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Domingo Soriano

El problema no son las 32 horas, el problema es Errejón

Dicen que a quien tiene un martillo todo le parece un clavo. Para quien nunca trabajó en el sector privado, los martillos y los clavos ni existen.

Dicen que a quien tiene un martillo todo le parece un clavo. Para quien nunca trabajó en el sector privado, los martillos y los clavos ni existen.
El portavoz de Más País, Íñigo Errejón durante una protesta en defensa de la sanidad pública madrileña. | EFE

Un amigo, un poco malvado, me decía el otro día que lo que no hemos entendido es que para Íñigo Errejón, lo de proponer trabajar 32 horas a la semana en realidad es "arrimar el hombro en tiempos difíciles".

No tengo ni idea de si el líder de Más País se lo curra como parlamentario o se pasa el tiempo en el sofá jugando al Fornite y viendo Netflix. Pero cada día tengo más claro que la experiencia personal es tan importante en política como la ideología que traes de casa.

Probablemente no ha habido ningún período más estresante en la vida profesional de Errejón que el de la fundación de Podemos en el primer semestre de 2014. Meses de muchísimo trabajo sin, además, saber si ese esfuerzo iba a dar sus frutos o aquello se quedaría en nada. Y en mitad de esa incertidumbre, un amigo saca una plaza que parecía diseñada para él, a la que no se presenta nadie más y en la que le pagan más de 1.800 euros al mes sin ninguna obligación concreta asociada: era "un contrato de investigación con cargo al proyecto La vivienda en Andalucía. Diagnóstico, análisis y propuestas de políticas públicas para la desmercantilización de la vivienda". Sí, aquello apestaba a lo que apestaba: Errejón tenía que trabajar (y mucho) en Podemos, un partido nuevo que necesitaba de sus horas pero no le podía garantizar un sueldo; y un amigo, desde un organismo público, le ayudó con lo segundo (el salario) sin molestarle demasiado en lo primero (quitarle las horas que necesitaba el partido).

Más allá de la discusión sobre si esto es corrupción o no, el resumen de la experiencia es: cuando lo necesitó, allí había dinero público facilito para ayudarle. Luego que no nos extrañe lo que propone en su programa electoral. Es lo que ha vivido. Dicen que a quien tiene un martillo todos los problemas le parece que tienen forma de clavo. Para quien nunca ha trabajado en el sector privado, los martillos y los clavos ni existen.

En estas semanas, coinciden el anuncio de la puesta en marcha de un proyecto piloto por parte del Gobierno, dotado con 50 millones de euros, para ayudar con cargo a los fondos europeos a las empresas que instauren la jornada de 32 horas (desde Más País lo han celebrado como su mayor triunfo de la legislatura; y lo es) con otras dos noticias que no está muy claro dónde encajar:

  • la primera, retuiteada por el mismo Errejón, es de El País y nos dice que "Microsoft disparó un 40% la productividad de su división en Japón tras reducir la semana laboral a cuatro días";
  • la segunda ha sido todavía más comentada: nos referimos a ese titular sobre las interminables jornadas en Goldman Sachs (más de 95 horas a la semana, según los denunciantes) y la petición de algunos de sus trabajadores de reducir el horario a 80 horas semanales. En este caso, el comentario ha sido del enemigo íntimo de Errejón, su exjefe Pablo Iglesias, que tuiteaba un irónico "¿Comunismo o libertad?" junto al titular

A mí éste es uno de los temas que más me interesan y sobre los que más he escrito en los últimos dos años, antes de que esta propuesta estuviera sobre la mesa. En primer lugar, porque no siempre somos conscientes del cambio social y económico que supone que estemos trabajando menos de la mitad (y en condiciones mucho mejores) de lo que nuestros abuelos y bisabuelos trabajaban hace un siglo.

Luego está el debate económico sobre cómo de perdurables son esas ganancias de productividad: en la primera semana tras implantar las 32 horas, trabajaremos todos más, eso es seguro. Y con más ahínco si, además, somos unos privilegiados y nuestra empresa es la única que lo ha implantado. Estoy 100% convencido de que a los seis meses, la mayoría de las oficinas (esto no vale para otro tipo de empleos) que implantasen las 32 horas en este proyecto piloto habrían ganado productividad, quizás la suficiente como para compensar la reducción del horario. Pero la pregunta es si eso se mantendría diez años más y una vez se generalice en todas las compañías... o volveríamos a nuestros hábitos previos, pero fichando menos horas.

Y en tercer lugar, por un fenómeno interesantísimo, que es en parte económico, pero también social: la separación que se está produciendo en el primer mundo, entre trabajadores-sectores-países que alargan su jornada y aquellos que la acortan. En 1960, los trabajadores alemanes acumulaban 250 horas más en el tajo al año que los norteamericanos (2.181 horas los germanos frente a 1.934 horas los estadounidenses). En 2017, la diferencia es de 300 horas... pero en sentido contrario: 1.757 horas en EEUU por trabajador y año frente a 1.354 horas en Alemania. Para el que quiera investigar más sobre el tema, aquí las estadísticas de Our World in Data: una base de datos siempre excepcional y que en este punto recoge cifras especialmente interesantes.

En Holanda (y es verdad que todavía es la excepción), ¡más del 50%! de sus empleados tiene un trabajo a tiempo parcial según las cifras de Eurostat. En Suiza, Alemania, Noruega o Austria superan el 25%. Y con un matiz importante: al revés de lo que ocurre en España, en estos países la gran mayoría de los trabajadores con un empleo a tiempo parcial lo son de forma voluntaria (aquí es al contrario y muchos declaran que no tienen otro remedio pero querrían trabajar más).

Por eso, lo más llamativo de esta semana no ha sido el motivo de queja (las 95 horas) sino el colectivo que la planteaba (algunos empleados de Goldman Sachs). ¿Tiburones de las finanzas del mundo, uníos? ¿Es éste el nuevo lumpemproletariado? Y una pregunta que nos hemos hecho todos: si no les gustan sus horarios o condiciones... ¿por qué no se marchan a otro sitio? Cada día más, al menos en los países occidentales, el ejemplo del trabajador sobrepasado por sus obligaciones y que acumula jornadas interminables apunta al empleado de primer nivel y máxima cualificación: ahora son los ricos, y no los pobres, los que están 80 horas en el tajo. Una paradoja muy curiosa y sobre la que podríamos debatir desde múltiples perspectivas.

La izquierda 'cuqui'

Tanto en la propuesta de las 32 horas como en las reacciones a lo de Goldman Sachs confluyen los tres mismos errores de análisis, muy propios de la izquierda cuqui que quiere representar Errejón en España, algo para lo que creo que está mejor posicionado que Iglesias (y es lo que tiene futuro: no hay más que ver el crecimiento de este tipo de partidos en toda Europa; pero el análisis electoral lo dejamos para otro día). Ecologista pero que no se pregunta cómo y de qué materiales se fabrican sus placas solares; anticapitalista durante la tertulia en el after-work malasañero, pero tampoco mucho, porque en realidad "Venezuela no es nuestro modelo"; tan preocupado por la desigualdad o la pobreza que lo único que hago en mi vida para remediarla es votar a la izquierda; y tan concienciado con la educación pública que me cambio de barrio cuando tengo mi primer hijo para pagar con la hipoteca una plaza en el mejor colegio público de mi provincia (y eso si a los 8 años no me lo llevo a la concertada o privada religiosa y les digo a mis amigos que "todo el mundo tiene sus contradicciones"). Y que cree que los impuestos, la tecnología o la riqueza caen del cielo y que el nivel de vida del que disfruta ese Occidente que tanto desprecia es algo así como una consecuencia inevitable de la historia.

Por ejemplo (primer error), tuitear la noticia de Microsoft como si te diera la razón en tu intención de poner una ley de 32 horas para todos. Como si fuera lo mismo ir de abajo a arriba (prueba y error, cada empresa a su ritmo, diferencias entre sectores-ocupaciones-empleos) que de arriba a abajo (todos hacemos lo mismo, desde mañana, porque lo dicen los que han hecho un informe sobre mi ensayo de laboratorio de 3 años y 50 millones de euros).

Es al revés: lo que nos dice esa noticia es que la tendencia general que hemos experimentado en los últimos 150 años (menos horas y trabajos menos exigentes desde un punto de visto físico) continuará en las próximas décadas gracias a las empresas y a los trabajadores, no a los políticos.

El segundo error es suponer que una ley nos tiene que decir a todos cómo trabajar. Como si todos quisiéramos trabajar igual. De los empleados de Goldman que trabajan 95 horas y están encantados (y son la mayoría; los que han generado los titulares son unos pocos, es una obviedad que los que forman la plantilla de los grandes bancos de inversión están allí porque quieren) a los holandeses que escogen un horario de 9:00 a 15:00 hay una línea recta marcada por sus decisiones. De unos y de otros. Al socialismo siempre le han gustado las soluciones facilonas: directas, sin opciones, únicas... y equivocadas.

En el caso de la España actual, además, sería dramático: esto de las 32 horas le dice algo al trabajador de oficina. Ahí sí tiene algún sentido el debate sobre si sería más productivo con una jornada más corta. En un bar, un reparto a domicilio, una obra o una tienda, la idea es absurda: en todos esos trabajos (y aunque Errejón no lo crea, son la mayoría en nuestro país) te pagan en buena parte por estar y por atender a tus obligaciones durante ese tiempo. Y no, no vas a vender un 20% más de zapatos si te quitan un día a la semana. Lo único que perderás es sueldo, porque si la empresa tiene que repartir las horas de apertura al público entre más empleados, recortará sus salarios.

Por último, la idea más nociva de nuestra época. Que ni siquiera es un concepto político, sino social y cultural: lo puedes tener todo y lo puede tener ya. Pues no. Si quieres ganar más, tienes que trabajar más. O ser excepcional en algo. Recogíamos antes las estadísticas de horas trabajadas en Europa y EEUU desde hace medio siglo. Podríamos haberlas acompañado de las de ingresos per cápita: también se separan y en la misma dirección. En buena medida, el despegue en ingresos de EEUU respecto a Europa desde 1980 se inicia en la diferencia en las horas que pasamos unos y otros en la oficina. U holandés a 20 horas/semana o de Goldman a 300.000 dólares al año. Pero las dos cosas, no se puede. Otro debate es qué es preferible: yo me quedo con la primera opción y me dan envidia esos países prósperos en los que es tan habitual el modelo a tiempo parcial. Pero no me engaño pensando que puedo ser CEO de una compañía del Ibex currando 25 horas a la semana.

Lo mismo con el orden de los factores, otra falacia recurrente: trabajar 32 horas es la consecuencia final, no el punto de partida. Holanda, Suiza, Alemania o Austria no son ricos por trabajar media jornada. ¡¡Es al revés: algunos de sus ciudadanos trabajan menos de 40 horas porque son países muy ricos!!

Por eso, aquellos españoles que opten por el modelo centroeuropeo lo que deben preguntarse es si el resto de propuestas económicas de Íñigo Errejón nos acercan a esos países. A ver si el problema para alcanzar las 32 horas va a venir precisamente de la misma izquierda que las pide.

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