Es habitual que los medios utilicen la expresión “rebajas agresivas” cuando aluden a campañas comerciales que reducen mucho los precios.
La palabra agresión remite a violencia, ofensa, provocación, ataque, lesiones. Pero nada de eso padecemos los que podemos comprar barato, algo que consideramos, con razón, una ventaja o incluso una bendición.
A veces se argumenta que sufren la agresión los competidores de quien acomete las rebajas, porque ellas los expulsan o pueden expulsarlos del mercado. Pero forzar a la gente a que compre más caro para proteger a los que no son competitivos difícilmente puede ser catalogado de plausible.
También se aduce en ocasiones que las rebajas son señuelos, en el sentido de que los compradores consumen porque sí, o incluso que los vendedores los manipulan y les crean necesidades que no son genuinas. Este argumento paternalista y afrentoso trata a la gente como si fuera imbécil.
Por fin, otra forma de retórica parecida a la de las rebajas agresivas es la de la “guerra de precios”. Cada vez que usted vea un titular en ese sentido se referirá a algo que debe de estar mal, porque “amenaza” a productores. El hecho de que siempre beneficia a los consumidores es por regla general ignorado.