Es obvio que negar el virus es absurdo, porque es una evidencia, pero no se trata de eso, sino de que el Gobierno sigue sin gestionar de manera eficiente y coherente, y no es el más indicado para reprendernos, pues parece que toda la culpa de la situación la tenemos los ciudadanos, cuando hemos sido completamente obedientes ante lo que nos decía el Gobierno, lleno de contradicciones. No es de recibo que se maltrate así a la economía, con especial ensañamiento en la hostelería, el turismo, el comercio y el ocio, que constituyen unas ramas de actividad esenciales para la economía española.
Y no lo es porque fue el Gobierno de la nación el que negó que pudiese llegar el virus a España. Fue el Gobierno de la nación el que dijo que habría como mucho uno o dos contagios. Fue el Gobierno de la nación el que no tomó medidas ágiles para evitar los contagios, por motivos puramente políticos para permitir la celebración de la manifestación del domingo ocho de marzo. Fue el Gobierno de la nación el que primero desaconsejó el uso de mascarillas y luego obligó a llevarlas, argumentando con desparpajo que cuando lo desaconsejaron se debía a que no había existencias. Fue el Gobierno de la nación el que no se aprovisionó adecuadamente, el que dejó a los sanitarios sin medios y el que, por su tardanza y negacionismo de la posibilidad de contagio, originó el colapso de la sanidad, que fue lo que multiplicó por cinco o por seis el número de fallecidos. Fue el Gobierno de la nación el que declaró haber derrotado al virus. Fue el Gobierno de la nación el que se fue de vacaciones, endosó el problema a las CCAA, desistiendo de sus obligaciones de coordinación -casi la única razón de ser de ese ministerio al estar descentralizadas las competencias sanitarias- y no hizo nada durante el verano. Y fue el Gobierno de la nación el que en septiembre persiguió a la Comunidad de Madrid atacando lo que dos días antes aplaudía.
Ese mismo Gobierno de la nación, el que también prometió que a finales de año habría buenas noticias en forma de vacuna -Illa, en una entrevista de un periódico-, es el que sigue afirmando que habrá un 70% de la población vacunada para el verano, pero no se le ve ninguna diligencia al respecto, y es esencial que España pueda tener normalidad en el período de verano, porque nuestra economía no aguanta otro verano más sin turistas.
El deterioro ya es muy intenso, como muestra la evolución de estos sectores. De esa manera, en diciembre de 2020 caen todas las ramas de actividad recogidas en el Indicador de Actividad del Sector Servicios: el índice general cae un 10%; el comercio lo hace un 6,8%; el comercio al por mayor, un 9,2%; el comercio al por menor, un 1%; el transporte, un 11%; la hostelería, un 52,7% y las actividades administrativas y auxiliares, un 24,9%.
Si analizamos los datos en el conjunto del año, la caída es todavía más intensa, salvo en la hostelería, que es similar y que muestra la intensidad que esta rama de actividad ha sufrido durante todo 2020.
Y eso tiene su repercusión en el empleo de todo el sector, con una caída en 2020 en todas las ramas de actividad, siendo especialmente duro en la hostelería, donde desciende un 13,3%.
Y si analizamos otra gran rama de actividad del sector servicios, el turismo, que ejerce un efecto tractor tan importante sobre toda la economía nacional, el panorama es desolador, con una caída de turistas internacionales del 84,9% interanual en diciembre, que es del 77,3% en el acumulado del año.
De hecho, si analizamos los cuatro meses que tienen días correspondientes a la estación de verano, vemos que la proporción de turistas internacionales recibidos en 2020 respecto a los que llegaron en 2019 es muy pequeña: un 2,32% en junio, un 24,96% en julio, un 24,15% en agosto y un 12,89% en septiembre.
No podemos repetir un verano así ni mantener las restricciones actuales sobre todas estas ramas de actividad, porque están provocando un daño económico del que será difícil recuperarse ya en estos momentos, de manera que si prosiguen todavía lo será más y nos puede arrastrar a un largo período de estancamiento y desempleo elevado. Eso es lo que hay que evitar, para lo que se necesita una campaña eficiente de vacunación, más sentido común en las restricciones y menos impedimentos para la realización de las actividades económicas. O se logra cambiar o podemos ir hacia un gran abismo económico.