Buena parte de las preocupaciones económicas de los últimos días han estado pendientes de la situación económica y financiera argentina, después de que este país haya atraído en los últimos años una gran parte de las inversiones españolas. Pero los niveles de “riesgo país” se han ido incrementando sin cesar, en los últimos tiempos, registrado unos altísimos niveles, de récord mundial, que revelan la desconfianza que suscita su futuro económico y financiero.
Una y otra vez se ha especulado, en los últimos días, con la posibilidad de que Argentina se declarara en quiebra, incapaz para pagar su abultadísima deuda exterior, y una vez que el Fondo Monetario Internacional se niega a anticipar nuevos créditos, y cuando esa desconfianza internacional observa la imposibilidad de que el Gobierno de De la Rúa pueda llegar a ningún acuerdo satisfactorio con los gobernadores de las provincias más importantes del país, en manos de la oposición justicialista.
Las otras alternativas eran la dolarización, la quiebra o suspensión de pagos, o la opción por la que finalmente se han inclinado De la Rúa y Cavallo: renegociar, una vez más, la deuda, en espera de que la situación empiece a encarrilarse y enderezarse. Pero a muy pocos merece confianza el último conejo salido de la chistera de Cavallo y De la Rúa.
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