Los pilotos de Iberia siempre han tenido un protagonismo y unos deseos de mantenerlo que parecen ir bastante más allá de lo razonable. Ahora resulta que los pilotos, que también tuvieron mucho que decir en los planes de la privatización no concluida, están siendo piedra de choque en la adquisición de Air Europa, hasta el punto de que el acuerdo previo con estos técnicos parece haberse conseguido en condición sine qua non.
O se pacta con los pilotos y éstos dan su visto bueno a la adquisición, o no hay tal. Y, naturalmente, en sus exigencias se produce toda una exhibición del mejor corporativismo y endogamia de los que han venido siendo manifestación permanente en los últimos ¿veinte? ¿treinta? años de la aerolínea de bandera...
Se aseguró que cuando entraran en el consejo de administración verdaderos empresarios, y cuantos los accionistas privados empezaran a mandar en la compañía, los pilotos recuperarían, de una vez, su verdadera tarea y su lugar en la compañía: la de pilotos, conductores del aire, autobuseros de aparatos muchísimo más caros que hacen rutas entre países...
Pero no termina de llegar la auténtica privatización y, por consiguiente, se prolonga la existencia de una clase de profesionales con voz, voto y veto. Mucho veto.
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