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Superliga: cinco preguntas que Florentino sí se hizo... y cinco que se debería haber hecho

Analizamos, con enfoque económico, las razones por las que sus promotores pensaban que sería un éxito y las que les llevaron al fracaso (por ahora).

Analizamos, con enfoque económico, las razones por las que sus promotores pensaban que sería un éxito y las que les llevaron al fracaso (por ahora).
Imagen de archivo del presidente del Real Madrid, Florentino Pérez, a su llegada a la gala de entrega del Balón de Oro 2018. | EFE

Lo primero, las cifras que más o menos tenemos casi todos en la cabeza.

Ahora mismo, las competiciones de la UEFA (Champions, Supercopa y Europa League) tienen unos ingresos de algo más de 3.000 millones de euros de los que los clubes se llevan unos 2.500 millones (unos 2.000 millones para los de Champions y el resto para la Europa League). El equipo que gana la principal competición continental se lleva (con suerte y muchas victorias) unos 100 millones de euros.

Enfrente, la Superliga que abandera Florentino Pérez promete un desembolso inicial de 3.500 millones (para infraestructuras y para compensar los daños de estas dos temporadas covid) y unos 4.000 millones al año que se repartirían entre un fijo por equipo y los resultados deportivos. Se habla de hasta 400 millones para el ganador y unos 250 millones de mínimo para cualquier participante. La clave del reparto es que habría más dinero a repartir y menos participantes.

El año covid está siendo especialmente dramático para los grandes clubes. Aunque a veces se asocian la televisión y las audiencias globales a Real Madrid, Barça, United o Juve, lo cierto es que estas organizaciones son las que tienen más ingresos que dependen de lo que se conoce como matchday (entradas, merchandising, también aprovechamiento del estadio fuera de los días de partido...) y acuerdos comerciales y partidos amistosos que se han visto afectados por la pandemia. Para muchos equipos modestos, entre el 80% y el 90% de sus ingresos son los derechos televisivos por jugar en primera. Y ahí el covid no ha tenido mucho impacto. Siguiendo las cifras del informe anual de Deloitte sobre el dinero en el fútbol, el Real Madrid ha pasado de 757 millones de euros de ingresos en 2019 a 692 millones en 2020 (y nos imaginamos que esta temporada será todavía peor, porque en la pasada, más de la mitad del año sí hubo público en los estadios).

Las preguntas que se hizo

1 ¿Quién es el Amadeus de este deporte?

El redactor de este artículo recuerda a menudo la lección que repetía uno de sus profesores de análisis contable y sectorial: "Lo primero, en cualquier sector, es preguntarse quién se está llevando el margen. Si hay un producto potente, una clientela dispuesta a pagar un precio alto por ese bien o servicio, una necesidad importante... ahí tiene que haber un margen. Y si las grandes empresas no se lo están llevando, es porque algún actor aparentemente secundario, que pasa bajo el radar, ha capturado ese beneficio. Normalmente se produce porque, por alguna razón, tiene una posición dominante y los demás integrantes de la cadena de valor dependen de él".

Este excelente profesor ponía un muy buen ejemplo de una de sus inversiones más queridas: "Vosotros mirad los viajes en avión. ¿Son un producto valorado? Muchísimo. ¿Estamos dispuestos a pagar por ellos? Una pasta. ¿Y cómo están las aerolíneas? Fatal: un negocio pésimo, con unos requisitos de capital brutales, siempre metidas en guerras de precios, sujetas a regulaciones inesperadas que destrozan sus planes... ¿Quién se está llevando ahí el margen? Pues me lo he preguntado muchas veces. Hasta que me di cuenta de que era ¡¡¡el puñetero Amadeus!!!"

Es un análisis sectorial de primera. Por supuesto, el calificativo no era ni mucho menos un insulto. Era en realidad una forma de expresar su admiración por una de las empresas españolas más exitosas de las últimas décadas: bien gestionada, con un producto de primera, que se ha hecho imprescindible para sus clientes... Y que sí ha logrado lo que muchos otros actores del sector aéreo sólo sueñan: márgenes y beneficios consistentes (aunque este año, como cualquier otra relacionada con el turismo, no sea su mejor momento).

En el fútbol, los dirigentes de los clubes (y Florentino el primero) saben de lo que estamos hablando. Manejan un negocio con impacto a nivel mundial, ingresos milmillonarios, marcas respetadísimas y muy valoradas, con una fidelidad de los consumidores imposible de soñar por ninguna empresa de consumo...

Pero los beneficios no siempre (por no decir casi nunca) reflejan tanto poderío. ¿Quién se está llevando el queso y el margen de los clubes? Pues la UEFA-FIFA y los jugadores.

Unos con la organización de campeonatos internacionales en los que arriesgan muy poco y sacan tajadas millonarias. Y los otros, negociando con cada equipo de forma individual y obligando a que los clubes pujen por las grandes estrellas y paguen salarios de locura para agradar a sus aficiones o evitar que el rival les coma la tostada.

La Superliga es, ante todo, un intento de reconducir el negocio: los clubes quieren su margen y sus beneficios. Negociar ellos con las teles y los patrocinadores, sin la intromisión de la UEFA-FIFA. Y también, a medio plazo, buscar fórmulas a la americana, con organizaciones patronales que se autoimponen límites salariales, sueldos en función de la experiencia de los jugadores o acuerdos entre clubes que todos respetan. En el primer intento, parece que no lo han logrado.

2 ¿Es esto un juego del prisionero?

No es el lugar ni el momento de ponernos a explicar teoría de juegos (ni somos expertos en la materia) pero parece claro que estamos en una de esas situaciones en las que el éxito de la apuesta dependía de que todos actuasen de forma coordinada, nadie se saliera del grupo, hubiera incentivos para los que aguantasen y castigos si alguien traicionaba al resto, etc.

Pérez y Agnelli, los dos líderes del G-12, creían que lo tenían atado. Había fuertes sanciones previstas para los firmantes que abandonaran el barco. Se habla de una cláusula con una multa de 300 millones por equipo. El problema es que esta multa es creíble si se va uno: al desertor, le llevas a los tribunales y le cobras. Pero, si se marchan todos... ¿qué haces? ¿Se imaginan una Superliga con sólo dos clubes, Madrid y Barcelona, y el resto obligados a pagarles 300 millones? Desde el punto de vista deportivo sería absurdo: ¿sólo jugarían esta competición? ¿Estarían dispuestos a ser expulsados de sus ligas nacionales a cambio de sanear sus cuentas con las multas? ¿Cómo podrían volver a sus ligas? ¿Sus aficionados lo tolerarían?

En este tipo de situaciones, es clave diferenciar cortos y largos plazos. Y los pasos a seguir. ¿Quieren los doce clubes fundadores llegar a la Superliga? Sí, seguro, por eso todo este lío. ¿Están dispuestos a superar (1) la presión de medios y aficionados; (2) las sanciones de la UEFA que les harían mucho daño a corto plazo? No está tan claro.

Es cierto que para la UEFA tampoco era una situación sencilla. El lunes, cuando se conoció el acuerdo entre los clubes, muchos pensaron que las asociaciones deportivas internacionales se iban a ver obligadas a negociar. Porque un órdago mutuo, si se mantenía por las dos partes, parecía más dañino para UEFA-FIFA que para los clubes. Ese enfrentamiento parecía un juego de la gallina de manual: el último que frene gana (o cae por el precipicio). El problema para el dúo Pérez-Agnelli es que sus socios frenaron cuando el acantilado ni se veía.

Ahora el proyecto parece muerto, aunque sus promotores aseguran que los contratos siguen vigentes. Es verdad que esta situación no favorece a nadie. Pero, al mismo tiempo, no hay una solución sencilla a la vista.

3 Si el baloncesto puede, ¿por qué nosotros no?

Hacerse esta pregunta tiene su lógica. Desde hace años, los clubes manejan la Euroliga de baloncesto con un formato similar al planteado esta semana para el fútbol. Con mucha más libertad y menos ataduras ante las federaciones. Es que ya ni paran la competición cuando hay partidos de selecciones, que ahora se juegan las clasificatorias para el Mundial o el Europeo con los equipos B o C.

Lo que no esperaban los clubes de fútbol es que la respuesta fuera tan diferente en su caso. Y ahora se estarán preguntando: ¿por qué?

La respuesta corta es que la importancia del fútbol y del baloncesto a nivel social, en Europa, no es ni parecida. Uno es un deporte más, un entretenimiento. Lo otro es el mayor espectáculo de masas del Viejo Continente. De hecho, ¿qué porcentaje de españoles ni siquiera saben que en la champions de baloncesto hay equipos preclasificados?

Pero hay otro factor: la Euroliga es el pariente pobre de la NBA. El movimiento de los clubes de baloncesto estuvo en parte motivado por el intento de mitigar la sangría. No impedirla, porque es imposible; pero hacerse un poco (muy poco) más fuertes. Por pena o por desconocimiento, el público aceptó el nuevo formato. En fútbol no hay, por ahora, una NBA que valga. Los grandes clubes europeos parecen todopoderosos y, aunque parezca paradójico, por ahí se intuye una pequeña debilidad: precisamente porque son tan fuertes, los aficionados no quieren que tengan todo el control. Esta semana una de las fuerzas motoras de la protesta era esa idea tan romántica de "el futbolero de a pie que pone contra las cuerdas a Florentino o Agnelli".

4 ¿Cuándo llegará la amenaza china o norteamericana?

Quizás sea la pregunta que Florentino o Agnelli no se atrevan a hacer en voz alta, pero que les encantaría que escuchasen sus fans.

No hay ninguna ley natural que obligue a que la competición más poderosa del fútbol se juegue en Madrid, Milán, Londres o Munich. ¿Podrían los chinos o los japoneses o los norteamericanos montar una liga con más ingresos y empezar a llevarse a las estrellas europeas? "No", dicen algunos, "eso es imposible". ¿Por qué? Si a los chinos o a los norteamericanos de ascendencia hispana les encanta el fútbol (y les gusta mucho)... por qué van a seguir viéndolo vía satélite, a las 2.00 de la madrugada. Lo que querrán es que los equipos de sus ciudades sean mejores.

Con clubes europeos más ricos, ese peligro no desaparece, pero se minimiza. Por ahora, se han limitado a fichar estrellas en el ocaso de su carrera; pero eso podría cambiar en cualquier momento.

5 ¿Alguien quiere ver una final de Champions entre el Leicester y el Lille?

No, no queremos; pero cuando nos preguntan decimos que sí.

El G-12 parte de una realidad: uno de los peligros del deporte como producto televisivo es el resultado. Y las sorpresas. Algo mucho más presente en el fútbol que en otras disciplinas, porque el fútbol es el deporte en el que más se igualan las fuerzas de los equipos (porque los partidos se deciden a pocos goles, porque al jugarse con los pies la precisión es mucho menor, porque defender es más fácil que atacar...)

La retórica de las tertulias futboleras dice que "fútbol es fútbol", que es "la magia del deporte", que es lo que hace que sea "tan especial"... Pero no nos hagamos trampas al solitario: las televisiones pagan por audiencias. Y las audiencias se multiplican cuando los que juegan las competiciones son los favoritos y los equipos con más historia.

Audiencias de las dos finales de la Copa del Rey celebradas este mes de abril:

  • Sabado 3. Athletic - Real Sociedad. Resultado 0-1. Audiencia: 4.496.000 espectadores y 27,3% de cuota de pantalla
  • Sábado 17. Athletic - FC Barcelona. Resultado 0-4. Audiencia: 6.023.000 espectadores y 35,1% de cuota de pantalla

En teoría, el derby vasco fue más atractivo para el espectador: más igualado desde el principio, resultado ajustado hasta el final del partido... Pues bien, tuvo mucha menos audiencia y eso que la última media hora de la goleada del Barça seguro que perdió muchísimos espectadores. Por supuesto, la diferencia habría sido muy superior si la final hubiera sido Barça-Atlético de Madrid, Real Madrid-Atlético o, sobre todo, Barça-Real Madrid.

La lógica de la Superliga era asegurar a las teles que siempre estarían los clubes más famosos. Porque estarían clasificados, porque jugarían más partidos entre ellos y porque el formato de competición les favorecía. Y las teles pagarían más con esa seguridad. Pero los aficionados, los periodistas y los políticos han dicho que eso no les gusta. Si el año que viene, el Leicester y el Lille terminan en semis... veremos qué dicen las audiencias.

Las preguntas que no se hizo

6 ¿Cómo van a ponerse los aficionados del lado de la UEFA?

Lo más paradójico de la semana es ver cómo la UEFA y la FIFA, dos de las instituciones más opacas, elitistas y con más sospechas de corrupción del planeta, se posicionaban como las campeonas del fútbol base, de los socios y de los clubes modestos.

Ahí falló estrepitosamente la campaña de comunicación del G-12. Y todo fue porque se incidió mucho en el carácter cerrado de la Superliga. ¿Quitarse de enmedio a UEFA y FIFA? Intuimos que al 90% de los aficionados no sólo no les importaría, sino que pagarían por ello.

¿Había alternativas? Sí. Por ejemplo, una superliga dirigida por los clubes, pero sin plazas fijas. Con otro formato de competición: por ejemplo, más rondas previas entre los equipos de ligas menores para asegurar una fase final con menos equipos y más enfrentamientos entre los grandes. Incluso, con un factor de corrección; por ejemplo, unas pocas plazas reservadas a los equipos con mejor clasificación de las últimas 10 temporadas (si el Barça un año se desploma en liga, entraría por esta puerta de atrás).

Opciones hay muchas, pero todas pasaban porque aquello no pareciera una NBA cerrada. La UEFA se aferró al "espíritu deportivo". Y, aunque parezca un sarcasmo, con eso ganó la apuesta.

7 ¿A la gente le importan las ligas nacionales?

Sí, más de lo que parece.

La Superliga suena a Euroliga de baloncesto también aquí. Y no nos engañemos, desde que existe, los grandes clubes tratan a la ACB como una competición de segunda. ¿Hay que dar descanso a la estrella? Para eso está la liga nacional.

En fútbol, esto no es tan sencillo. En parte por lo que decíamos antes: es un deporte mucho más dado a las sorpresas. Si Messi o Benzema no juegan ¿cuántos puntos se dejarían por el camino Madrid y Barça? Pues muchos más que ahora.

Además, en fútbol no hay playoffs. Si Madrid o Barça de baloncesto se despistan un año y terminan la temporada regular en cuarta, quinta o sexta posición. ¿Es eso un drama? No es muy probable que ocurra, pero tampoco sería muy grave. En las eliminatorias por el título sacan todo su arsenal y asunto resuelto. Pero en La Liga no hay playoffs. Si un equipo se deja ir, será penalizado en la clasificación. Con Superliga, eso daría igual de cara al año siguiente.

8 ¿El fútbol es de los aficionados?

Llama la atención que fueran precisamente City y Chelsea los primeros en bajarse del carro. Y que sus hinchas rodeasen sus estadios gritando que el fútbol les pertenece a los fans.

Hace veinte años, City y Chelsea eran equipos de nivel medio en la liga inglesa. Con menos currículo y palmarés que, por ejemplo, Everton, Aston Villa o Leeds. Si el fútbol fuera de los aficionados y no de los oligarcas que compraron esos clubs (oligarcas, por cierto, con una fortuna en ocasiones de procedencia dudosa) City y Chelsea quizás estarían luchando con el Crystal Palace por alejarse del descenso, De Bruyne jugaría en el Barça y el United llevaría 15 derbys seguidos sin perder. Otra paradoja de esta semana: los dos únicos clubes que de verdad sí son de sus socios (Real Madrid y FC Barcelona) son los que más han apostado por la Superliga. Y los primeros que abandonaron el barco son los que pertenecen a los jeques o los fondos de inversión.

9 ¿De qué lado se pondrán los jugadores?

Quizás pensaban que apoyarían a los que les pagan. Pues no, o se han callado o han optado por la versión más populista.

Y cuidado, para sus intereses a medio plazo puede ser lo mejor. Como decíamos antes, una de las primeras consecuencias de la Superliga serían los límites salariales. Probablemente también normas comunes para los agentes, comisionistas, patrocinadores personales, etc... Y los jugadores tendrían que tragar porque su poder de negociación se desplomaría.

Los salarios importan en cualquier profesión. Si mañana los arquitectos pasaran a cobrar un 50% menos que ahora, habría muchos chicos que dejarían la carrera y muchos estudios que cerrarían. Pero también son importantes las opciones alternativas. Imaginemos por un segundo que los clubes de fútbol pudieran recortar los sueldos que pagan en un 90%. Y que lo hicieran todos de forma coordinada: las grandes estrellas que cobran 20-30 millones netos, pasarían a un par de millones. Repetimos: si todos los clubes de todas las competiciones lo hicieran a la vez. ¿Cuántos jugadores dirían? "Pues dejo de jugar". ¡Ni uno! Porque ese sueldo seguiría siendo mucho más alto que su mejor alternativa fuera del fútbol

Los límites salariales no llegarían a tanto, pero sí reorganizarían los ingresos. Más para los clubes (recuerden el punto 1 y lo de los márgenes) y menos para jugadores, entrenadores o agentes.

10 ¿Podemos vivir sólo de la Superliga y ser la NFL europea?

No. Para Madrid o Barça sería una gran noticia incrementar los ingresos de las competiciones europeas. Pero si esa subida llega a costa de destrozar las ligas (o si son expulsados de las mismas), estarían haciendo un pan con unas tortas porque siguen ganando mucho dinero de las competiciones nacionales.

El problema es que el equilibrio es complicado. Para empezar, por lo que decíamos antes de los aficionados (también los suyos) que quieren seguir con sus ligas de toda la vida. Una Superliga cerrada iría empequeñeciendo poco a poco la importancia de las competiciones domésticas. Ahora nos parece muy lejano, pero a lo mejor en 15-20 años, quedaban como campo de pruebas para el equipo B, el lugar en el que rotar jugadores, probar a los jóvenes o dar minutos a los lesionados cuando se recuperen.

Cuando se habla de ir hacia un modelo de negocio tipo NBA o NFL, se olvidan muchos aspectos. En primer lugar, que allí no hay descensos, pero sí hay normas para igualar a todos los equipos (desde el draft hasta los límites de gasto). ¿Se puede mantener un modelo de liga cerrada sin esos contrapesos? Y los clubes son franquicias, propiedad de un empresario que, si no hace caja, incluso puede llevarse el equipo a otra ciudad. Además, estas ligas cerradas tienen un problema del que habla mucho la prensa especializada americana: la temporada regular cada vez despierta menos interés. En Europa, los descensos ponen picante al campeonato: ya sea porque está luchando por plaza en competición europea o por alejarse de la zona peligrosa, ningún equipo puede relajarse en febrero y pensar que ya no compite por nada. Y como no hay playoffs, los de arriba tampoco pueden despistarse.

Otra cuestión importante, la liga profesional más exitosa del mundo en los últimos 30 años, la NFL, también es una de las más contenidas: sólo 16 partidos de temporada regular por franquicia (aunque justo este año, tras mucha polémica, van a subir a 17). Muchos analistas apuntan que el fútbol puede estar muriendo de éxito, con la proliferación de competiciones, de clubes y selecciones, que no interesan a nadie. Ahí tenemos otro elemento de tensión: ¿Estarían dispuestos los modestos a pasar a una liga española de 16-18 equipos para hacer hueco a una Champions ampliada?

Y dos preguntas sin respuesta

10+1 ¿Cuál es el futuro del deporte televisado?

La televisión ya no es lo que era. Un informe del World Economic Forum asegura que el valor de los derechos televisivos del deporte han caído un 15% en los últimos dos años. Los jóvenes tienen otras opciones (Netflix, HBO, Youtube, videojuegos) mucho más baratas. Un paquete televisivo de deportes completo en España puede superar fácilmente los 100 euros al mes; por menos de la décima parte de esa cifra, uno puede suscribirse a una plataforma de series con contenido que parece ilimitado.

El modelo actual del deporte se basa en la televisión de pago. Es lo lógico porque es lo que dispara los ingresos a corto plazo. Pero, cuidado, lo hace a cambio de reducir la base de aficionados a medio plazo: si su familia no tiene fútbol de pago, un chaval joven nunca se aficionará a ese deporte. Y lo mismo puede ocurrir a chicos que crecieron con el fútbol pero dejaron de verlo cuando se independizaron y tuvieron que recortar gastos en su nueva casa. No sabemos cuánto ingresan los equipos de motociclismo o Fórmula 1 ahora mismo: lo que sí es evidente es que su impacto social y el atractivo para los patrocinadores es una mínima parte de lo que era hace 10-20 años, cuando las carreras se emitían en abierto.

10+2 ¿La clave del éxito deportivo está en la billetera?

Aquí responde un redactor aficionado a la economía y al deporte. Y sí, está claro que fichar a los mejores es una ayuda. Pero no olvidemos una cuestión evidente: los equipos más exitosos y consistentes de los últimos 20-30 años no siempre han sido los que han hecho los fichajes más espectaculares o caros (que se lo digan al Manchester United post-Ferguson).

Hablamos del United de Ferguson, el Bayern Múnich desde el año 2000, el Barça de Guardiola o el Madrid de Zidane. ¿Todos ellos ficharon caro y se hicieron en el mercado con algunas grandes estrellas? Sí. Pero el esqueleto del equipo lo formaban jugadores de cantera (Messi, Xavi, Iniesta, Busquets...) o fichados muy jóvenes (Ramos, Benzema, Marcelo, Casemiro...) con compromiso e identificación con el club que les pagaba. Acumular cromos llamativos no tiene por qué ser, ni mucho menos, la única forma de competir en este mundo tan globalizado.

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