Terremoto en el fútbol de élite europeo. La dimisión de José María Bartomeu como presidente del FC Barcelona trajo consigo una "bomba" informativa que nadie esperaba: el anuncio de que el club blaugrana se habría sumado al proyecto de Superliga Europea en el que también estarían trabajando otros equipos españoles como el Real Madrid CF o el Atlético de Madrid.
La idea viene de lejos. Ya en los años 90, los catorce equipos más destacados del Viejo Continente tejieron una alianza institucional con la que pretendían plantar cara al excesivo poder de la UEFA y, al mismo tiempo, explorar nuevas vías de negocio. Uno de sus principales reclamos era la exigencia de una compensación económica por la cesión de jugadores a las selecciones internacionales, pero el G-14 también puso encima de la mesa la posibilidad de lanzar una nueva competición de élite en Europa.
No hay que olvidar que la Liga de Campeones nació de la iniciativa privada, puesto que fue el diario francés L’Equipe el que lanzó la propuesta de crear un torneo de este tipo. Conforme los equipos del Viejo Continente se fueron sumando a aquella iniciativa, la UEFA reconoció institucionalmente la competición, dando pie a lo que hoy se conoce como Champions League o Liga de Campeones.
La presión ejercida por el G-14 amainó conforme la UEFA accedió a algunas de sus demandas, pero esta estrategia de apaciguamiento empezó a quebrarse a mediados de los años 2000, cuando se lanzaron nuevos llamados a constituir una Superliga Europea de fútbol. Uno de los referentes que tienen en mente los clubs involucrados en el proyecto es el torneo de la Euroliga de Baloncesto, que nació de manera enteramente privada, al margen de las federaciones oficiales, y que terminó siendo reconocida por la FIBA ante la incapacidad del viejo organismo de frenar la "sangría" de equipos y anunciantes.
¿Se hará realidad?
Desde 2008, los esfuerzos del G-14 se canalizan a través de la Asociación de Clubes Europeos (ACE). Además del Real Madrid CF y del FC Barcelona, la lista de fundadores también incluye a escuadras como Ajax, Bayern de Múnich, Borussia Dortmund, Inter, Juventus, Liverpool, Manchester United, Milán, Olympique de Marsella, Paris Saint Germain, PSV Eindhoven y Oporto. Posteriormente se sumaron Arsenal, Bayer Leverkusen, Olympique de Lyon y Valencia CF. Durante la última década, el número de integrantes de la ACE se ha disparado y ya supera los 220 equipos, incluidos Athletic Club de Bilbao, Atlético de Madrid, Málaga, Real Sociedad o Sevilla.
Las continuas restricciones de la UEFA, el alejamiento de la lógica de mercado que preside el reparto de derechos de televisión en la Champions League y la pérdida de interés que sufren las competiciones nacionales han hecho que la ACE vuelva a plantear la posibilidad de articular una Superliga. Los equipos involucrados creen que los ingresos asociados a tal proyecto serían mucho mayores.
Andrea Agnelli, presidente de la Juventus, lo explicó claramente en 2016:
"La Champions League vale 1.500 millones de euros en derechos de televisión, frente a los casi 7.000 millones que mueve la Liga de Fútbol Americano (NFL). Los estudios de mercado demuestran que, de los 2.000 millones de aficionados al deporte en el mundo, unos 1.600 millones son fans del fútbol y únicamente 150 millones lo son del fútbol americano. Hay que reflexionar acerca del potencial inexplorado en los formatos actuales de competición en el fútbol".
El fútbol inglés, a menudo citado como referente por los amantes del balompié, vivió una experiencia similar a comienzos de los años 90. Y es que, aunque el gran público lo ignora, la Premier League nace en 1992 tras un acuerdo privado mediante el cual los clubs se separaron de la Liga nacional y formaron su propia competición, que contaba con un lucrativo contrato de derechos de televisión como "colchón" financiero para lanzar el proyecto.
Los cálculos que maneja la ACE apuntan que el campeón de la Superliga obtendría hasta diez veces más dinero de lo que hoy se embolsan los equipos vencedores de la Champions League. En cuanto al resto de escuadras, sus ingresos se multiplicarían por cuatro con respecto a los niveles actuales. Si la UEFA desea evitar la "sangría" y ver cómo la Champions League se vacía de contenido, deberá actuar en esta línea y reformar a fondo la competición actual, apostando por un modelo más selectivo y, sobre todo, mejor remunerado. De lo contrario, puede terminar como la FIBA: obligada a reconocer la nueva Superliga que impulsan los grandes clubes europeos.