EsRadio y Libertad Digital, así como el diario El Mundo, relataron la semana pasada el drama auténtico que se ve cada día en la vuelta a España de las colas del hambre. Diariamente, puede comprobarse en cada uno de los comedores de beneficencia que tiene la Iglesia -que es quien principalmente está auxiliando, como siempre hace, a estas personas que pasan por un momento terrible-, así como en los comedores sociales de otras organizaciones.
El azote del hambre se deja sentir desde hace meses en una parte importante de la clase media, que ha perdido su empleo y no puede, literalmente, comprar absolutamente nada, y se extiende por las ciudades más prósperas de España, como pueden ser Madrid o Palma de Mallorca, por poner dos ejemplos de las capitales de provincia de dos de las regiones con mayor poder adquisitivo en el conjunto nacional.
La Comunidad de Madrid es la única región que está tratando de perjudicar lo menos posible a la economía, aunque incluso en dicha región las restricciones son excesivas y están haciendo mucho daño económico, pero en comparación con el resto de España es un oasis de libertad que permite que la actividad económica no se hunda del todo. Eso es responsabilidad, que alguno debería aplicarse cuando critica las medidas de Madrid por lo que considera que es un nivel escaso de restricciones, y no lo es el cerrar absolutamente todo y generar pobreza y miseria.
No obstante, pese a ese mejor comportamiento de las medidas madrileñas, la mala gestión del Gobierno de la nación en toda la crisis derivada de la pandemia está dejando ya sin capacidad de aguante económico a muchas familias, que se ven abocadas a vivir de la caridad.
En Mallorca, el desastre es completo, pues a la caída del turismo por no haber viajes se une el cierre completo de la hostelería, que sólo permite el reparto a domicilio. Allí, la ruina ha llegado ya.
La situación de desempleo derivada de los cierres impuestos a determinadas actividades económicas, especialmente la hostelería, el turismo, el comercio y el ocio, está agotando los recursos de muchos ciudadanos, de manera que todo ese paro que se está provocando con tanta restricción tendrá unas consecuencias peores que el coronavirus no sólo en términos de riqueza, sino de mayor número de enfermedades y fallecimientos por todo tipo de patología, como sucede en toda sociedad que se empobrece, al no poder tener tantos recursos para sanidad. Adicionalmente, el quebranto económico para los ciudadanos se hará insoportable, como empezamos a ver con estas colas del hambre que crea e incrementa el paro, cuyos datos pasamos a analizar.
El paro sube en 76.216 personas, que supone un incremento mensual de un 1,96%. De esa forma, la cifra de parados registrados se queda a las puertas de los cuatro millones, con 3.964.353 desempleados.
Es más, en términos interanuales, que eliminan la estacionalidad, se ha incrementado en 710.500 personas, un 21,84%. Es el mayor incremento desde el año 2010.
Son, además, once meses consecutivos de fuertes incrementos porcentuales del paro en tasa interanual.
De la misma manera, sube en todos los sectores económicos, salvo una pequeñísima bajada en construcción, y se incrementa con fuerza en el sector servicios, donde sube el paro en 78.089 personas, que denota que el mercado laboral se está deteriorando más en el sector principal de nuestra economía, que hace que su incremento sea más preocupante.
También lo hace en ambos sexos y en los mayores de veinticinco años, que dificulta su retorno al mercado laboral.
Bajan los contratos:
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Descienden un 26,20% interanual en el mes (462.408 contratos menos).
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Los contratos indefinidos caen un 30,61% interanual en el mes.
La afiliación a la Seguridad Social cae en enero, en términos mensuales, en 218.953 personas. Junto con el dato de enero del año pasado, donde ya empezaba a verse la crisis que estaba en ciernes y que las restricciones del coronavirus ha acelerado y agravado, es el peor dato mensual de un mes de enero desde 2013.
De esa manera, en los tres meses de enero en los que ha gobernado Pedro Sánchez (enero de 2019, enero de 2020 y enero de 2021), se han destruido más de 200.000 empleos cada uno de esos meses.
Y el dato en términos interanuales se remonta, en negativo, a los peores momentos de la anterior crisis. De esa manera, los afiliados en tasa interanual caen en 335.014 personas, que es el peor dato interanual de un mes de enero desde 2013.
Del mismo modo, el número de empresas con código de cuenta a la Seguridad Social han descendido en 101.258 desde febrero de 2020.
Estas cifras, que son terribles, podrían ser todavía más negativas si no fuese, como antes se ha señalado, por el efecto de los ERTE, que ortodoxamente, por criterio estadístico, no se contabilizan como paro registrado y se mantiene al trabajador dado de alta en la Seguridad Social, de manera que si dichas personas, que realmente no están trabajando y están cobrando una prestación por desempleo, en términos oficiales, se incluyesen en el número de parados y en los afiliados perdidos, nos encontraríamos con casi cinco millones de parados y con escasos dieciocho millones de afiliados.
Adicionalmente, de esas 738.969 personas que se encuentran en ERTE, el 68,47% se concentra en la hostelería, los servicios de alojamiento, el comercio, las actividades de ocio y las agencias de viajes, que con las medidas actuales y el penoso ritmo de vacunación tienen un horizonte más sombrío.
La mala gestión gubernamental, con restricciones constantes, están hundiendo al tejido productivo, especialmente a restaurantes, bares, cafeterías, comercio y turismo, de manera que, de seguir con esa política, puede dejar, desgraciadamente, todavía un mayor número de personas en el paro a lo largo de 2021.