La vacunación contra el nuevo coronavirus avanza a ritmo de tortuga. Solo se han suministrado 14 dosis por cada 100 habitantes —y no olvidemos que las vacunas disponibles requieren de una segunda inyección—. Al ritmo actual, la vacunación apenas alcanza a 0,23 de cada 100 habitantes y, de hecho. En total, solamente se han suministrado 6,62 millones de dosis y apenas un 4,9% de los españoles está plenamente inmunizado.
Partiendo de la base de que la situación actual es desastrosa, ¿hay algún clavo al que aferrarnos? Quizá la mejor noticia dentro del fiasco generalizado que está suponiendo la lentísima campaña de vacunación es la referida a los resultados que está arrojando la inmunización entre el segmento de edad más afectado por la letalidad asociada al covid-19: los ciudadanos de mayor edad.
Si repasamos el último informe semanal del Sistema MoMo, que mide la evolución de la mortalidad a partir de las tendencias históricas observadas en los diez últimos años, encontramos que la pandemia del covid-19 ha provocado un aumento de los fallecimientos equivalente a 82.640 decesos adicionales.
De esta cifra, unas 77.820 muertes se han producido entre los mayores de 65 años, lo que supone el 94,2% del total del exceso de mortalidad observado durante la pandemia. Desagregando los datos, el grupo de 75 años en adelante concentra parte importante de estos fallecimientos. Hablamos de unos 67.266 decesos, que suponen el 81,4% de todas las muertes adicionales registradas desde el estallido de la pandemia.
Así las cosas, con estos datos encima de la mesa, parece evidente que, más allá de lo importante que es generalizar la vacuna e inmunizar al grueso de la población, quizá lo más urgente es suministrar todas las dosis disponibles a los grupos de mayor riesgo, que son los mayores de 65 años y, especialmente, los ciudadanos de más de 75 años.
Como ya explicó Libre Mercado, los datos de países como Israel o Reino Unido nos permiten comprobar a la perfección la efectividad de las vacunas. Puesto que su vacunación ha sido mucho más acelerada y los grupos de mayor riesgo ya tienen una inmunidad casi total y absoluta ante el covid-19, las cifras de contagiados han tendido a la baja y las de hospitalizados y fallecidos se han desplomado.
En España vamos muy por detrás, pero el hecho de que la vacunación se concentre entre los mayores ya empieza a tener resultados. Por ejemplo, si repasamos los datos del IMSERSO sobre la vacunación en residencias, encontramos que el porcentaje de centros que tiene al menos a un mayor enfermo por covid-19 ha caído del 8-9% registrado a mediados de enero al 0,3-0,5% registrado en la actualidad.
Si nos fijamos en los positivos o en los fallecimientos sucede algo parecido. A mediados de enero, la cifra de positivos confirmados en estos centros se movía entre los 4.500 y los 5.000. En la actualidad, este dato se ha desplomado hasta moverse entre los 60 y los 90 infectados. Por otro lado, el número de residentes fallecidos ha descendido de 500-800 a mediados de marzo a 20-40 en las últimas semanas.
Esta evolución tan favorable permite aventurar una fuerte caída de la letalidad del covid-19 que se materializaría antes de verano, cuando el alcance de la vacunación, por magro que sea, llegue al menos al grueso de los mayores de 65 años y, especialmente, de los ciudadanos de más de 75 años.
Madrid y Canarias, los mejores datos
Por otro lado, si comparamos el número de ciudadanos que viven en residencias de mayores (unos 281.709 en las diecisiete comunidades autónomas) con el acumulado de fallecimientos que se han dado en dichos centros (unos 18.960, que suponen casi un cuarto del exceso de mortalidad), encontramos que Canarias y Madrid tienen el ratio más bajo de muertes en residencias (1,1% y 3,9%). En promedio, el covid-19 se ha cobrado la vida del 6,7% de los españoles que vivían en centros de mayores. Los porcentajes más altos son los de Andalucía (11,5%), La Rioja (10,3%) y Comunidad Valenciana (8,5%).