La globalización lo complica todo. Incluso la guerra de Perejil. Si no fuera porque estamos en verano, la isla de marras está a pocos kilómetros de las atestadas costas españolas, la campaña turística acaba de comenzar, y los marroquíes que atraviesan España son, en su mayoría, residentes legales en países del Tratado de Schengen, todo sería más fácil. Podríamos desalojar la isla de marras sin temor a que los turoperadores nos cancelasen las reservas turísticas de agosto y, en menor medida, de septiembre, alegando que hay operaciones militares en las proximidades. Podríamos imponer fuertes controles a la entrada y salida de visitantes desde Francia y Algeciras. Pero son las cosas de la denostada globalización: teje una red de intereses económico-comerciales que hay que respetar, porque si te dejas llevar puedes terminar tirando piedras contra tu propio tejado. Ya sabemos que donde reina Mercurio es difícil que lo haga Marte. Tal vez por eso Marruecos ha escogido tan buena fecha para tomar el Perejil. Tal vez piense que esperaremos hasta que se acabe el verano.
Pero la globalización, tiene que funcionar, como el Estado de Derecho, también contra sus enemigos. Mohamed VI no puede sólo aprovecharse del antibelicismo propio de la libertad de comercio. Tiene que experimentar más fuertemente que, o se adapta o perece. Si quiere mantener su reino medieval y pasearse por las calles de Rabat vestido de Comendador de los Creyentes o Rey de los Pobres (son los títulos que utiliza), la globalización deberá darle la espalda. Será entonces el Rey de los Pobres, pero de solemnidad. Ni inversiones, ni visados, ni comercio, ni nada... No sé cuanto tiempo podrá aguantar así: sin libertades y sin dinero. En la libertad se cree y se practica. Si le preocupa su pueblo, el Norte de Marruecos es tan bueno como el Sur de España para el turismo, pero lo único que debe circular entre ambos territorios son embarcaciones de recreo y cargueros con mercancías y pasajeros. La isla del Perejil estará entonces bien para hacer excursiones, pero no el cabra.
Rubén Manso es director de Lycos-Intereconomía
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