Gabriel Rufián cargó nuevamente contra los madrileños. El partido político independentista y dos veces golpista pidió al Gobierno de Pedro Sánchez atacar el autogobierno de la Comunidad de Madrid a cambio del apoyo de ERC a los Presupuestos Generales del Estado.
Este ataque se sustentaba en el eslogan de la armonización fiscal, que contiene un gran número de falacias fiscales y errores económicos que han sido desmontados en diferentes informes publicados durante estos días. Sin embargo, se han asumido tres afirmaciones que son rotundamente falsas.
Primero, el efecto capitalidad. El Partido Socialista demostró cuando gobernó la Comunidad de Madrid –entre los años 1983 y 1995– que la región en algunos años crecía menos que la media española, en otros menos que la región de Cataluña y en alguna ocasión menos que ambos. Es decir, el efecto capitalidad no existe en España.
Segundo, la supuesta necesidad de armonización fiscal. Los impuestos son los mismo en toda España –excepto en el País Vasco y Navarra, que disfrutan de privilegios fiscales–. Por ejemplo, el IVA, Impuestos especiales de fabricación e Impuesto de Sociedades son gravámenes idénticos en todo el país y ninguna región los puede modificar. Algo que también sucede con el IRPF porque las comunidades carecen de capacidad gestora sobre estos tributos y solo tienen un cierto margen normativo sobre ellos, pero siempre bajo el paraguas del Estado y el control de la Agencia Estatal Tributaria. En otras palabras, ninguna comunidad autónoma puede cambiar la naturaleza de los cuatro impuestos más importantes de España.
Tercero, la competencia fiscal. Se trata de una necesidad y no un problema. Madrid, al igual que otras regiones españolas, carece de herramientas competitivas previas o naturales, como las ventajas geográficas. Madrid carece de mar y de recursos naturales que le permitan competir en igualdad con otras regiones como españoles. Tener un puerto de mar como el de Barcelona, atraer turismo con excepcionales calas como las del Cap de Creus o el acceso a recursos energéticos, como el gas natural en Burgos o en el mar Cantábrico, son ventajas de las cuales carece la comunidad madrileña.
La región de Madrid tampoco goza de ventajas históricas. Hay regiones que por razones políticas e históricas han recibido inversiones industriales extraordinarias, especialmente en los años previos a la democracia. En este caso destacan dos regiones, el País Vasco y Cataluña. Quiero señalar que a partir de los Planes de Estabilización de 1959 la provincia de Barcelona recibió el 25% anual de todas las inversiones según el Instituto Nacional de Industria franquista.
Por último, hay carencia de ventajas económicas. Otras regiones europeas fuera de la zona euro tienen herramientas financieras y económicas de las cuales carecen las regiones españolas. Los miembros de la zona euro tienen limitadas las herramientas macroeconómicas debido a la moneda única. En concreto, el Banco Central Europeo es el responsable de marcar el tipo de interés de referencia interbancario y carecemos de la capacidad de manipular la masa monetaria de forma independiente. Por lo tanto, la única herramienta de gestión con impacto macro es la política fiscal.
En conclusión, la única alternativa económica que permite sortear o minorar estas desventajas anteriormente citadas es la gestión fiscal. Así, Madrid es capaz de atraer inversión, crear empleo y generar bienestar a los ciudadanos. La pretendida armonización fiscal no solo se sustenta en falacias numéricas y teóricas, sino que pretende hacer más fuerte al que ya tiene una ventaja natural o privilegio político. Por ello, defiendo la competencia fiscal para que las regiones más desfavorecidas puedan competir con las que de forma histórica son más aventajadas.