El viernes pasado una caída del sistema, atribuida a un problema técnico, dejó a millones de usuarios sin acceso a algunas de las plataformas de redes sociales más populares, como Facebook, Instagram o Whatsapp.
Hace dos semanas se conocía un ciberataque al SEPE que ponía en riesgo la posibilidad de tramitar los pagos previstos e imposibilitaba a los usuarios realizar múltiples gestiones con la entidad estatal. A principios de mes, el incendio sufrido en uno de los principales centros de datos europeos situado en Estrasburgo ponía en jaque la seguridad y la posibilidad de seguir operando de numerosas webs, e-commerce y un gran abanico de negocios digitales.
Esto, advierten diversos expertos consultados, es una muestra de lo que puede pasar con nuestras finanzas si las confiamos en exceso a la digitalización. La actual guerra contra el efectivo emprendida desde diversos frentes, insisten, puede llevar a una sobredependencia tecnológica que haga nuestro sistema más vulnerable.
El refugio que la población percibe en el efectivo se hace especialmente relevante en momentos de crisis, catástrofes naturales o tiempos de incertidumbre, como el vivido con la pandemia que ha llevado a incrementar el efectivo en circulación. En 2020 el efectivo en circulación creció en un 11% respecto a 2019, según BCE, datos que confirman la confianza que la población sigue otorgando al dinero en metálico.
La coexistencia de los métodos digitales con el dinero físico, tal como aboga el Banco de España, cobra fuerza especialmente cuando las tecnologías siguen demostrando vulnerabilidades y el efectivo mantiene la preferencia del público y continúa protagonizando la gran mayoría de transacciones en la zona euro.