El Fondo Monetario Internacional (FMI) ha confirmado que España se quedará rezagada en cuanto a la recuperación económica y, con ello, en la evolución del mercado laboral, punto débil de nuestra economía debido a su menor productividad y la mayor intensidad de la mano de obra en nuestra estructura económica.
Ello se debe a la equivocada gestión de Sánchez en la gestión de la doble crisis provocada por el coronavirus, tanto la parte sanitaria como la económica, pero no hay que olvidar que el daño a la estructura económica viene de lejos, de su propio programa de Gobierno.
Así, desde que fue investido presidente del Gobierno, tras la moción de censura de mayo de 2018, Pedro Sánchez ha aplicado una política económica que se ha alejado de los parámetros establecidos en el Pacto de Estabilidad y Crecimiento de la Unión Europea, relativo a las condiciones para mantener una convergencia económica que hiciese posible la convivencia armónica de los países que integran el euro en materia económica, elemento imprescindible al haber entregado todos ellos la política monetaria y mantener la política fiscal.
Esos criterios nunca fueron un capricho, sino la forma de asegurar que las medidas de política monetaria que tomase el Banco Central Europeo, que lo hace en función de lo que más conviene a la media de la eurozona, afectasen a todos los países por igual, y la única manera de garantizarlo era que todos los países se comportasen de manera muy similar.
Sin embargo, desde que Sánchez fue elegido, la política económica de España sufrió un cambio completo: modificó los objetivos presupuestarios para 2018 y 2019 y elevó el gasto. Eso hizo, por ejemplo, que el objetivo de déficit para 2019 negociado por Rajoy con Bruselas, que era del 1,3%, pasase a ser del 2% al llegar Sánchez. No obstante, el incremento que Sánchez le imprimió al gasto fue tal que la UE siempre consideró que el déficit sería todavía mayor, cerca del 2,2%. El propio Banco de España llegó a estimar un 2,5%.
Entre esos gastos, se incluyen todas las rigideces que fue introduciendo Sánchez, la mayoría en los consejos de ministros de los viernes, que él llamó sociales y la oposición tildó como electorales. Todas esas medidas incrementaban el gasto en 9.025 millones de euros
Adicionalmente, la subida artificial del salario mínimo un 22,3% en 2019, más el incremento de 2020, destruyó empleo (casi 205.000 afiliados a la Seguridad Social en enero de 2020), que sólo por estabilizadores automáticos incrementó el gasto (más prestaciones por desempleo) y disminuyó los ingresos (caída de recaudación por menor actividad), que agrandó el déficit.
Así, del 1,3% pactado con Rajoy y el 2% anunciado por Sánchez, España comunicó un déficit del 2,64%. Sin embargo, pocos días después Eurostat se lo corregía a 2,82%, en un hecho poco común, que debilitó aún más la credibilidad del Gobierno.
Y llegó el coronavirus
En cuanto a la crisis del coronavirus, Sánchez actuó tarde y mal en las medidas de prevención, que podría haber adoptado en enero, de manera que con medidas más suaves habría podido evitar tanto contagio y el colapso de la sanidad, lo cual habría impedido que falleciesen tantas personas y no habría sido necesario cerrar la economía. Sin embargo, su imprevisión le llevó a decretar el cierre productivo de casi toda la actividad económica. Su lento plan de reapertura, la inseguridad jurídica creada al hablar el Gobierno de nacionalizaciones -Iglesias y Garzón-, de subida de impuestos, la derogación de la reforma laboral pactada con Podemos y con el antiguo brazo político de ETA (aunque después se desdijesen en parte), y la imposición de una cuarentena a los viajeros extranjeros hicieron que el horizonte de recuperación español fuese menos intenso y más largo que el de nuestros socios de la UE, que unido a la más baja productividad de la economía española provoca que el mercado de trabajo se resienta más que el del resto de países comunitarios. Bruselas le pedía reformas estructurales y Sánchez les mostró una involución en las reformas existentes. Mal camino para ejecutar la ayuda europea, que cada día que pasa vemos que va a estar sometida, lógicamente, a un mayor control para que se emplee en reformas estructurales, y no en las ideas “buenistas” en las que parece querer aplicarlas el Ejecutivo.
Con todo ello, ¿con qué nos encontramos? Con que el FMI certifica que la evolución de la economía española es peor que la del resto de países avanzados. Así, España, es el único país de las economías avanzadas que ve retrasar su recuperación de manera importante en comparación con la anterior estimación, del mes de junio.
Estados Unidos, por ejemplo, mejora su previsión de manera que va a caer sólo la mitad que lo previsto en junio (un 4,3% de caída frente al descenso del 8% de junio). Lo mismo sucede con la economía global, que mejora su caída en ocho décimas, la de la zona euro y la de Alemania, que la mejoran casi en dos puntos o la de Italia, cuya mejoría es superior a los dos puntos. De hecho, Italia iba a caer tanto como España en 2020 en la estimación de junio y ahora deja en solitario a nuestro país, cuyo retroceso cifra el FMI en el 12,8% del PIB.
Esto deja al descubierto que las previsiones que el Gobierno ha elaborado para el cuadro macroeconómico se pueden convertir en papel mojado, al ser mucho más optimistas que el conjunto de instituciones, entre ellas, el FMI.
De esa manera, mientras que el Gobierno cree que la economía retrocederá en 2020 un 11,2%, el FMI empeora esa previsión más de punto y medio, hasta el -12.8%. Adicionalmente, esa previsión tiene otro componente negativo: es la misma que en junio, de manera que no sólo es que España vaya a registrar la mayor caída del PIB, según el FMI, de entre los países desarrollados, sino que además su evolución es la peor de entre todos ellos.
Es cierto que para 2021 el FMI considera que España es el país que más crecerá, esto se debe a dos factores: que la caída en 2020 es mayor y que la recuperación se retrasa en España, al no haber mejoría alguna entre la estimación de junio y la de octubre, cuando el resto sí que mejora. De ahí que debido a esa anticipación de la mejoría el resto de países no vaya a tener tanta potencia en 2021, pero anticipan la recuperación y, por tanto, la creación subsiguiente de empleo, y crecen, en neto entre los dos años, con más fuerza de lo que lo iban a hacerlo antes. Es decir, la mejora del resto de países vendrá antes, ya en 2020, mientras que la de España verá retrasar su inicio a 2021. Adicionalmente, la mejoría que en 2020 tienen esos países es mucho mayor que la menor estimación para 2021, mientras que la mejoría conjunta en España, entre los dos años, es menor respecto al resto.
Por otra parte, las cifras de 2021 indican, de nuevo, que las previsiones del Gobierno en el cuadro macro vuelven a ser optimistas: consideran que en 2021 la economía española crecerá un 7,2% tras caer un 11,2%, mientras que el FMI considera que en 2021 crecerá esa cifra, un 7,2%, pero tras retroceder mucho más, un 12,8%. Por tanto, el punto de recuperación llegará más tarde según el FMI, ya que el punto de inicio será inferior en el caso estimado por el fondo.
En definitiva, la situación es muy preocupante, cada vez más. No sólo el Gobierno quiere aplicar políticas de gasto desmedido e impuestos altos, sino que, con su gestión de la crisis, nos ha llevado a la aplicación de políticas medievales que han arruinado nuestra estructura económica, haciendo mucho más difícil y lenta la recuperación de nuestra economía, como muestra también el FMI en sus previsiones de octubre. O rectifica de inmediato, cosa que no parece que vaya a suceder, o incluso esas previsiones del FMI pueden resultar, desgraciadamente, optimistas.