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Cinco lecciones económicas que los 'tigres' del Este podrían enseñar a España

Tras el sorpasso checo, se esconden tres décadas de integración económica en los mercado mundiales y liberalizaciones.

Tras el sorpasso checo, se esconden tres décadas de integración económica en los mercado mundiales y liberalizaciones.
Una imagen de la entrada al barrio de Mala Strana, en Praga. | David Alonso Rincón

A los ingleses no les ha hecho ninguna gracia. Al principio, lo negaban. Luego tuvieron que ir acostumbrándose. Sus vecinos pobres, esos irlandeses que inmigraban a Liverpool o Manchester en busca de trabajo, ahora les miran por encima del hombro, con la suficiencia que da un PIB per cápita, en paridad de poder de compra, que ya está cerca de suponer el doble del británico (no es exageración: según Eurostat, tomando la UE como referencia 100, Irlanda tenía en 2019 un PIB per cápita PPP de 193 frente a un 104 en el Reino Unido).

Pues algo parecido nos ocurrirá a nosotros. No con Portugal (todavía), algo que probablemente sería visto como un drama nacional (aunque no hay nada en la naturaleza ni en el destino que diga que siempre tengamos que ser más ricos que los lusos y hay indicadores que son más favorables en el país vecino en los últimos años). Pero sí con muchos de los países del Este de los que durante años pensamos que estaban condenados a ser los vecinos pobres de la UE, pero a los que cada vez más tendremos que empezar a observar como mínimo en pie de igualdad. La semana pasada ya explicábamos que ese primer titular de "La República Checa supera a España en PIB per cápita" tiene algo de verdad aunque es tan matizable como cualquier otra estadística.

Y también decíamos que sería un error que esos matices nos ocultasen la realidad: países que hace no tanto eran mucho más pobres que nosotros, ahora nos han alcanzado y tienen pinta de que nos superarán. No sólo eso, en esta convergencia hay parte que se puede achacar al buen hacer de estos países, pero otra parte sólo se explica por nuestras carencias.

Pero como queremos ser optimistas, en Libre Mercado nos hemos planteado no tanto qué podemos reprocharnos por estos treinta años no especialmente bien aprovechados, sino qué lecciones podemos extraer para nuestro futuro a medio plazo. Y nos salen las siguientes cinco leccciones.

1 Sí, se puede

Un lema peligroso en la política española en la actualidad. Pero que puede reinterpretarse si lo miramos desde Praga, Tallín o Varsovia.

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En 1991, el Banco Mundial publicaba el cuadro de la izquierda (imagen sacada directamente del PDF de la época, click para ampliar). El país más rico de la región era Checoslovaquia, con una renta per cápita de 3.300 dólares. España, uno de los más pobres de Europa Occidental, estaba en 7.740 dólares**.

A partir de ahí, la mayoría de los países de la antigua órbita soviética han visto cómo se disparaban sus economías, con crecimientos muy considerables y, quizás más importante, sostenidos. Aquí, por ejemplo, The Guardian (no precisamente el diario más pro-capitalista o ultra-liberal del Reino Unido), con datos del Banco Mundial de 2018, comparaba estas economías a los 30 años de la caída del muro y el titular habla de "una edad de oro" y de un éxito "extraordinario. Y es que es así: Polonia acumulaba un crecimiento del PIB del 788% desde 1990, Eslovaquia - 739%, Estonia - 592%, Lituania 577%, Rumania - 514%, Rep. Checa - 506%, etc. Han pasado tres décadas, eso es cierto, pero incluso así los datos son impresionantes.

2 Lo que funciona y 3 Lo que no

No todos los países excomunistas son la República Checa, Eslovenia o Estonia. Como nos muestra este informe del Vienna Institute for International Economic Studies (wiiw), las diferencias en la convergencia con el Oeste son muy grandes entre ellos. La unidad de medida es Alemania: pues bien, con esa comparación en mente, tenemos países como Estonia, que han cerrado el agujero en 40 puntos porcentuales (de un 28% de ingresos per cápita en PPP al 68% de 2019). A continuación, han ganado más de 25 puntos, respecto de los germanos, Polonia, Rumanía, Eslovaquia, Lituania, Rep. Checa Letonia o Eslovenia. Los que partían de más abajo (como Rumanía o los bálticos) lo tenían más fácil. Los que estaban algo más cerca (los centroeuropeos) también tenían margen pero su capacidad de crecimiento era algo menor. Pero en general todos estos países lo han hecho razonablemente bien.

Pero, ¿y el resto? Pues no tanto. El caso más dramático es el ucraniano (y no, no es sólo por la guerra de los últimos años) que no sólo no se ha acercado, sino que se ha alejado de los países occidentales. Pero Rusia, Bielorrusia, Bulgaria, Moldavia o la mayoría de los países de la ex-Yugoslavia tampoco han sido especialmente exitosos. Es verdad que ha habido conflictos geopolíticos, guerras, divisiones fronterizas, etc... Pero eso no lo es todo.

Por ejemplo, podemos mirar la clasificación que el Fraser Institute hace cada año sobre la libertad económica en los diferentes países del Este de Europa. Entre los veinte primeros, encontramos a los bálticos (Lituania, Estonia, Letonia) y algo más atrás comienzan a aparecer los demás (Rumanía, Rep. Checa, Eslovaquia, etc.). Siempre hay que mirar estas listas con cuidado, entre otras cosas porque no nos dicen nada de la evolución. Por ejemplo, un país muy pobre que un año decide liberalizar por completo su economía tardará unos años en recoger todos los frutos: durante ese período, seguiría siendo pobre, aunque aparecería como muy liberal en el ranking, pero sería injusto achacar lo primero a lo segundo. Dicho esto, también aquí podemos establecer una relación bastante cercana entre la evolución de los países del Este y su grado de integración en la economía capitalista: a más liberalismo, más crecimiento. No es que sea una relación lineal. Y hay otros factores que seguro que influyen. Pero no nos engañemos, los países del Este que mejor lo han hecho han sido los que siguieron las recetas más liberales desde el principio (aquí, por ejemplo, Juan Ramón Rallo explica la transición de la República Checa al capitalismo). Y al revés: los que menos han mejorado son los que se quedaron más anclados en el pasado.

4 El ajuste

Una mala noticia: tampoco aquí hay nada gratis. El paso de comunismo a capitalismo fue doloroso. Y era inevitable que así fuera. Porque cuando uno malgasta su capital, desvirtúa los procesos productivos y genera ineficiencias, al final, tiene que haber un ajuste. De hecho, con y sin transición al capitalismo, los países del Este estaban condenados a esta realidad que ya habían vivido varias veces durante la etapa comunista.

En España también conocemos lo que es un ajuste de este tipo: miren lo que ocurrió entre 2008 y 2012. Las crisis no son más que la expresión de la reorganización de factores productivos, desde sectores en los que no generan valor hacia lugares en los que esos recursos son más necesarios. En cierto sentido, se puede decir que España vivió una ilusión entre el año 2000 y el año 2008: hacíamos casas que nadie quería pero que creíamos que alguien compraría. Cuando aquello explotó, nos encontramos con que habíamos despilfarrado recursos escasos y con que necesitábamos tiempo para ordenar nuestra economía y hacerla más productiva: desde sanear las finanzas para ver qué deudas podíamos pagar y cuáles no, intentar aprovechar esos factores productivos para otros usos (y no siempre se puede, ni es barato ni inmediato), etc...

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Aquí la gráfica con la que el wiiw muestra lo que ocurrió en los países comunistas tras la caída del muro: desplomes de entre el 20-30% de la producción (casi la mitad en el caso de Rusia). Y que fuera inevitable no lo hacía menos doloroso ni menos peligroso. De hecho, en muchos casos la presión de aquellos años terminó con lo que podrían haber sido transiciones mucho más ordenadas.

En España no va a ocurrir algo así (esperemos). Pero despilfarrar recursos, con dinero europeo o con el nuestro, siempre acaba igual. Hay un momento en el que la financiación se seca y te encuentras con que estás produciendo bienes que no tienen una demanda real detrás. Normalmente este es el momento en el que también descubres que ya es demasiado tarde para que los errores del pasado no te pasen factura.

La lección de este punto es doble: si hay que hacer ajustes, cuanto antes, mejor. Y, en segundo lugar, los planes quinquenales, vengan de Moscú o de Bruselas, son artificiales y tienen un límite.

5 Nada está dicho. Ni para bien, ni para mal

El último gráfico lo tomamos de la web de Dimiter Toshkov, un economista búlgaro que trabaja en la Universidad holandesa de Leiden, y que ha ido agrupando en su web personal estadísticas de todo tipo sobre los países ex-comunistas. En este caso, la imagen puede ser optimista o pesimista en función de la mirada del observador.

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Como vemos, se trata de comparaciones entre Grecia y los países del Este de Europa. Rep. Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Lituania, Estonia, Polonia... La mayoría de estos países hace ya años, algunos casi una década, que superaron al país heleno en PIB per cápita en PPP. Viendo la diferencia que existía en 1995, nadie lo habría previsto. Es verdad que lo profundo de la crisis griega de 2010-2015 ha contribuido a este hecho. Pero también el crecimiento de checos, polacos o lituanos ha sido espectacular.

Decimos que puede ser un motivo para el pesimismo o el optimismo porque depende de dónde situemos a España. La tentación es mirar a Grecia y pensar: "Es cuestión de tiempo que todos estos países nos adelanten por la derecha". Pero sería un error. También podemos imaginarnos que somos uno de esos países del este que quiere cazar a los que van por delante, en nuestro caso, el punto de la comparación puede ser Holanda, Alemania o Austria. Hay menos distancia entre estos países y el nuestro que la que había entre Polonia y Grecia en el año 2000. Y en dos décadas, miren lo que ha ocurrido. Aquí volvemos al primer punto o a la comparación entre Irlanda y Reino Unido: la pregunta no es tanto si puede hacerse (es evidente que sí) como sobre las medidas que tomaremos para lograrlo.

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** Nota del redactor: Es cierto que, como explicábamos el sábado pasado, estas mediciones del PIB siempre tienen sus problemas, se hagan como se hagan. Y todavía más en el caso de los países comunistas. De esta manera, si miramos el PIB per Cápita en Paridad de Poder Adquisitivo, algunas estadísticas dicen que los checos estaban a la par que los españoles en 1988-1989, poco antes de la caída del Muro. Pero esto es muy discutible: qué bienes se incluyen en esa cesta de la compra, a qué precio, cómo integrar los bienes públicos gratuitos en cada país, qué hacemos con bienes de igual nombre pero muy diferente calidad para el consumidor, etc... Porque una cosa es lo que cuesta en cada país el coche o el televisor promedio y otra que ese coche o televisor sean equivalentes o que el acceso a estos bienes mismos esté igual de garantizado. Por ejemplo: si tenías que esperar 5 años a que te entregasen el vehículo, aunque tuviera un precio similar al que se cobraba en el Oeste, la diferencia también influía en el servicio que cubría un producto. Por eso, si estos ajustes y comparaciones del PIB son siempre complicados y polémicos, lo son mucho más en el caso de economías sin precios libres, poca relación con el exterior y tipos de cambio ficticios en el mejor de los casos.

Del mismo modo, el PIB de los países comunistas estaba inflado por la producción de bienes que nadie demandaba (sobre todo en la industria de defensa o la industria pesada), por las externalidades negativas (contaminación) y por unos precios que no existían o que estaban distorsionados por la irrealidad del politburo que los establecía de forma aleatoria.

La tabla que copiamos, del Banco Mundial en 1990, ofrece niveles más comparables puesto que hablamos de economías que ya empezaban a relacionarse y a comerciar entre sí. Aunque las diferencias llaman mucho la atención. ¿Un nivel de PIB per cápita del 50% en Checoslovaquia respecto a la España de comienzos de los noventa? ¿Y de un 17-18% respecto de la Alemania Occidental? Incluso asumiendo que había mucha distancia entre el nivel de vida al Este y al Oeste del Telón de Acero, estas cifras parecen muy bajas. Y es evidente que los precios allí serían algo más reducidos por servicios similares y que de alguna forma habría que tener esto en cuenta. Quizás podríamos pensar en una diferencia real sobre el terreno algo menor; por ejemplo, un nivel de 40-45 entre lo que podía permitirse el checo medio con sus ingresos frente a los bienes a disposición del ciudadano promedio de Alemania Occidental, que tomaría un valor de referencia de 100 (es lo que muestra la comparativa del Vienna Institute for International Economic Studies de la que hablábamos antes). ¿Y España? Pues los datos de 1990 del Banco Mundial, nos sitúan entre un 15-20% por encima de los checos en términos per cápita comparables y a mucha más distancia del resto de los países del Pacto de Varsovia.

Esa enorme diferencia entre economías separadas por unos pocos kilómetros nos dice mucho sobre la capacidad destructiva del comunismo. Y repetimos, hablamos siempre de los checos, que eran los más ricos del Este con cierta diferencia, muy por delante (casi el doble en PIB per cápita) de polacos, rumanos o búlgaros, por ejemplo. Pero también es una nueva prueba de la capacidad de estos países de salir adelante, en unas décadas, desde un nivel muy bajo.

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