Ya sé que en el enunciado de estas líneas hay un término proscrito en la España de Sánchez: paro. El presidente corrompe el significado estadístico conminando a las empresas a que frente a un despido haya adscripción a un ERTE; aunque el despido no sea temporal, conviene no alarmar con cifras reales de paro. Ya lo hizo Rodríguez Zapatero al considerar a los parados inscritos en cursos inoperantes o inexistentes trabajadores en formación, nunca parados.
Rendido al encubrimiento, hoy preguntaría: ¿está el Gobierno en un ERTE, o en un ERE, o en un proceso de formación? La última alternativa sería la más propicia para algunos.
El título viene al caso porque a buena parte de los ministros no se les ha visto desde hace muchos meses; y cuando los hemos visto han hecho ostentación de luchas internas, de conflictos, de contradicciones… pero ni un resquicio de gobierno. Gobernar no es abusar del BOE.
El propio presidente, ¿podríamos decir que gobierna? Gobernar, según la Real Academia, es mandar con autoridad o regir algo. Cuando el presunto gobernante, quizá llevado de otros intereses, no manda con autoridad, es obvio que no está gobernando.
Buena muestra de ello es que hasta el que abandona el Gobierno por propia voluntad quiere dejar atado y bien atado –máxima consagrada por los dictadores– a quién pondrá el presidente para sustituirle. Lo malo es que éste no parece muy dispuesto a contrariarle.
Gobernar es otra cosa. Gobernar implica acción, para el bien de la comunidad gobernada. Por eso gobernar no puede ser que, en el primer trimestre, pronto a terminar, la economía de la nación se haya desmoronado, contrayéndose el PIB, para los más optimistas, en un 1,5%. Mientras tanto, peleas, contradicciones, desmentidos…
Gobernar no es que, a estas horas, cuando muchos españoles –autónomos y empresarios pequeños y grandes– que, cumpliendo aquel lema de “donde mejor, en casa”, tuvieron que cerrar sus negocios sigan esperando las ayudas prometidas.
La buena fe del pueblo, que, aunque disminuida, sigue manteniéndose en muchos casos, suponía que aquella política de distribución de ayudas que se había comunicado a Bruselas se había aceptado por la CE y, por ello, llegarían los fondos para su distribución.
Así, no es gobernar que ahora, entre Asuntos Económicos y Hacienda, estén discutiendo cómo distribuir las ayudas, dispuestos a modificar el esperpéntico decreto-ley que sólo pretendía conseguir los fondos.
Una discusión que el rigor calificaría de improvisación, falta de criterio objetivo y, pensando mal –que, según el refrán, lo más probable es acertar–, que el criterio para distribuir sea el amiguismo o el partidismo, dos enfermedades españolas.
Tampoco es gobernar alcanzar seis millones de parados –sin maquillajes– y que las instituciones internacionales consideren que España es el país europeo que peor ha gestionado la pandemia.
Eso, y más, no es gobernar.