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Martín Simonetta y Gustavo Lazzari

La devaluación competitiva es un mito

¿Es posible motorizar el crecimiento de una economía devaluando la moneda? Contradiciendo los argumentos oficiales y la perseverante posición de los grupos industriales que alentaron terminar con la convertibilidad en Argentina, los fríos números demuestran todo lo contrario.

Tras una devaluación cercana al 70% en los primeros nueve meses del 2002, lo que hemos presenciado es una caída de las exportaciones del 7% y el desplome de las importaciones en más de 60%. Reforzando la inconsistencia del argumento de la devaluación competitiva también es preciso señalar que con un régimen de tipo de cambio fijo entre 1989 y 1998 las exportaciones crecieron de 8 mil millones de dólares a 26.400 millones.

La evidencia muestra que la devaluación le ha puesto un candado a una economía ya cerrada como la Argentina, la cual sólo exportaba un 10% del PIB, mientras que en su época de esplendor (1910) alcanzaba 25%. Esa relación entre exportaciones y producto puede sonar ambiciosa, pero es superada por algunos países latinoamericanos que han abierto sus economías en las últimas décadas, como Chile (46%) y México (35%).

La consecuencia de una devaluación de la magnitud de la Argentina es la generación de una economía de cabotaje, cuyo aislamiento deriva de la fenomenal pérdida de poder adquisitivo del peso.

Así como una economía abierta incentiva la innovación y la mejora constante, una economía cerrada fortalece prácticas ineficientes y consolida sectores productivos sólo viables bajo el paraguas de la protección. Podríamos decir: "cría ineficientes y cerrarán tu mercado", ya que los intereses proteccionistas nacen, crecen, se reproducen, se asocian y permanecen, siendo políticamente muy costosos de desarmar, como lo demuestra el caso argentino.

Una economía cerrada difícilmente crece en base a exportaciones, ya que es imposible exportar sin importar. Por ejemplo, durante la década de 1990 el crecimiento de dos veces y media de las ventas externas tuvo como contracara un incremento de tres veces y media de las importaciones, en las que los bienes de capital representaron casi 50% del total, lo cual es impensable en un contexto de peso devaluado.

De este modo, lo que desde el gobierno se ha denominado “sustitución eficiente” de importaciones no es otra cosa que mantenernos aislados de un mundo dinámico y competitivo, que día a día evoluciona e incrementa su productividad.

Los países que crecieron al abrir su comercio exterior establecieron reglas de juego ciertas y respeto por los derechos de propiedad. Irlanda, Nueva Zelanda, Chile e inclusive México han ingresado en dicha senda. Argentina misma logró subirse al tren del crecimiento económico en el período 1880-1916, basada en las exportaciones, inversión extranjera tanto directa como financiera y apoyada sobre un régimen monetario y cambiario de convertibilidad oro.

La caída, en lugar del surgimiento, de las exportaciones argentinas tras la devaluación demuestra el daño producido por reglas inestables e impredecibles.

Martín Simonetta y Gustavo Lazzari son Analista y Director de Políticas Públicas, respectivamente, de la Fundación Atlas para una Sociedad Libre.

© AIPE

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