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Domingo Soriano

La izquierda Flora: si consumes mucho, grita; si consumes poco, llora

Quieren que les subvenciones la protesta; decirte que lo haces mal; mandarte que lo hagas bien... y luego reñirte por haber seguido sus instrucciones.

Quieren que les subvenciones la protesta; decirte que lo haces mal; mandarte que lo hagas bien... y luego reñirte por haber seguido sus instrucciones.
La vicepresidenta tercera del Gobierno y ministra de Trabajo, Yolanda Díaz entre la vicepresidenta primera, Carmen Calvo y la vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, esta semana en el Congreso. | EFE

No sé lo que quiere la izquierda. Sé lo que no le gusta: nada. Todo está mal. Mientras ellos no gobiernen. E incluso, a veces, cuando ellos gobiernan. Pero la alternativa no la tengo clara.

Mi incapacidad para entenderles no es de ahora. Recuerdo uno de mis primeros debates en la universidad sobre EEUU e Hispanoamérica. Debía ser el año 1995 o 96. Y mis contrincantes un par de amigos comunistas (sí, era la uni, ese lugar en el que os acusabais mutuamente de promover un genocidio y luego os ibais juntos de copas tan contentos). Su tesis: el robo, que explicaba la riqueza de unos y la miseria de los otros. De las compañías bananeras, que expoliaban Centroamérica desde hacía un siglo, al golpe de Pinochet apoyado por la CIA para mantener su control sobre Chile. Enfrente, yo iba armado de mis primeras lecturas de Smith o Friedman, que hablaban de un comercio en el que las dos partes salían beneficiadas, de especialización, de ventajas comparativas...

Tras un rato, uno de ellos suelta la que en teoría era la bomba argumental de destrucción masiva: "¿Y Cuba? Mira lo que le está haciendo el embargo".

Lo recuerdo precisamente porque fue como un despertar. Pero entonces, "¡¡¿¿Qué queréis??!!". Si comercian, mal, les roban; si no comercian, peor. Si tan malo es entrar en tratos con las multinacionales gringas, no debería haber ningún país más rico en el planeta que Cuba. Es como si Suiza se quejara de que Corea del Norte no negocia con ellos. Si EEUU es rico expoliando a los pequeños países que le rodean, aquellos a los que ignora son unos privilegiados (si no te roban estás mejor que si te roban, digo yo).

Y mis amigos no eran una excepción. Otro recuerdo de los telediarios de aquella época era el de los sindicalistas (por cierto, mejores que los de ahora, todo hay que decirlo) insultando a las multinacionales instaladas en España. Por explotar a sus trabajadores, por llevarse los beneficios, por sacarnos todo lo que podían a cambio de unas migajas. Hasta que anunciaban que cerraban. Y en ese momento se sucedían las manifestaciones, las protestas y las peticiones de ayuda al Gobierno para que subvencionase la planta o para que llegase a un acuerdo con la empresa.

Entonces comprendí que, para la izquierda, lo segundo peor que podía hacer una gran empresa era instalarse en tu país y abrir una planta. Cada día de existencia de esa fábrica era una jornada de miseria para sus trabajadores y de explotación de los recursos del país, que se usaban en exclusiva para beneficios de sus malvados dueños. He dicho "lo segundo" porque, siendo malo, había algo que era todavía más miserable y por lo que la izquierda protestaba todavía con más intensidad. Y es que sólo había una cosa peor que una multinacional que se instalase y operase en España. Lo peor de lo peor, lo que demostraba su maldad intrínseca... era que se fuese.

La moda del decrecimiento

No es que estos dos debates hayan desaparecido de nuestras vidas. Pero la moda ahora es el decrecimiento. Tenemos que volver a los 60-70. En los tratamientos contra el cáncer o las placas solares no, en eso mejor nos quedamos en 2020. En el resto, el objetivo es 1965.

Y en esto no están solos los partidos. Apenas hay ningún día en el que algún medio de izquierdas no nos aleccione sobre nuestros patrones de consumo. Hay que pasar del coche a la bici, de la comida comprada en el súper a los huertos urbanos, de los productos que no sabemos de dónde vienen al consumo de proximidad. Esta semana, por ejemplo, el objetivo son las urbanizaciones con piscina: también mal. Si vives en un piso pequeño en el centro, estás hacinado; si te mudas a un PAU, eres víctima del urbanismo neoliberal. Las casas deberían ser más grandes, pero construir nuevos edificios está mal. Hay que vivir como nuestros abuelos y, en verano, nada de césped, aire acondicionado ni piscina comunitaria: botijo, sombra y corrientes de aire.

A mí me pilla esto con el pie cambiado. Toda la vida, el patrón económico de la izquierda se basaba en el consumo. En hacer cosas. Y no cosillas pequeñas o que darían frutos en el futuro. Lo que querían era producción inmediata y evidente.

Enfrente, siempre he defendido que el capitalismo es lo contrario desde su propio nombre: es ahorro, inversión, bienes de capital, esperar años antes de que se vean los resultados... Un error muy común es interpretar las consecuencias positivas de todo este proceso (la riqueza que genera ese ahorro bien invertido y la forma en la que esa riqueza se traduce en consumo) con la causa.

Pero mañana vamos con los capitalistas y los fundamentos de la prosperidad. Hoy el tema es la izquierda. Que ahora dice que no hay que consumir.

Digo "ahora" porque hasta anteayer, por ejemplo, en los países comunistas, todo giraba en torno al consumo. Y al consumo más contundente posible: gran industria, granjas colectivas, planes de construcción de nuevas ciudades, etc. Acero, hierro, petróleo... Cuanto más pesado, mejor. Sirva para algo o no. Haya demanda o no. Si había que secar el Mar de Aral para cultivar algodón, se hacía.

¿Y qué decir de la socialdemocracia? El keynesianismo es consumo. Hacer un hoyo y taparlo. ¿Para qué? Para que el tipo que ha hecho el hoyo cobre un sueldo y consuma. El "multiplicador". Que se tiraron toda la carrera hablándome de la "propensión marginal al consumo" y de "demanda agregada". A ver si ahora va a resultar que no sirve para nada.

Tampoco tengo que volver a mi etapa universitaria. Pablo Iglesias, que mucho de Economía no sabe, las cosas como son, se tiró las últimas tres campañas electorales con un ejemplo, el de la caña y el SMI: "Si tú entras ahora en un bar, el problema que tiene el dueño no es pagarle un sueldo más elevado al camarero. El problema es que la gente no entra y no se toma cañas. Tú pregúntale qué le importa más, si pagarle más al camarero o que la gente no consuma".

Ahora ya no. Ahora hay que decrecer. Y por eso, cada día, nos enseñan un tutorial nuevo para no gastar. O para el autoconsumo, que también está de moda.

Lo que ocurre es que en la página 1 del programa nos dicen que nos merecemos mejores salarios y en la 2 que no hay que gastarlos en nada. Y si gastas algo, luego reciclas hasta el fin de los días. Yo no sé si se dan cuenta, pero como les hagamos caso, esta combinación de sueldos muy altos (por decreto, eso sí, que la productividad es fascista) y cero consumo crearía un ejército de capitalistas-ahorradores que ni en Suiza.

Por supuesto, cinco minutos después, para salir de la crisis del Covid, nos dicen que si no hay consumo, no hay empleo. Pero ¿quién tiene que consumir? ¿Y el qué? Porque por un lado piden reindustrializar el país, pero luego nos dicen que no gastemos energía, que no compremos ropa, que no renovemos los productos que todavía pueden arreglarse aunque sea más barato comprar uno nuevo, que cultivemos nuestra comida o cosamos nuestros jerseys. Entonces, esas nuevas industrias, ¿para quién producen? ¿Y cómo? Porque más industria es más consumo de energía, que tampoco les gusta y la encarecen cada semana. ¿Más industria con la factura de la luz más alta de Europa? A mí no me salen las cuentas.

Por no hablar del turismo, que lunes-miércoles-viernes está mal, porque destruye nuestras ciudades; pero martes-jueves-sábado es una industria estratégica que hay que apoyar. El multiculturalismo es bueno, pero sacarse selfies en Venecia es una actividad horrible. Hay que conocer otras culturas, pero sin viajar. O mejor que viajen ellos, que son más listos que nosotros, y luego nos explican en un libro cuál es la esencia de ese sitio tan bonito al que nosotros no debemos ir (ahí sí, si lo hacen ellos es multiculturalismo sostenible).

O la agricultura y la ganadería. Los días pares hay que repoblar la España vaciada, ayudar a nuestros pueblos, impulsar el sector primario, volver a las actividades tradicionales; pero los días impares hay que comer insectos, los lunes sin carne y plantar tomates en casa. Quieren más lobos y más ganaderos; veganismo pero con vacas pastando para que las fotos salgan más bonitas; más bosques y más pueblos. Que a mí me encantan los agricultores y cada vez soy más nostálgico de ese campo que no conocí; pero no se me escapa que el incremento de la masa forestal de las últimas décadas (algo que se supone que es bueno) es en buena parte la consecuencia del uso de la agricultura intensiva (invernaderos, también mal), los fertilizantes (horrible) y la despoblación de las comarcas agrarias.

Baterías sin litio

También nos dicen que tenemos que dirigirnos hacia un "consumo verde" y "renovable". Pero no podemos usar nada. Pero nada de nada. No sé si leyeron esta semana las noticias sobre la paralización del proyecto de una mina de litio en Extremadura. Yo pensaba que el litio sí era "sostenible". Porque es con lo que se hacen las baterías de los coches eléctricos. Tampoco tengo claro de dónde se pensaban que salía el litio. No sé mucho de ciencias, pero ya desde el principio me sonaba a mina, grandes máquinas, montañas horadadas... Tenía que haberme imaginado que eso tampoco les iba a gustar. Tenemos que cambiar todo nuestro parque móvil antes de 2030, pero sin sacar litio de Extremadura. ¿Y entonces, de dónde? No se sabe. Si vas a un país pobre y lo sacas de allí, mal (estás explotándoles, quitándoles sus recursos, lo haces sin cumplir los requerimientos medioambientales). Si lo haces en Europa, peor (estás ensuciando nuestro ecosistema). Pero ¿litio sí o litio no? ¿Queremos baterías o no? Porque las baterías de esparto todavía no las inventaron. Y si las inventaran, protestarían igual.

El caso es que luego, cada vez que tienen dinero, sólo se les ocurre el ladrillo y carreteras. Ahora es ladrillo verde, pero ladrillo. En el plan de Iván (oficialmente conocido como "Plan de Recuperación, Transformación y Resiliencia"), uno se pone a mirar y sólo hay ladrillo y asfalto: "movilidad sostenible" (pero sin litio de Extremadura), "rehabilitación de viviendas", "digitalización", "despliegue 5G" (la semana que viene hablamos de las antenas, que tampoco les gustan; esto sería despliegue sin desplegar), "nueva política industrial"...

Que uno lo lee y no deja de ser otro Plan E con más fotos y mejor diseño. Tanto rollo y tanta modernidad. Tanta izquierda del siglo XXI. Tanta palabreja sin sentido. Tanta "resiliencia". Y al final vuelven siempre a 1930: hacer un hoyo y taparlo, eso sí, ahora es un hoyo con forma de pista de pádel o carril-bici o placa solar.

Aunque no tengo claro que esas mismas pistas de pádel y esos carriles bicis no estén siendo objeto de protesta por los mismos que pidieron que se construyeran. De hecho, ya hay manifestaciones (por cierto, era más que previsible) contra los molinos de viento. Porque son feos y porque dañan el medioambiente cercano. ¡¡Sorpresa!! ¿Qué pensaban, que meter una estructura de varias decenas de toneladas en mitad del monte no tendría ningún impacto? ¿Y si son 20 de esas estructuras en fila? ¿Y la cimentación cómo se hace, con flores?

Si no hay molinos, mal. Y si los hay, peor. Si consumimos más energía, mal, destrozamos el planeta; si consumimos menos, peor, eso es la demostración de que hay "pobreza energética".

Es la "izquierda Flora", que si consumes mucho, grita; que si consumes poco, llora. ¿Entenderles? Hace ya años que decidí que eso ni era posible ni era lo que buscaban. Lo que quieren es que les subvenciones la protesta (el grito y el lloro); decirte que lo haces mal; mandarte que lo hagas bien... y luego reñirte por haber seguido sus instrucciones.

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