Que contemos 120.000 fallecidos, la mayor caída del PIB de nuestra historia reciente (10,8%), casi un 11% de déficit público y una deuda salvaje del 120% del PIB (debemos recordar que firmando el tratado de Maastricht nos comprometimos a un 60%) es el reflejo de quien no sabe gestionar ni la salud, ni la economía. El desastre sin paliativos que suponen estas cifras adquiere dimensiones aún mayores si tenemos en cuenta que Madrid, la región con mayor peso económico en el país, lleva meses luchando a contracorriente, creciendo al 4,4% y salvando al país de una situación que sería catastrófica.
Seguro que muchos de los lectores mantienen en su retina los titulares de periódicos y las noticias en medios de comunicación masivos hablando, en primer lugar, de una recuperación en “forma de V”, que después se convirtió en “lámpara de Aladino”, y que actualmente es un túnel del que no se ve la salida.
Hay dos factores que apoyan el pesimismo sobre el estado de situación de la economía española:
El primero lo reflejan los datos de actividad económica que continúan siendo los más débiles de toda la Eurozona. No sólo es que sectores clave, como el automovilístico o el turístico, sigan registrando cifras negativas de doble dígito. Es que, incluso en una recuperación impulsada fundamentalmente por el sector industrial, como la que estamos viendo en todo el mundo, España registra las cifras más bajas.
Si a ello le sumamos las dudas crecientes sobre la recepción de los fondos europeos, la realidad es que tendremos que celebrar una tasa de crecimiento en 2021 que llegue al 4%. La vuelta a la destrucción económica en el primer trimestre del año, de hecho, ya es el escenario base para el Banco de España, entre otros muchos analistas, y aún queda por ver el impacto que tendrá esta difícil situación en el mercado laboral español.
La realidad es que España ha sumado una nueva revisión a la baja en sus expectativas de crecimiento por parte del consenso de analistas, y ya concatena 3 de los últimos 4 meses en esta dirección.
El segundo elemento es la “calidad” de nuestro crecimiento económico. La mayor caída del PIB de la Eurozona es consecuencia, entre otras cosas, del mayor déficit y de la receta fallida de acudir al gasto improductivo para tapar la incapacidad de gestión.
La izquierda intervencionista y liberticida lo llamó en su día “escudo social”. A la luz de las cifras fue tan sólo una enorme campaña de marketing que ha dejado a 5 millones de españoles subsidiados y a la economía nacional con buena parte de sus motores clave gripados.
El gobierno afirma que el gasto extraordinario al que ha tenido que hacer frente por el Covid ascendió en 2020 a 45.000 millones de euros. De ellos, 21.500 fueron destinados a ERTE y prestaciones por cese de actividad. O, dicho de otra manera, a subvencionar los empleos y las empresas que ellos mismos destruyeron vía ERTE.
La otra mitad fue destinado a gasto sociosanitario y a “resto de gastos Covid”, una partida de 7.312 millones de la que no sabemos absolutamente nada.
La gran pregunta, a la luz de los datos, es: ¿Y qué hay de las ayudas a PyMEs y autónomos? La respuesta, en el propio documento de ejecución presupuestaria remitido por el Ministerio de Hacienda, es un silencio atronador.
Porque no debemos consentir engaños. Los 5.700 millones de euros destinados a prestaciones para autónomos y a las exoneraciones de las cuotas a la seguridad social de las que se han beneficiado dichos prestatarios no es ninguna ayuda, ni compensación. Es un subsidio a la miseria a la que les ha abocado el propio Gobierno de España.
Esto, por no hablar de que 5.700 millones de euros no es ni el 0,6% del PIB español. Si somos generosos y sumamos los 7.000 millones que han aprobado recientemente obtenemos unas ayudas al tejido empresarial del 1% del PIB. Tardías, insuficientes y que excluyen a buena parte de nuestro tejido productivo.
No es de extrañar, por lo tanto, la destrucción de más de 100.000 empresas y la recuperación inexistente de los que están llamados a sacarnos del enorme agujero en el que nos está metiendo el presidente Sánchez y su larga lista de Ministros.
La realidad empresarial, según el propio Banco de España, es muy dura: Los ingresos han caído un 20%, el beneficio operativo casi un 40% y el beneficio neto un 50% por los menores beneficios financieros.
No es de extrañar, por lo tanto, que la seguridad social cerrara 2020 con el mayor déficit de su historia: El 1,8% del PIB. De hecho, cada vez que les digan que la Seguridad Social es un ente autónomo y finalista y que hay que poner nuevos impuestos para financiarla recuerden dos cosas: 1) Las cotizaciones también son impuestos porque tienen carácter coercitivo; y 2) Ya estamos financiándola con impuestos. Concretamente, con 22.000 millones de euros en 2020.
La gran pregunta, incluso para los burócratas que invaden el Consejo de Ministros es: ¿Hay alguna recuperación posible sin empresas que generen empleo y riqueza? Les doy una pista: El consenso de analistas continúa viendo a España como el país con mayor tasa de paro y de déficit de toda Europa en 2021.
El modelo de crecimiento socialista en España es claro: Intervencionismo, liberticidio, generación de redes clientelares y facturas a pagar por las siguientes generaciones.
La estrategia para atajar la crisis que estamos siguiendo en España no funciona. Lean este artículo de Diego de la Cruz. Los estudios científicos ya demuestran que los confinamientos no son la herramienta más efectiva (y dudo que tan si quiera sea eficaz) para frenar los contagios.
En París los bares, restaurantes y lugares de ocio llevan cerrados desde el 30 de septiembre. Francia está siendo uno de los países más restrictivos en esta tercera ola. ¿De qué le está sirviendo? Tienen una incidencia acumulada disparada (más de 500 casos por habitante) y su sistema sanitario está colapsado. Algo similar ocurre en muchas regiones españolas, aunque en menor medida por tener menos densidad de población.
El camino lo muestra la Comunidad de Madrid: Test masivos, sistemas de monitorización de las aguas residuales, incremento de la capacidad hospitalaria y restricción de movilidad de forma quirúrgica, sólo en los lugares con mayor incidencia. Sólo así podremos salvar a nuestro tejido empresarial de su encefalograma plano y comenzar a pensar en la recuperación económica. De cualquier otra manera, cuando consigamos la inmunidad de rebaño España será un erial con serias dificultades para germinar.
Porque la libertad, en cualquier momento del planeta y de la historia, siempre ha llevado a la prosperidad.