Más temprano que tarde, sería conveniente que llegara a los medios y se potenciara la existencia de un debate real en torno a la edad de la jubilación. Es muy probable que haya, aproximadamente, tantas opiniones como ciudadanos. Hay quien desea fervientemente ser jubilado como quien sueña en la gran liberación, y tampoco falta quien, con igual insistencia, se aferra al puesto de trabajo como quien lo hace a la vida misma. Por ejemplo, el sindicato de enfermería acaba de proclamar que sus asociados desean jubilarse a los sesenta años si se han cotizado veinticinco.
Nunca hubo criterios claros, y las prejubilaciones de hace unos pocos años confundieron muchísimo “al personal”, que llegó a contemplar la posibilidad de verse en casa a los cincuenta y pocos y con salarios casi íntegros. ¿Va determinando el Gobierno de la nación lo que interesa a la propia nación, a sus ciudadanos, al Sistema de Pensiones, a la caja de la Seguridad Social, a la salud mental de la ciudadanía, a la gestión del talento de la comunidad nacional? Posiblemente sean demasiados cabos sueltos como para dejarlos en manos de unos cuantos políticos con capacidad de decisión. De ahí la necesidad apremiante del gran debate nacional del que salgan luces y sombras, opiniones favorables y adversas.
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