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Factoring: en qué consiste el producto de financiación más sencillo y cómo puede ayudarte

Los problemas de circulante comienzan a ahogar a las empresas. Las alternativas no bancarias ganan peso durante la crisis.

Los problemas de circulante comienzan a ahogar a las empresas. Las alternativas no bancarias ganan peso durante la crisis.
En estos meses, los pequeños empresarios están teniendo que hacer malabarismos para cuadrar las cuentas. | Pixabay/CC/cloudhoreca

Es un término de esos que apenas aparecen en los medios y que los no empresarios ni siquiera saben muy bien qué significa, pero que es clave para entender el día a día financiero de las empresas españolas. De hecho, la falta de atención a esta métrica se ha llevado por delante a compañías con buenos negocios e ideas... pero una mala gestión contable. Y siempre es importante, pero en época de crisis (y más aún en una tan repentina y aguda como ésta) es fundamental.

Hablamos del circulante. En lenguaje técnico, "los activos que son monetizables —se convierten en líquido— dentro del ciclo de explotación de la empresa" y las "partidas de pasivo que son monetizables —exigibles a corto plazo— dentro del ciclo de explotación de la empresa". En lenguaje menos técnico, los compromisos de pago a los que la empresa tendrá que hacer frente en el corto plazo frente a los derechos de cobro que posee para ese mismo período.

Desde hace décadas, los expertos avisan de que ésta es una de las principales debilidades de las empresas españolas. Aquí, por ejemplo, Daniel Lacalle, al comienzo de esta crisis, en el mes de marzo, explicaba uno de sus principales temores: "¿Qué es muerte por capital circulante? Los ingresos se desploman, los que te pagan lo hacen, pero mucho más tarde y, sin embargo, los costes fijos e impuestos aumentan y se acumulan. La mayoría de las empresas en España tienen muy poca liquidez. Si pensamos en las grandes, suman 28.236 millones de euros según Moody’s. Eso supone el 3% de la liquidez total de la región EMEA y sitúa a España a la cola de Europa".

Algunos autores hablan de esa "carrera por la liquidez" que se desata en todas las crisis y que empuja a las empresas a a buscar todo tipo de instrumentos para conseguir efectivo de forma inmediata. Aquí, el no iniciado, suele pensar en el banco y en las opciones clásicas de financiación: desde un préstamo a una línea de crédito. Pero hay más. Y, en muchas ocasiones, mucho más sencillas y baratas. Como el factoring: otro término que muchos empresarios conocen, aunque no siempre tienen claro (sobre todo entre las micropymes) en qué consiste o qué ventajas tiene.

El producto más sencillo

Esta semana, en Libre Mercado, hablamos sobre el factoring con Benedicto Jiménez, director comercial de Gedesco, la empresa líder en nuestro país en financiación no bancaria: "Es el producto de financiación más simple" que hay en el mercado, explica. Los dos únicos requisitos que se requieren para acceder al mismo es que la empresa tenga ventas (emita facturas) y que cobre a plazo (que no le paguen al contado o con una transferencia inmediata). A partir de ahí, sólo con esas premisas, cualquier compañía española puede acceder al factoring [toda la información sobre la situación financiera de las empresas españoles y el buscador más completo se encuentra en la herramienta desarrollada por Infocif y Libertad Digital].

Con este planteamiento, es fácil imaginar en qué consiste el mecanismo:

  • la empresa emite una factura a un cliente (que le pagará a 30-60-90... días)
  • si necesita liquidez inmediata, entrega (cede) la factura pendiente de cobro al financiador
  • el financiador adelanta el montante de la factura a la empresa
  • a cambio de ese servicio, le cobra una comisión

A partir de ahí, llegan los detalles. Porque hay miles de opciones en función de quién sea el deudor que tenga que abonar la factura o de las características de la misma, pero la clasificación más importante es la que divide entre factoring sin recurso y con recurso. En el primer caso, la entidad que financia el factoring asume el riesgo de impago (es decir, si el deudor no abona la factura, sólo puede reclamar ante este deudor). En el factoring con recurso, la empresa que financia mantiene la capacidad de ir contra las dos partes (el cedente y el cliente de éste) en el caso de que no se abone la factura en el plazo previsto.

Evidentemente, en el caso del factoring sin recurso, el precio que paga la empresa que cede la factura es superior, porque recibe un doble servicio: adelanto del efectivo y quedar cubierto del riesgo de impago. "Duermes más tranquilo", explica Jiménez. Por otro lado, también recuerda que "en la realidad, hay muchos matices" y que en el factoring con recurso el financiador va a intentar cobrar del moroso como primera opción.

Cada caso, cada cliente, será distinto, pero en la práctica diaria el diferencial de precio entre una y otra opción no es tan grande como podría pensar el profano por una cuestión de análisis crediticio: "El descuento no es tan grande, porque ese descuento lo pones en valor en función del pagador. Si es bueno, la prima será pequeña... si es malo, quizás no entre", porque la entidad financiadora no aceptará esa factura en concreto.

En este punto, surge la duda de las ventajas del factoring frente a la financiación bancaria tradicional. La primera es la inmediatez y la rapidez de acceso a esa financiación. Y la segunda, más técnica pero clave para muchísimas empresas, es que la financiación no bancaria no te consume Cirbe: la Central de Información de Riesgos del Banco de España, que la propia web del organismo define como "una base de datos que recoge la información de los préstamos, créditos (riesgo directo), avales y garantías (riesgo indirecto) que cada entidad de crédito mantiene con sus clientes".

Esto es muy ventajoso por dos cuestiones: en primer lugar, otorga más margen a la empresa para solicitar crédito bancario para otras necesidades (y hay compañías que llegan al tope de su financiación bancaria y no tienen otra opción para conseguir liquidez extra que acudir a este tipo de mecanismo).

Y en segundo lugar, aunque sólo en el caso del factoring sin recurso (es decir, el riesgo de impago lo asume la entidad que financia), porque "tu balance se libra de la parte deudora": lo que entra es caja sin ninguna otra contrapartida en el pasivo.

El factoring y la covid

Si todo esto es importante en una época normal... imagínense estos meses. La crisis de la covid-19, que era para dos meses y ya hay quien habla de 2022, lo ha cambiado todo. Jiménez explica que en el mercado de la financiación no bancaria y del factoring, ahora mismo, hay dos tendencias contrapuestas. Por un lado, hay menos materia prima (ventas y facturas); por el otro, hay cada vez más empresas y administraciones que intentan alargar los plazos de pago, por lo que empresas que antes no necesitaban recurrir al factoring, ahora sí tienen que hacerlo.

También por sectores hay muchas diferencias. El factoring ligado al turismo, por ejemplo, está tan parado como el propio sector, porque no hay negocio ni facturas que ceder. El de alimentación, sin embargo, está viendo un repunte, porque sí ha aumentado la facturación al mismo tiempo que los clientes (supermercados, cadenas de distribución, etc...) alargan los plazos para abonar esas facturas.

Y, por supuesto, están las administraciones públicas, para las que también hay factoring. Aquí se mezcla otra contradicción llamativa: el Estado (y las comunidades y los ayuntamientos) es el pagador más seguro ["si se hacen las cosas bien" y se confirma la validez de la factura, recuerda Jiménez]. Pero también puede ser uno de los más remolones. "Ahora los plazos medios de pago son menores" que en la crisis de 2008-2012, aseguran en Gedesco. Incluso los ayuntamientos "están pagando bien, aunque en el último año, algunas administraciones han estirado los plazos. Y con la crisis de la covid, aunque no lo digan de forma explícita, más de una va a empezar a pagar por encima de los 90 días".

En Libre Mercado

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