Finalmente, se han superado los cuarenta millones de españoles. Finalmente, se produce un repunte de la natalidad en España. Finalmente, nos acercamos a dieciséis millones de cotizantes a la Seguridad Social... ¿Quién podría soñar tales acontecimientos, en plena época de ajuste de gastos familiares, reducción del número de hijos, envejecimiento progresivo e imparable de la situación española? Pues, aunque resulte, y sea, abiertamente paradójico, así es.
Envejece el país, se jubilan los españoles, nacen pocos españoles, pero crece su población y aumenta el número de sus trabajadores cotizantes. Todo ello se produce por razón de un fenómeno con el que apenas habían contado los estudiosos, los dueños de los cálculos y las previsiones: los inmigrantes han llegado, unos cuantos, y algunos han empezado a hacer su propia aportación al país que los acoge y les da papeles, trabajo, y una cama de hospital en la que nacen sus hijos. Esta generación de españoles algún día empezará a tener, por ejemplo, peso político. Y derecho al voto, y preferencias en razón de quién atienda sus derechos...
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