A mediados de la pasada década, cuando la economía iba como un tiro y la renta per cápita no paraba de crecer, surgió en la región de Murcia un kolectivo (izquierdista, por supuesto) que agrupaba a lo más granado de los llamados ‘movimientos sociales’. Su tarea en aquellos momentos era provocar un frenazo de la economía impidiendo la creación de infraestructuras destinadas al turismo, al que achacaban todos los males que ha de sufrir la madre Gaia. En Murcia gobernaba el PP y, por supuesto, el kolectivo alcanzó todos sus objetivos militares, de tal manera que los populares dieron marcha atrás a proyectos tan emblemáticos como el de Marina de Cope, un lugar privilegiado que iba a convertirse en un residencial puntero a nivel internacional y que, gracias a la izquierda local, quince años después conserva intactos todos sus valores medioambientales: invernaderos ilegales, abundante maleza y vertederos a tutiplén.
El eslogan de este kolectivo era “La Región de Murcia no se vende” y su símbolo, una cabra. Una cabra de raza granadina que ahora es murciana, tras descubrir una variante genética que hace a las cabras de esta zona una especie endémica a proteger. Lo que viene a ser un hecho diferencial.
Desde entonces, la izquierda quiere para Murcia un cambio de modelo productivo. También el PP, que, como es bien sabido, es el PSOE con cinco años de retraso. El modelo es la cabra. No se sabe bien si el símbolo indica que la economía del sureste español debe centrarse en explotación del ganado caprino o que todos debemos ser como la cabra, un animal pacífico, ecofriendly, con gran conciencia social y rica vida interior, al que jamás se le ocurriría dar permiso para construir un residencial.
El ejemplo se ha extendido y la izquierda exige para toda España un “cambio de modelo productivo” del que solo sabemos que pasa por arrasar el turismo, precisamente un sector donde España destaca holgadamente a nivel mundial. Por lo demás, nadie sabe en qué consiste exactamente el nuevo modelo productivo promovido por los comunistas, aplaudido por los sociatas y aceptado por los populares, pero, viendo a los patrocinadores, es evidente que está mucho más cerca de la mugre alternativa que de la excelencia empresarial.
En Madrid, la cosa bolivariana defiende en estas elecciones una economía alternativa que la pistolera errejonita ha resumido magistralmente en una frase que todos los podemitas deberían tatuarse inmediatamente en una nalga (la izquierda, claro): no queremos ser el 100 Montaditos de Europa.
No quieren ser un modelo económico de éxito, extraordinaria competitividad y gran proyección internacional, los tres valores que representa esa marca, sino un reservorio de okupas, manteros y alternativos como Barcelona, su referente económico, político e intelectual. Solo les falta la cabra. Sus hermanos del sureste se la deberían prestar.