La hostelería no aguanta más. El Gobierno y buena parte de las CCAA han tomado a este sector como cabeza de turco en un miserable intento de ocultar su nefasta gestión de la pandemia. Cierres, restricciones, horarios que hacen imposible la viabilidad de los establecimientos… los políticos llevan casi un año maltratando sin piedad a los bares y restaurantes de nuestro país.
Desesperados, los hosteleros están saliendo a la calle -día sí y día también- para exigir el fin de este escarnio público. El hartazgo con sus gobernantes es tal, que un revelador eslogan se está extendiendo en las protestas: “Ayuso ven aquí”. Este era el grito de un grupo de hosteleros del barrio de Gracia de Barcelona la semana pasada, ante la perplejidad de vecinos y viandantes; curiosamente, la zona con el mayor voto independentista de la ciudad. ¡Qué ironía! Días después, en Albacete, otros tantos hosteleros coreaban ”¡queremos una Ayuso!” y "¡yo quiero una Ayuso para Castilla-La Mancha!”. La veneración de los albaceteños a Isabel Díaz Ayuso iba todavía más allá y muchos de ellos portaban hasta carteles con la foto de la presidenta. Aunque también ha impuesto restricciones, Madrid es la única región que se ha negado a estigmatizar al sector, por eso, Ayuso se está erigiendo como la salvadora de sus negocios. Santa Ayuso de la hostelería.
La presidenta madrileña ha sido tajante: “Para arruinar a la hostelería conmigo no cuenten. Es muy fácil cerrar negocios, mandar a la gente a casa, pero luego recuperarlos es imposible”. Lo mismo ocurre con los comercios y otras actividades económicas. La estrategia de la región es priorizar la supervivencia de las empresas por encima de la regulación salvaje de otros territorios. Porque no existe dicotomía entre salud y economía, van de la mano. Y si hunde una, se hunden las dos.
Además, los propios estudios del Ministerio de Sanidad revelan la injustificada demonización de los bares y restaurantes. Según el Gobierno, en estos locales solo se produce el 3% de los contagios por coronavirus. Una de dos: o los datos de Illa -ahora de Darias- son incorrectos, algo que tampoco sería nada descabellado, o están utilizando a los hosteleros de chivo expiatorio, algo todavía más probable.
Jugar con una actividad que genera el 6,2% del PIB y da trabajo a 1,7 millones de personas no podría ser más insensato. La patronal cifra en 100.000 los establecimientos que nunca más volverán a abrir sus puertas y la hostelería (servicios de comidas y bebidas) concentra prácticamente a uno de cada tres de los ERTE de España. Además, esta misma semana conocíamos que el paro en el sector Servicios aumentó en otras 78.089 personas en enero. La ruina a la que ha sido condenado un sector tan importante para la economía española es, simplemente, un despropósito.
Desde la izquierda subvencionadora se atreven a criticar que Isabel Díaz Ayuso no esté regalando al sector dinero público a fondo perdido, pero se les olvida mencionar que el Gobierno de Sánchez e Iglesias tampoco lo está haciendo. No porque los social-comunistas no sean amigos del gasto indiscriminado, sino porque las arcas del Estado están tan vacías, que están llegando al límite. Mientras el Gobierno vilipendia a los hosteleros, solo se limita a darles créditos y se niega a bajarles los impuestos, Ayuso lo que está favoreciendo es que puedan generar riqueza por sí mismos y no a costa del contribuyente. Por eso, la honran en las manifestaciones: porque quieren trabajar y no tener que pedirle limosna al Estado. Es urgente abrir los establecimientos, con seguridad, pero hay que acabar con esta masacre a los hosteleros cuanto antes. O las consecuencias serán irreparables.