Vuelve la "mochila austriaca". Esta vez, de la mano del Informe Anual 2020 del Banco de España, publicado esta semana. Y es curioso que una propuesta de la que se habla tanto esté (y haya estado) tan lejos de ser aprobada. Desde hace más de una década, cada vez que hay que afrontar una reforma del mercado laboral, sale a relucir la famosa mochila. Aunque sólo sea porque el nombre es pegadizo, es una de las ideas más conocidas para terminar con la dualidad. Eso sí, que sea conocida no quiere decir que tenga más posibilidades de éxito. Casi podríamos pensar que la realidad es la contraria: su relevancia en los titulares juega en su contra; quizás si pasase más desapercibida, ya estaría aprobada.
La idea original fue de Fedea. Bueno, no sabemos si fueron los economistas de la Fundación de Estudios de Economía Aplicada los primeros en hablar de mochila austriaca, pero sí fueron los que la popularizaron (aquí, por ejemplo, un informe de 2011 de José Ignacio Conde-Ruiz, Florentino Felgueroso y José Ignacio García-Pérez). En aquel momento, se asoció a menudo con el contrato único e incluso con la reforma de las pensiones. Y sí, puede tener aspectos en los que se toca con estas dos cuestiones, aunque es más una relación indirecta (puede haber mochila austriaca sin contrato único y contrato único sin mochila austriaca).
La propuesta general se resume de forma sencilla:
- Cada mes, la empresa deposita una pequeña cantidad (tres, seis, ocho días por año trabajado) en un fondo individual de ahorro a nombre de su trabajador
- En caso de despido, parte de la indemnización que corresponde al trabajador se saca de ese fondo. Incluso podría plantearse que fuera el 100% de la indemnización (aunque esto encarecería mucho los costes laborales)
- Si el trabajador es despedido, puede tirar de ese fondo. Y lo mismo en otras circunstancias, como si cambia de trabajo a otra provincia o lo quiere destinar a formación.
- Si el trabajador cambia de trabajo, su mochila le acompaña (no pierde ese fondo). Y si llega a la jubilación y no la ha gastado, puede servir de complemento a su pensión.
A partir de aquí llegan los detalles: no es exactamente igual el planteamiento original de Fedea o el plasmado en algún programa electoral que el del Banco de España. Aunque en los aspectos principales sí coinciden todos.
En cualquier caso, sólo leyendo el esquema general, ya podemos imaginarnos por dónde vienen las críticas: sus detractores aseguran que facilita y abarata el despido. Enfrente, los defensores de la medida creen que tiene ventajas evidentes y que ayudaría a flexibilizar un mercado laboral que está claro que no funciona en nuestro país. Por ejemplo, estos son los cuatro puntos que el Banco de España cree que harían aconsejable adoptar esta propuesta:
- Buena también para los que no son despedidos: "El reparto de los derechos adquiridos a lo largo de la vida laboral sería menos desigual entre los trabajadores, ya que todos ellos, sin excepción, acabarían recibiendo en algún momento los importes que han acumulado en el fondo, mientras que, en la actualidad, solo quienes pierden su empleo pueden recibir estas compensaciones"
- Menos trabajadores descontentos con su trabajo pero pegados al mismo por su derecho a indemnización: "Mayor incentivo a la movilidad laboral a lo largo de su carrera profesional, ya que las contribuciones acumuladas en el fondo se mantienen en caso de baja voluntaria, mientras que, en el sistema actual, la antigüedad y los derechos adquiridos con ella se pierden al cambiar de empleo"
- Ahora mismo, en España, una empresa en problemas puede terminar quebrando porque no puede asumir el coste de los despidos. Lo que en principio implicaba despedir al 10% de la plantilla, acaba derivando en un cierre total: "En lugar de tener que hacer frente a las indemnizaciones de forma íntegra en el momento de un eventual despido —cuando la situación financiera de las empresas puede ser más vulnerable—, permitiría suavizar en el tiempo posibles tensiones de liquidez".
- ¿A quién se despide: al menos productivo o al más barato? "La decisión de las empresas de prescindir de algunos trabajadores pasaría a estar relativamente más fundamentada en consideraciones de productividad y eficiencia que en diferencias en cuanto a los derechos de indemnización que estos han acumulado". En este punto, la mochila también ayudaría a reducir la dualidad, porque los temporales no serían los primeros despedidos por defecto y porque la menor indemnización no-mochila haría que el contrato indefinido fuera menos oneroso de primeras (también por esto en ocasiones se ha planteado que este fondo de capitalización individual fuera el complemento del contrato único).
El informe del Banco de España
Hasta aquí, nada nuevo bajo el sol. Llevamos hablando de esto más de una década y no hay acuerdo. Debería haberlo, porque no son sólo los técnicos del Banco de España o de Fedea los que han abogado por la famosa mochila. En los acuerdos PSOE-Ciudadanos y PP-Ciudadanos que se firmaron en 2016 y 2017 había un esquema no muy diferente al que ahora plantea el organismo supervisor. Y al menos en los programas electorales de PP y Ciudadanos se ha colado la medida en alguna de sus variantes. Es decir, si el Gobierno de Sánchez la pusiera sobre la mesa, parecería lógico que la oposición lo apoyase. Y también sería lógico que el PSOE lo plantease, porque firmó algo parecido en 2016, numerosos economistas cercanos a la órbita socialista lo han defendido en estos años, puede generar algún apoyo entre los partidos de la oposición y, además, es visto con buenos ojos en Bruselas.
Pero lógico no es sinónimo de probable en la política española. Para empezar, porque los principales críticos de la idea forman el bloque de apoyos parlamentarios en los que Sánchez ha basado la estabilidad de la legislatura. Y, para seguir, porque nadie ve a Yolanda Díaz, que al fin y al cabo es la ministra de Trabajo y estrella ascendente en Podemos, apostando por la mochila. Esto es lo que tuiteaba Pablo Echenique este jueves, tras conocerse el informe del Banco de España: "El Banco de España dice que no hay que derogar la reforma laboral del PP, que hay que abaratar el despido con la mochila austríaca y que no hay que revalorizar las pensiones. Los 35 diputados de Unidas Podemos nos ocuparemos de que ocurra justo lo contrario". Tampoco a los sindicatos les hace mucha gracia la medida (que les quita poder y hace que los trabajadores cambien más a menudo de empresa, algo que no suele gustarles mucho), aunque en el pasado la propia CCOO abogó por un modelo similar.
¿Cuáles son los detalles del texto del Banco de España que no gusta nada a Echenique? Bueno, en realidad, parece que en Podemos estarían en contra de cualquier diseño de mochila. Pero con el planteado esta semana, más en contra.
Estas son las tres principales novedades de la propuesta:
** Reducción del coste de despido que pagaría la empresa. A cambio de la mochila, la indemnización a cargo del empresario se abarataría a la mitad: de 33 a 16,5 días por año en caso de despido improcedente; de 20 a 10 días en caso de despido objetivo; de 12 a 6 días en caso de finalización de contrato temporal.
Los trabajadores con contrato en vigor ahora mismo mantendrían el 100% de los derechos adquiridos. La nueva escala de indemnizaciones comenzaría a aplicarse a partir del día que se aprobase la reforma y no afectaría a los derechos previos.
Por ejemplo, un empleado que ahora mismo tuviera derecho a 200 días de indemnización en caso de despido objetivo porque tiene diez años de antigüedad; si trabaja un año más tras la reforma y es despedido: cobraría 210 días + los seis de la mochila. No perdería nada de lo acumulado en el pasado.
** Aportación de los Fondos Europeos para reducir en el corto plazo el coste para las empresas. El gran problema de la mochila austriaca (incluso reconocido por sus defensores) siempre ha sido el mismo: el coste y el período de transición.
La aportación a futuro de 6-8-10 años para un fondo de ahorro a nombre del trabajador suena muy bien, pero genera siempre la misma pregunta: ¿y esto quién lo paga cada mes? ¿El empresario con un encarecimiento de sus costes laborales? ¿El trabajador con un recorte en el neto? ¿La Seguridad Social con una bonificación en las cotizaciones? Ninguno de los tres actores parece que esté en su mejor momento como para planteárselo.
El Informe del Banco de España propone una cuadratura del círculo: que lo paguen los fondos europeos con un esquema decreciente según vaya avanzando el calendario de aplicación (el primer ejercicio se destina el dinero europeo a pagar cinco días de mochila; el segundo año, cuatro días, etc.). De esta forma se consigue instaurar la reforma a medio plazo sin que a corto plazo se disparen los costes para las empresas. De hecho, los técnicos del organismo han hecho una simulación muy interesante, con datos de los años 2013-2016. Y lo que les sale es: (1) El coste agregado anual para las empresas, una vez estuviera implementada del todo la reforma y superado el período de transición, sería similar al de ahora, aunque se pagase de forma diferente indemnización+mochila; (2) Durante los primeros 4-5 años de implantación de la medida, el coste sí sería superior, porque la indemnizaciones por despido seguirían siendo casi igual de altas (la mayor parte de las mismas estarían calculadas con las escalas antiguas) y a eso habría que sumar el coste de los seis días de mochila.
** Bonus-malus para las empresas que más despidan. Como el principal pero que se le pone a la mochila es que haría que fuera más sencillo despedir (el coste marginal en cada momento determinado sería más bajo), el Banco de España plantea "la introducción de un sistema de bonificaciones y penalizaciones (bonus-malus) que redujese las cotizaciones a la Seguridad Social de las empresas con menor rotación laboral, y viceversa". Es decir, una especie de multa vía cotizaciones para aquellos que más despidan.
En Libre Mercado, nos hemos posicionado en varias ocasiones a favor de esta medida. El esquema que plantea el Banco de España incorpora una novedad especialmente interesante: esa idea de destinar parte de los fondos europeos (unos 8.000 millones) cubrir los costes de transición. Por lo que decíamos antes (oposición de la izquierda parlamentaria, que incluye a Podemos y al resto del bloque de investidura, pero también al actual PSOE), pero también porque no parece que esté en la cabeza del Gobierno renunciar al control de un solo euro de esos fondos, se antoja poco probable que algo así se apruebe en los próximos meses. Veremos también si Bruselas presiona por aquí.
Si se cumplen nuestras previsiones, dentro de diez años se volverá a publicar un paper que incluya otra modalidad de mochila austriaca; y los periodistas recordaremos que la tasa de paro en Austria (un país con un peso del sector turístico incluso superior al de España) sigue por debajo del 6% tras un año de pandemia; alguien dirá "dónde estaríamos si en 2008-2010, hubiéramos aprobado la mochila y el contrato único"; y algún experto escribirá una columna sobre las reformas pendientes en España y los bloqueos legislativos.