Son muchos los sectores de nuestra economía que, un año después, siguen lamentando las terribles pérdidas que la pandemia les está ocasionando. Sin embargo, hay quien ni siquiera ha conseguido volver a facturar desde entonces. Mientras el turismo aéreo —aunque limitado por las restricciones vigentes en cada país— hace meses que está permitido, los cruceros internacionales siguen terminantemente prohibidos en España: ningún barco con origen, destino o parada en un puerto extranjero puede visitar nuestras costas a día de hoy. Y lo peor es que, a diferencia de lo que sucede en otros países del arco mediterráneo, el sector sigue sin saber cuándo será posible.
"Un alemán, un italiano o un francés hace meses que puede venir a España en avión, en coche o en tren, pero no en crucero. Es algo que sigo sin entender", denuncia Alfredo Serrano, director de la Asociación Internacional de Líneas de Cruceros (CLIA) en nuestro país. En declaraciones a Libertad Digital, Serrano asegura que "el daño es tremendo", ya que los cruceros internacionales son prácticamente el 100% de los que habitualmente recibía España: "Cuando te decantas por este medio, la ventaja es que puedes visitar varios países y lógicamente eso es lo que las compañías suelen hacer".
11 millones de turistas perdidos
La decisión del Gobierno de Pedro Sánchez pone en jaque a un sector que mueve nada menos que 6.000 millones de euros y que, antes de la pandemia, daba trabajo a más de 54.000 familias gracias a los 11 millones de turistas que movilizaba cada año. "Todas estas personas lo están pasando muy mal desde marzo del año pasado y, tristemente, todavía no tenemos el horizonte claro de cuándo se va a levantar esta prohibición", lamenta.
Sin embargo, la incertidumbre no sólo afecta a todas estas personas, sino que también hace peligrar la posición de España. "Las navieras están optando por otros países y nos preocupa que no vuelvan", advierte el director de CLIA. Los puertos de Grecia, Italia y Croacia -que son nuestros principales competidores-, e incluso Israel, Chipre o Malta "ya tienen confirmados barcos que, originalmente, tenían que pasar por España".
A pesar de que el estado de alarma decae el próximo 9 de mayo, el Gobierno sigue sin aclarar al sector qué pasará este verano y, lamentablemente, el tiempo apremia. "Organizar la parte operativa y comercial de un crucero suele llevar entre diez meses y un año. Las compañías están reduciendo estos plazos para adaptarse a las circunstancias, pero en menos de dos meses es imposible - explica Serrano-. Cuanto más lo retrasemos, más nos vamos a comer el verano, con el riesgo de perderlo por segundo año consecutivo".
La solución de Canarias
Ante la falta de decisión del Gobierno, Canarias ha optado por buscar su propia alternativa con el fin de paliar una situación que les afecta de lleno. El pasado mes de noviembre, logró cerrar un acuerdo con ciertas navieras para traer en avión a turistas alemanes y organizar un recorrido por las islas, algo que no vulnera la normativa española. Esto les ha permitido recibir a aproximadamente 80.000 alemanes desde entonces. Sin embargo, las cifras distan mucho de las de cualquier año normal, en el que Canarias habría recibido "cuatro, cinco o seis veces más de turistas en cruceros".
Desde CLIA aseguran que esta pasividad del Ejecutivo central ya ha empujado a Andalucía a negociar por su cuenta un acuerdo similar al de Canarias de cara a este verano, y les consta que no es la única comunidad interesada. En este sentido, Serrano asegura que la experiencia de las islas ha sido fundamental, ya que apenas ha habido "media docena de casos positivos, generalmente asintomáticos", que han sido debidamente aislados y desembarcados sin ocasionar ningún problema mayor
Precisamente por eso, Serrano se dirige al Gobierno y, muy particularmente, a Carolina Darias: "A la ministra, que creo que está muy vinculada a su tierra, que mire lo que ha sucedido en Canarias y la experiencia de otros países, y que nos deje operar". Y para convencerla, Serrano repasa minuciosamente todas las medidas de seguridad que han ido adoptando las compañías de cruceros: "La seguridad total no existe, pero desde luego creemos ser el transporte que más se acerca a ella y el que más hace por conseguirlo".
Las medidas de seguridad en un crucero
La premisa de la que parten todos los cruceros es que "el barco debe ser una burbuja". Para conseguirlo, todos los pasajeros han de someterse a una prueba antes de embarcar para demostrar que no están contagiados. En el caso de la tripulación, las medidas son más estrictas si cabe: han de pasar hasta tres test consecutivos y someterse a una cuarentena obligatoria antes de partir.
Además de otras pruebas aleatorias durante todo el itinerario, "muchas compañías están realizando análisis de las aguas fecales para identificar si en alguna zona concreta hay algún positivo" y "todas las visitas a tierra se hacen en modo burbuja", explica el director de CLIA en España. Así, a diferencia de lo que ocurría antes, los clientes sólo pueden salir del barco en excursiones organizadas, con autobuses propios y reservas de horarios que garanticen que, a la hora de visitar el interior de algún monumento, por ejemplo, no coinciden con turistas ajenos al crucero. Los tripulantes, por su parte, tienen prohibido salir del barco en su tiempo libre.
Por lo que respecta al día a día en las zonas comunes, Serrano asegura que, además de las medidas que se han de cumplir en cualquier otro sitio —reducción de aforo, distancia social y uso de mascarillas— las navieras hacen controles de temperatura y ponen a disposición de los clientes geles hidroalcohólicos "por todas partes". Es más, muchas compañías están utilizando medallones o pulseras inteligentes que "permiten que no tengas que tocar nada para pagar a bordo, que las puertas se abran automáticamente o que, si se detecta un positivo, se pueda identificar rápidamente a todas las personas que han estado cerca de él más de un cierto tiempo para poder aislarlas rápidamente".
Los barcos cuentan con zonas previamente reservadas para dichos supuestos y han reforzado sus hospitales con más profesionales y más medios. "Lógicamente, tienen capacidad para hacer PCR y algunos incluso pueden tener una UCI a bordo si hay algún punto en el que la navegación va a ser más larga". En definitiva, defiende Serrano, "infinidad de medidas para hacer que los clientes se sientan seguros y puedan centrarse en disfrutar y en descansar, que es de lo que se trata".