Con toda probabilidad, estas Navidades serán escasas en ternera, o, por más precisar, en vacuno. De manera que el pescado tenderá a subir por encima de lo razonable, como ya es norma, pero algo más. Y el pavo, el pollo y hasta la lombarda subirán precios a cuenta de las vacas locas, su exterminio o su calcinación posible, probable o segura. Ya se sabe, que el pago final de la factura le corresponde a usted, amigo contribuyente, que siempre paga. Si los petroleros suben sus tarifas como si las suben los refineros, Repsol y Cepsa siempre ganarán y usted pagará siempre en varias dosis: cuando pone gasolina, cuando paga el transporte de mercancías, cuando paga productos del campo elaborados con o sin tractores movidos por gasóleo y así sucesivamente.
Don Rodrigo nos viene garantizando que bajará la luz el año que está a punto de nacer. Y ojalá acierte esta vez don Rodrigo. Porque los precedentes –las facturas telefónicas, de los carburantes, del gas y del butano– no han resultado demasiado convincentes. ¿No han visto cómo don Rodrigo, en los últimos tiempos, se ha ido oscureciendo? Particularmente, a raíz de su derrota ante los precios, ha ido mermando su estatura y ya aparece apenas lo imprescindible. Ahora está presionando a sus amigos petroleros, refineros, operadores en general, para que le ayuden a pasar el mal trago del IPC de diciembre, y evitar el trauma del cuatro por ciento, aunque sea por un par de décimas.
Dicen que está dedicado a hacer varias novenas a un tiempo.
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