflación se ha disparado, moviéndose entre el 500% y el 900% según las estimaciones de Pavel Vidal, que fue economista del Banco Central de Cuba y ahora imparte docencia en la Universidad Pontificia de Cali, en Colombia.
En los últimos días, las calles de La Habana y muchas otras ciudades se han llenado de manifestantes que claman por el fin del régimen comunista. La reacción de la dictadura no se ha hecho esperar, de modo que la maquinaria de la represión ya se ha puesto en marcha. En juego, la libertad de un pueblo que sufre la opresión comunista desde hace más de sesenta años y que, una vez más, sufre también la tibieza de buena parte de los líderes y los medios de comunicación de Occidente.