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Antonella Marty: "El liberalismo no son solo gráficos y números. Tiene un lado humano"

Presenta El manual liberal, una colección de ensayos en la que participan autores como Mario Vargas Llosa, Deirdre McCloskey o Johan Norberg.

Presenta El manual liberal, una colección de ensayos en la que participan autores como Mario Vargas Llosa, Deirdre McCloskey o Johan Norberg.
Antonella Marty, fotografiada en Nueva York | AM

Licenciada en Relaciones Internacionales, Antonella Marty es directora asociada del Center for Latin America de Atlas Network en Estados Unidos y directora del Centro de Estudios Latinoamericanos de la Fundación Libertad en Argentina, además de fellow de la Fundación Internacional para la Libertad (FIL) de Madrid, que preside el Premio Nobel de Literatura, Mario Vargas Llosa.

Marty acaba de publicar en Ediciones Deusto una colección de ensayos titulada "El Manual Liberal" en la que se incluyen textos del propio Vargas Llosa, así como de otros destacados liberales como Deirdre McCloskey, Johan Norberg, Eamonn Butler o David Boaz. Libre Mercado se sienta a hablar con Marty para conocer de primera mano sus ideas y repasar la actualidad iberoamericana.

¿Qué se va a encontrar el lector en esta colección de ensayos?

El Manual Liberal intenta representar una defensa lo más completa posible de lo que es el liberalismo político, económico, individual y cultural. A lo largo del libro, el lector se encuentra con reflexiones de algunos de los pensadores liberales más destacados del momento.

Vd. defiende que el liberalismo se basa en tratar a la gente como adultos.

Sí, por encima de todo, el liberalismo plantea una sociedad basada en el trato libre y voluntario entre individuos que se reconocen mutuamente, se respetan y, por lo tanto, se tratan como adultos que buscan la cooperación y el acuerdo, pero también respetan la diferencia y el pluralismo. Ese es el rasgo diferencial del liberalismo, porque otras escuelas de pensamiento tratan a las personas no como adultos, sino como niños a los que hay tutelar y dirigir.

Yo no tengo un problema con la gente que se aplica su filosofía de vida de forma voluntaria, que alguien viva de acuerdo con los principios conservadores o con los ideales comunistas me parece estupendo, pero lo que no acepto es que se emplee al Estado para imponerle esa forma de vida a los demás, de forma coactiva.

La pandemia ha exacerbado las tendencias libérrimas de algunos, pero también ha aumentado la pulsión intervencionista de otros. ¿Por qué hay quienes desean esa servidumbre? ¿Es la falsa promesa de seguridad tan seductora?

Siempre he defendido que la educación influye mucho en la predisposición que tienen las personas a buscar soluciones que vengan de la mano del Estado. La pandemia nos plantea interrogantes muy preocupantes, hemos visto la pasmosa facilidad con la cual se han restringido libertades fundamentales y, peor aún, la facilidad con la que algunas personas lo aceptan.

Creo que, al estallar la pandemia, la búsqueda de seguridad fue el instinto al que se aferró la mayoría de la gente. Conforme fue avanzando la situación, sí se empezó a percibir un mayor escepticismo, un mayor recelo hacia las soluciones mágicas que decían tener los burócratas…

Como de costumbre, la peor parte se la han llevado los empresarios: obligados a cerrar y sin posibilidad de ganarse la vida por sí mismos.

Al empresario se le anula continuamente, se le persigue fiscal, regulatoria, sindical y políticamente, pero en la pandemia ese trato tan lamentable se ha multiplicado hasta alcanzar límites intolerables. Por eso vemos que hay muchos pequeños empresarios que salen a las calles y piden que se les permita trabajar. Espero que la pandemia haya servido para reforzar a quienes creen que hay que defender la libertad y olvidar la falsa seguridad del circo paternalista.

Me preocupa lo que está pasando en Argentina, en Chile, en México, en Perú… Parece que solo Ecuador está eligiendo de forma clara un giro hacia la democracia liberal y la economía de mercado. ¿Qué ha pasado?

El socialismo del siglo XXI y el populismo han fracasado estrepitosamente. Han empobrecido a América Latina de forma tremenda, no solo económicamente, sino en todos los frentes, porque dejan una sociedad con más violencia, más polarización, más deterioro institucional, más empeoramiento de la educación… Al final, parecería que, después del "chavismo" y todo lo que supuso, América Latina ha entrado en un círculo vicioso. Pasan los líderes, pero persiste un concepto casi místico del Estado grande, capaz de solucionarlo todo, capaz de traer el cielo a la tierra, etc. De modo que vamos de mal en peor.

¿Cómo valora la situación política española? He leído sus advertencias sobre el riesgo que entraña Podemos, pero también conozco su recelo sobre el auge de Vox.

El caso de España me llama la atención, creo que en América Latina hay muchas lecciones que los españoles tienen que atender. Nosotros hemos hecho muchas cosas mal: el "castrismo", el "andinismo", el "chavismo", el "socialismo del siglo XXI"… Todos esos subproductos marxistas se han dado en nuestra región, pero el problema es que en España ha aparecido una suerte de filial de esa forma de hacer política, como es Podemos, y esa filial seguida del bolivarianismo tiene un papel clave en las instituciones españolas, porque co-gobiernan el país junto a los socialistas. Si ese es el tipo de políticos que marcan la agenda en España, eso tiene que llamarnos mucho la atención.

De igual modo, veo preocupante la emergencia de una nueva derecha nacionalista y populista, que representaría Vox en España, La Liga en Italia, el VPO en Austria… Estos partidos se dicen liberales en lo económico, cosa que me permito cuestionar, y en lo social vemos directamente que no dudan en censurar algunas libertades individuales fundamentales.

El liberalismo tiene hoy peor prensa que en otras épocas. ¿Qué hacemos?

Durante mucho tiempo, el liberalismo ha sido muy economicista, se ha dedicado solamente a hablar de controlar la inflación, reducir los aranceles, bajar los impuestos, etc. Todo eso es fundamental, es uno de los grandes pilares del liberalismo. Pero hay algo más. El liberalismo no son solo gráficos y números. Tiene un lado humano y en eso he querido cargar las tintas en este libro, porque los mercados son en lo económico lo que las asociaciones voluntarias y pacíficas son en lo social. El liberalismo propicia el desarrollo y la prosperidad económica, pero también permite la convivencia armónica, el encuentro y el encaje de distintas personas con distintos valores. Por eso hay que defender el liberalismo en todos los frentes: defender la libertad sexual, tumbar la absurda guerra contra las drogas, luchar contra la discriminación de todo tipo… Esa es la propuesta liberal, una sociedad donde cada uno vive su vida como cree más conveniente.

La izquierda habla siempre de la "hegemonía cultural" y de Antonio Gramsci, ahora la derecha quiere disputar también esa "batalla cultural", pero la cultura es un orden espontáneo y debe serlo, yo aspiro a la libre batalla de ideas, no hay que perseguir ni imponer discursos, no hay que censurar ni cercenar mensajes, sino favorecer el debate abierto.

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