El Banco Central Europeo anunció la enésima ampliación de su programa de compra de bonos (otros 500.000 millones de euros, ahora hasta marzo de 2022), junto con una nueva ronda de préstamos a bancos comerciales y otras medidas. El motivo es intentar que la inflación (ahora en un 0,3% negativo) se acerque a su nivel objetivo (inferior, pero cercano, al +2%).
El razonamiento del BCE es que la mayor liquidez permitirá a los bancos comerciales otorgar más crédito. Eso impulsaría la demanda, presionando, gradualmente, los precios al alza.
Lamentablemente, la cosa no es tan sencilla. El BCE puso su tipo de interés de referencia por debajo del 1% hace más de ocho años (el Euríbor lleva en negativo casi cinco años) y comenzó a comprar bonos en septiembre de 2012. Sin embargo, hace también ocho años que no es capaz de alcanzar su objetivo de inflación (apenas lo logró en 8 de los últimos 96 meses). En lugar de pensar que algo falla en su razonamiento, el BCE se limita a suministrar dosis crecientes de la misma medicina. Pero en lugar de cumplir la meta inflacionaria, lo que ha conseguido es enganchar a gobiernos y mercados financieros a la “droga monetaria”.
El razonamiento del BCE falla porque muchos gobiernos no hacen las reformas necesarias y se han lanzado a gastar sin límite. Eso, entre otras cosas, erosiona la confianza, motivo por el cual consumidores y empresarios prefieren no endeudarse por más barato que sea el crédito. Así, el dinero se acumula en cuentas corrientes y la demanda sigue estancada.
Muestra de que estas medidas son inútiles para estimular la demanda es que, al mismo tiempo que expande sus compras de bonos, el BCE reduce sus previsiones de crecimiento económico para 2021 (de +5% en septiembre a +3,9% ahora).
Mientras insiste en algo que no funciona, el BCE aumenta los riesgos. Que los gobiernos cobren por endeudarse (eso significan los tipos de interés negativos), lejos de aprovecharse para ordenar sus cuentas, es algo que estimula el derroche y el aumento de la deuda pública. Con tipos de interés negativos parecen rentables proyectos de inversión que en verdad son inviables, generando una mala asignación de recursos. Esos mismos tipos de interés contra natura llevan a valuaciones artificialmente altas de los activos financieros al mismo tiempo que asfixian a la banca. La misma banca que el BCE pretende que expanda el crédito.
Solo hace falta conocer un dato para darse cuenta de que la política monetaria del BCE ha llegado a un punto irracional: que el Tesoro español haya sido capaz de colocar un bono a 10 años con un tipo de interés negativo, al mismo tiempo que el gobierno ejecuta la política fiscal más temeraria e irresponsable en muchas décadas. No es razonable, además, que alguien esté dispuesto a pagar por darle su dinero a un gobierno con componentes antisistema que atacan desde dentro el pacto constitucional.
El BCE prevé deshacer la madeja de a poco (su intención es seguir reinvirtiendo el principal de los bonos que venzan durante mucho tiempo "tras la fecha en la que comiencen a subir los tipos de interés oficiales"). La planilla Excel, como el papel, lo aguanta todo. Pero la verdad es que el BCE no lo controla todo.
Uno de los principales riesgos es que, en algún momento, la inflación se dispare y que eso lleve a un desplome del precio de los bonos (lo que implica una subida de sus rendimientos). En ese caso, los gobiernos empezarían a pagar más intereses, las cuentas públicas empeorarían y las empresas muy endeudadas tendrían dificultades para sostenerse. La morosidad crecería y los bancos recibirían un nuevo golpe. ¿Qué haría entonces el BCE? Sin dudas, ampliar otra vez sus compras de bonos. De ahí el enganche a la droga monetaria.
No hay diferencias entre el Gosplán soviético (Ministerio de Planificación) y el BCE. En ambos casos, un pequeño grupo de personas se arroga el poder de intervenir toda la economía, tarea para la cual no hay mente capaz ni información suficiente. Sabemos como acabó el Gosplán. Liberemos el sistema monetario antes de que el BCE acabe igual.