Lo que no había ocurrido nunca y a nadie se le había pasado por la cabeza que jamás fuera a pasar sucedió justo ayer, un miércoles 9, amén de anodino, frío y lluvioso, del mes de diciembre del año 20, efeméride llamada ya a ocupar su pequeña línea de gloria en la historia económica de España. Y es que ayer, y por primera e insólita vez, el Estado consiguió que los llamados inversores privados le pagaran dinero a cambio de comprar su deuda con vencimiento a 10 años. Que no en otra cosa distinta consisten los intereses negativos que desde ahora mismo rentan los bonos de deuda soberana del Reino de España. Por definitivamente absurdo que parezca, un Estado endeudado hasta las cejas e inmerso en dos crisis económicas consecutivas, de dimensiones sistémicas ambas, logra, y sin ninguna dificultad aparente, no ya que le presten montañas de dinero gratis, sino que incluso le paguen a él por obtener el favor de poseer su deuda. El mundo al revés. Suena a locura. Y es probable que lo sea. Pero acaba de ocurrir. Y va para largo.
Estimaciones moderadas hablan ya de un par de décadas completas, hasta 2040. Solo evitar la quiebra de los países del Sur tras la expansión de la deuda posterior a la crisis del euro, solo eso, estaba previsto que obligara a mantener el precio oficial del dinero en torno a cero hasta 2030 en Europa. Pero el efecto arrasador del virus, con sus exigencias añadidas de nuevas toneladas de deuda pública para arrostrar sus estragos, va a obligar al BCE a extender durante otro decenio más, como mínimo, el recurso extremo a esa terapia radical. Una política monetaria, la que nos acompañará durante los próximos 20 años, llamada a tener efectos sociales demoledores. Ocurre que los europeos somos los habitantes más envejecidos del planeta. Para este enorme geriátrico en potencia llamado Europa, ahorrar cara al futuro no supone una opción, sino un imperativo insoslayable. Bien, pues desde el BCE se nos acaba de mostrar que el ahorro representa una actitud económica irracional y absurda. Porque irracional y absurdo es guardar dinero en un banco para, al vencimiento, obtener una cantidad inferior a la que depositamos. Parece de locos, sí, pero acaba de suceder. Y únicamente es el principio.