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Rubén Manso

Contabilidades y opiniones

En las facultades de Economía siempre se explicó que el resultado contable era una estimación pesimista del resultado económico de una compañía. Es decir, que la compañía había ganado al menos lo que decía haber ganado o que había perdido como mucho lo que decía haber perdido. Eso era así mientras se mantuvieron los principios contables clásicos: precio de adquisición y prudencia, principalmente. Las cosas se valoraban como mucho por lo que costaron y no se permitía reconocer beneficios no realizados. Sin embargo, eso se quebró con la aparición en escena de nuevos principios: la denominada Mark to Market Accounting (MtoM A) o contabilidad a precios de mercado. La MtoM A funciona en la normativa española de manera parcial: se aplica a las entidades sujetas a la disciplina de la CNMV (aunque no totalmente), a determinadas partidas de las entidades supervisadas por el Banco de España y a las operaciones nominadas en moneda extranjera en el resto de los casos.

Puestas así las cosas, ahora tenemos una situación en la que la contabilidad de una compañía puede ser una mezcla de principios clásicos y modernos, por lo que el presupuesto del comienzo de esta reflexión, estimación pesimista, se ha roto: ahora los resultados contables son una estimación, nada más, de los resultados económicos. Además, la MtoM A no se ha aplicado desde el comienzo de manera simétrica, por lo que su aplicación pura pero en los términos en que está definida ahora, no generaría más que problemas. A todo el mundo le parece muy razonable que una compañía valore sus activos no por el precio que pagó por ellos sino por su valor de mercado. Sin embargo, ¿cómo valoraríamos sus pasivos?

En el estado actual de la técnica contable, los pasivos se están valorando, salvo partidas muy específicas, por su valor de reembolso o, lo que es lo mismo, por lo que la compañía se ha comprometido a devolver a sus acreedores. Esto genera grandes problemas. Cuando un activo financiero baja de precio, por ejemplo una obligación emitida por una compañía del sector de telecomunicaciones, los tenedores de ese activo deberán reconocer sus pérdidas. Hasta aquí todo va bien. Pero la compañía de telecomunicaciones no podrá reconocer que puede cancelar su deuda recomprándola en el mercado por debajo del importe al que figura en su balance. Esto no es más que un botón de muestra sobre los problemas actuales de la contabilidad. Sin embargo, a raíz del problema de Telefónica y otras compañías españolas con la normativa de la SEC norteamericana, demasiados opinadores han salido a favor de una contabilidad a precios de mercado ponderando los beneficios de la misma, pero claro está que sobre los activos y no sobre los pasivos.

La contabilidad no es una materia de andar por casa, como no lo es la diagnosis de un tumor en la cabeza, aunque eso sí: muchos médicos han mentido a sus pacientes.

En Libre Mercado

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