Cada batalla de la guerra alimentaria trae su etiqueta con el correspondiente precio y coste. Pasaron sus facturas los ganaderos de las vacas locas y las pasarán los ganaderos afectados por la peste porcina. Y los “orujeros” airados no querrán ser menos, por qué habrían de serlo. Después de todo, para eso está el Estado salvador y beneficiario. Para eso y para salvaguardar a los ciudadanos de los avatares de la crisis de la alimentación, que se supone que es prioritaria. En razón de esta salvaguarda de individuos se subvencionan los intereses rozados.
La ministra Villalobos ha explicado que ordenó la retirada del aceite de orujo porque era un peligro para la salud pública. Contiene un cancerígeno llamado benzopireno. El mismo hidrocarburo que, por cierto, contiene el tabaco. O sea, que por la mismísima regla de tres, cualquier día son cerrados los estancos e incautada toda la producción de los campos de tabaco. El día que doña Celia alcance a saber que el producto tóxico es exactamente el mismo pero en muchísima mayor cuantía relativa.
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