La desaceleración, el enfriamiento, y hasta el miedo a que, en los Estados Unidos, se haya podido empezar a recorrer el camino de la recesión económica son temores, sospechas o apreciaciones que nos vienen acompañando en los últimos tiempos. Y como súbita reacción, o como medicina preventiva, llegó esta semana, sin previo aviso, la decisión del presidente de la Reserva Federal estadounidense, Alan Greenspan, de reducir en medio punto los tipos de interés, lo que logró, ese mismo día, en la bolsa americana, y al día siguiente en las bolsas europeas, una reacción espectacular, junto con una catarata de elogios y reconocimiento al estratega financiero Greenspan, para quien ya algunos empiezan a reclamar incluso el premio Nobel de la Paz. Habremos de comprobar, sin embargo, en las semanas y meses siguientes, en qué dirección se encaminan las economías de los Estados Unidos y de Europa, ahora mismo en ese difícil trance y en clara incertidumbre.
En nuestro país, qué duda cabe, se sigue con ansiedad lo que pueda estar ocurriendo o lo que pueda acontecer al otro lado del Atlántico, pero no se descarta que la globalización pudiera tener efectos más o menos inmediatos o un continuismo inevitable. De momento, las autoridades económicas españoles callan, o tratan, siquiera, de tranquilizar. La de tranquilizadores elementales viene siendo la tarea esencial de muchos ministros: Arias Cañete y Villalobos en “vacas locas”, Trillo en “uranio empobrecido”, Rato, Montoro y Caruana en “eventual recesión-enfriamiento cierto”...
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