Jayanta Bhattacharya es uno de los mayores expertos del mundo en el ámbito de la salud pública. Nacido en India pero afincado en Estados Unidos, es uno de los académicos más destacados de la Universidad de Stanford y sus opiniones sobre la gestión de la pandemia del covid-19 han dado la vuelta al mundo. Seis meses después de nuestra primera entrevista, Libre Mercado vuelve a hablar con Bhattacharya para valorar la situación actual de la crisis sanitaria global.
La última vez que hablamos, Madrid recibía críticas muy duras por negarse a aplicar confinamientos generalizados. Ahora sabemos que sus resultados no solo no fueron peores, sino que figuran entre los mejores de todas las regiones españolas.
Es muy interesante lo que ha ocurrido. Creo que muchas personas que atacan a los gobiernos que adoptan estrategias de adaptación lo hacen porque sobreestiman la efectividad de los confinamientos para contener la propagación de la enfermedad. De igual modo, infravaloran la validez de medidas concretas, centradas en proteger a los grupos de riesgo.
Los cierres de negocios no tienen un efecto notable en la propagación de esta enfermedad, de modo que tenemos que replantear las políticas basadas en introducir restricciones generalizadas, sobre todo porque tienen efectos secundarios muy preocupantes, tanto para la economía como para la salud.
Vd. insiste mucho en que los confinamientos son políticas muy costosas para las rentas medias y bajas.
La mayoría de los trabajadores de ingreso medio o reducido no pueden permitirse el lujo de trabajar desde casa, por lo que este enfoque solo es efectivo entre los ricos. De igual modo, si los hijos de estas familias no van al colegio y su proceso formativo se ve afectado durante meses como ha sucedido en España, sus opciones de ascenso social van a ser menores.
Madrid ha usado estudios de seroprevalencia para medir la incidencia de la enfermedad entre grupos de riesgo. Vd. también opina que este es un indicador mucho más fiable que las cifras de positivos diarios.
Cuando haces estudios de seroprevalencia y los comparas con los datos oficiales de positivos, encuentras que por cada positivo detectado tiende a haber otros diez infectados reales. Eso no es necesariamente malo: también significa que la tasa de letalidad es más baja, en el entorno del 0,2%. La clave, por lo tanto, está en centrar las medidas de protección en los grupos de riesgo, especialmente los mayores de 65 años.
En España se ha criticado la apertura madrileña, pero no es un caso aislado a nivel global.
Es parecido a lo que ha ocurrido en Estados Unidos, donde se criticó a Florida por levantar la mayoría de sus restricciones a mediados de 2020 y, sin embargo, sus resultados han sido claramente mejores que los de California, donde sí se siguen adoptando numerosas limitaciones a la actividad. En Florida está todo abierto, ¡hasta Disney World!
Entonces imagino que el Mickey Mouse de Orlando es inmune y el Mickey Mouse de Los Ángeles no tiene la misma suerte…
(Bhattacharya se ríe a carcajadas y asiente) ¡Eso parece!
Madrid también está autorizando la actividad cultural: teatros, conciertos… vuelven a abrir sus puertas.
Más del 95% de las muertes se concentra entre los mayores de 65 años, de modo que lo importante es pedirle a estos grupos de población que no vayan a grandes eventos hasta que no estén vacunados y asegurarse de que su día a día no se ve comprometido por cualquier otro riesgo innecesario. Partiendo de esa base, me parece bien que se recuperen los eventos, partiendo de una serie de medidas básicas de protección.
Una última pregunta sobre Madrid. El gobierno autonómico construyó en tiempo récord un hospital especializado en pandemias, el Isabel Zendal. Su decisión fue criticada por la oposición política y mediática, pero hoy vemos que la mayoría de la sociedad reconoce esta apuesta como un acierto. ¿Qué opina?
Creo que (el Zendal) es una buena inversión. El gasto sanitario hay que evaluarlo por su eficacia y su eficiencia y, en este caso, es evidente que hay muchas ventajas derivadas de tener una infraestructura así. Para empezar, relaja la presión sobre el conjunto del sistema hospitalario, de manera que se pueden atender todas las urgencias sanitarias de forma integral, sin déficits de cuidado. Pero no solo eso. Un hospital así te ayuda a reducir la posibilidad de que personas que sufren otros problemas de salud se contagien de covid-19, algo que ocurrió con especial intensidad en la primera ola. Reduciendo el margen de contagio de forma drástica te aseguras que personas que enfrentan una situación de salud grave no se ven, además, golpeadas por el coronavirus. Y, en términos de recursos humanos, el hecho de que el hospital se centre en atender el covid-19 ayuda a especializar el trabajo, crea sinergias entre los trabajadores y aumenta la eficacia en los tratamientos.
¿Qué advertencias haría de cara a la campaña de vacunación?
Lo ideal es que sea masiva y rápida, eso está claro, pero hay que tener claro que es un reto logístico muy complejo, de modo que la clave es vacunar de forma acelerada a los mayores, que son quienes sufren el grueso de la mortalidad por covid-19. Una dosis suministrada a un ciudadano de más de 65 años tiene 600 veces más impacto en la reducción de la mortalidad que una dosis suministrada a un ciudadano joven.
No me puedo despedir sin preguntarle por la Declaración de Great Barrington. El texto original lleva su firma, la de Martin Kulldorff y la de Sunetra Gupta, pero se les han sumado decenas de miles de investigadores y de profesionales sanitarios. ¿Esperaban ese recibimiento?
Ha sido interesante el dar un paso al frente y encontrar que muchas personas nos respaldan. El mensaje es simple: los confinamientos no son la panacea, tienen daños para la salud y la economía, de modo que no podemos seguir incidiendo en medidas que generan pobreza, desigualdad y un daño a la sociedad. Tenemos que adaptarnos y basar la estrategia sanitaria en prevenir las infecciones entre los grupos vulnerables. No podemos seguir cerrando todo y prohibiendo todo.