La hecatombe económica derivada del impacto de la pandemia del coronavirus en España, y su nefasta gestión por parte del Gobierno de Sánchez e Iglesias, amenaza convertirse en acelerador de la crisis financiera que nos espera al final del oscuro túnel de estímulos económicos que los bancos centrales mantienen desde hace más de diez años.
Denunciaba hace unos días el execonomista jefe del Banco de Pagos Internacionales William White la "trampa de la deuda", según la cual los bancos centrales, aunque saben que no pueden mantener las tasas de interés tan bajas como están porque provocan más deuda incontrolable y malos comportamientos por parte de los Estados, también saben que no pueden subirlas porque desencadenarían esa misma crisis que están tratando de evitar. En otras palabras, se ven obligados a seguir haciendo lo que están haciendo aunque al hacerlo empeoren la situación. En definitiva, decía White "los bancos centrales se están disparando en el pie".
White ha pasado medio siglo, casi una vida entera, trabajando para los bancos centrales y siendo economista jefe del Banco de Pagos Internacionales fue de los pocos que advirtió sobre la crisis financiera que estalló en 2007.
Quizá las víctimas más directas de las políticas monetarias de los bancos centrales que critica White son los bancos. Las políticas de tipos en el entorno del 0% comprometen la rentabilidad de la banca haciendo casi imposible que las entidades financieras obtengan beneficios mediante la explotación de la actividad principal de su negocio: el crédito.
Advertencias de BdE y FMI
Con estos mimbres, y sumando el brutal impacto de las medidas proteccionistas que han puesto en marcha gobiernos como el español por la pandemia del coronavirus y que han desencadenado una crisis económica sin precedentes, parece inevitable la llegada de la crisis financiera. Así lo reconocen ya instituciones como el Banco de España, el FMI y casi cualquier casa de análisis. Los nubarrones de la temida crisis financiera ya se ven en el horizonte.
El propio Pablo Hernández de Cos, gobernador del Banco de España, ha advertido recientemente que "hay que evitar a toda costa que la crisis sanitaria, que se ha transformado en crisis económica, acabe generando una crisis financiera", lo que supondría hundimientos en términos de paro o PIB aun mayores a los que estamos viendo.
Precisamente el Banco de España es el que considera que un cuarto de las empresas españolas está en quiebra técnica, que esta quiebra técnica puede convertirse en quiebra en el 20% de ellas, pero que 1 de cada 2 va a terminar el 2020 en pérdidas.
La incertidumbre en los hogares españoles tiene su principal reflejo en los máximos del ahorro de las familias que toca el 30% de la renta disponible. Ese ahorro de "por lo que pueda pasar", va camino de convertirse sólo en el preámbulo de uno de los disparadores de la crisis financiera: la morosidad que tensiona la liquidez del sistema. El Banco de España ya estima que veremos un fuerte repunte de la morosidad a partir del próximo año. Un repunte muy peligroso incluso en el mejor de los escenarios posibles con una vacuna que funcione a la perfección.
El miedo del FMI es el mismo: que la recesión sea el preámbulo de la crisis financiera. Considera que "algunos bancos podrían tener problemas de solvencia si la crisis se profundiza".
El sector financiero lo da por descontado
Libre Mercado se ha puesto en contacto con algunos actores destacados del sistema financiero: firmas de inversión, empresas de recuperación y banca, para preguntar precisamente por los problemas que atraviesa el sector y esas primeras luces de alarma que se están encendiendo y que advierten del riesgo del estallido de una crisis financiera.
Una de estas fuentes, de una importante firma de inversión, señala que desde 2009 no abandonamos el riesgo de crisis financiera, pero "ahora se le empiezan a ver las orejas al lobo", porque aunque se han hecho deberes en el sector, se han endurecido las provisiones, se ha profesionalizado el servicio, se han saneado balances y se han reforzado las estructuras con nada menos que con dos fusiones bancarias (la tercera está por llegar después de que se abortara la operación entre BBVA y Sabadell), el riesgo de que la morosidad doble la mano al sector está ahí.
Desde otra firma de inversión uno de sus expertos considera que la aceleración del proceso de concentración en la banca, con dos fusiones anunciadas en poco tiempo (nueva CaixaBank y Liberbank y Unicaja), se explica porque el sector ve cómo se acerca la crisis financiera: "En un escenario tan adverso como el que se prepara, con tipos bajos por largo tiempo y un previsible aumento de la morosidad bancaria, van a sobrevivir los grandes y en esto el tamaño importa. Esa es la clave de las carreras por las fusiones que están, además, impulsadas por el BCE".
Otra fuente, del sector de recuperación, no tiene dudas y añade que los informes internos que manejan en el sector hablan de una morosidad disparada, ya no de créditos dudosos, cuya tasa de impagos traía inercia ascendente desde antes de la llegada de la pandemia, sino que el volumen de impagados está afectando a todas las categorías de manera preocupante. El problema es que "las moratorias de los Icos y las hipotecas sólo han conseguido maquillar las cifras de este año, pero las del año que viene van a ser tremendas", decía esta fuente.
Finalmente, otra fuente, analista de una de las firmas de inversión más importantes del mundo, consideraba que en un escenario optimista, el problema que atravesará Europa y España en concreto va a ser una "japonización" más pronunciada, con muy poco margen para el crecimiento.
El riesgo de la deuda corporativa
Hace pocas fechas, dos analistas denunciaban en Bloomberg que las empresas de la zona euro añadieron más de 400.000 millones de euros de deuda durante los seis primeros meses de este 2020, frente a los 289.000 millones de todo 2019. Sólo el servicio de esta deuda puede resultar un desafío especialmente duro para sectores afectados por la pandemia. Y ha sido precisamente la pandemia y las restricciones públicas las que han empujado a las empresas a endeudarse hasta esos niveles.
Desde Francia, Germain Simoneau, jefe del comité de finanzas de la federación de pequeñas empresas del país recordaba que "con cada semana que pasa, la posibilidad de supervivencia de las empresas cerradas se reducen" y remataba diciendo que "nunca hemos visto una crisis de esta escala con semejantes riesgos sistémicos al acecho".
Entre esos riesgos sistémicos, el más inminente es el de la crisis financiera. Y es que Simoneau también considera que "los maltrechos balances podrían desencadenar un ciclo de impagos y quiebras que afectarían al sector bancario". Esto podría conducir a "vulnerabilidades corporativas generales mayores de los que se observaron durante el apogeo de la crisis financiera mundial".
En España, preocupados por el SMI
Ante esta situación, y las innumerables advertencias que desde el sector privado, analistas internacionales e instituciones están lanzando sobre los riesgos que se ciernen sobre la economía mundial y particularmente sobre la española, resulta incomprensible que el Ejecutivo siga empeñando en aumentar la carga sobre las empresas y dificultar su capacidad de generar actividad y riqueza que permita disminuir sus elevadas deudas (disparadas por los cierres de la pandemia).
De momento el Gobierno plantea el mayor Impuesto de Sociedades de toda la eurozona para las empresas españolas; la imposición de un salario mínimo que dispara los costes de contratación; el mantenimiento de restricciones para sectores clave como el turismo y la hostelería; el ataque frontal a mercados como el del alquiler; el endurecimiento de las medidas de control de Hacienda con la excusa de la lucha contra el fraude; la amenaza a las empresas que tengan que despedir con tener que devolver las ayudas de los ERTE; y un largo etcétera.
Mientras, de nuevo el sector privado es el que hace los deberes: los grandes bancos ya han comenzado sus procesos de adelgazamiento como el Santander con prejubilaciones y cierre de oficinas. La duda ahora es si será suficiente para encajar la catarata de quiebras e impagos que se ciernen sobre el próximo año.