El ministro de Consumo, Alberto Garzón, ha propuesto la aprobación de un impuesto a las bebidas azucaradas que afectaría a refrescos, zumos y otros productos. Para valorar la incidencia que tendría este gravamen, Libre Mercado se ha entrevistado con Christopher Snowdon, experto británico del Institute of Economic Affairs, especializado en el análisis de este tipo de medidas fiscales y de salud pública.
En sus trabajos ha defendido que este tipo de tributo golpea a quienes menos ganan. En España, la propuesta sale de un ministro comunista.
Estos impuestos son claramente regresivos, porque las familias de menor renta dedican un mayor porcentaje de su renta a adquirir este tipo de bebidas. Por lo tanto, es llamativo que alguien que se define como comunista proponga un impuesto que afectará mucho más a quienes menos ganan. En Estados Unidos fue muy llamativo ver que Bernie Sanders, el senador más socialista del Partido Demócrata, se opuso a esta medida afirmando que golpearía a los pobres, mientras que Hillary Clinton, que encarna la izquierda caviar, sí la apoyó.
El argumento de salud pública que esgrime el ministro tiene que ver con la obesidad, más concretamente la infantil.
La teoría es la que es: si subes ese impuesto aumentan los precios, de modo que cada vez se venden menos refrescos o zumos y, en última instancia, la dieta se vuelve menos calórica, de modo que al final se reduce la obesidad. No podemos negar que los precios son vitales para entender la oferta y la demanda, pero también hay que tener en cuenta la elasticidad, que en este tipo de productos no muestra grandes cambios. Al final, la gente compra una Coca Cola porque quiere una Coca Cola y, si tiene que pagar algunos céntimos más, lo hará. Y, por cierto, aunque se hable de obesidad infantil, el impuesto golpearía a todos, jóvenes o no.
Me da la impresión, además, de que estas bebidas son solo una parte de la dieta. ¿Hasta qué punto un eventual descenso de su consumo tiene un impacto en la salud real de las personas?
Pues las bebidas azucaradas que se quieren gravar suponen alrededor del 2% del consumo calórico total de una persona normal. Por lo tanto, su impacto final en la dieta de un ciudadano de a pie es casi inexistente, porque incluso llevando a cero su consumo, lo cual implica asumir un escenario muy poco realista, solo estaríamos ante una reducción del 2%.
En otros países se han adoptado gravámenes similares. ¿Qué resultados han tenido?
En Estados Unidos hay más de 30 impuestos así, aplicados a lo largo y ancho de los distintos territorios del país. Las investigaciones de Jason Fletcher, David Frisvold y Nathan Tefft revelan que aplicar este tipo de tasas no tuvo efecto alguno en el consumo de calorías. Dani Fitts y Amelia Vader llegaron a la misma conclusión con una metodología distinta.
Los defensores de estos tributos apelan a la experiencia mexicana, pero Vd. niega la mayor.
México es un caso interesante, porque se publicaron noticias que apuntaban a un descenso del 12% en el consumo de este tipo de bebidas. Sin embargo, el estudio que arrojaba esa cifra no llegaba a esa conclusión, sino que proyectaba una caída del 12% con respecto a un escenario hipotético en el que, al no haberse aplicado el tributo, el consumo hubiese seguido aumentando. Es importante señalar que la tendencia era precisamente a la inversa, porque el consumo de estas bebidas en México estaba bajando levemente en los años previos a la adopción del impuesto. De hecho, cuando pasaron los meses y las instituciones públicas mexicanas revelaron cómo habían cambiando los patrones de consumo, se constató que no solo no hubo tal reducción del 12% sino que incluso se observó un leve repunte, del 1%. Por lo tanto, no hubo cambios en los niveles de consumo y, como es lógico, tampoco hubo cambios en los indicadores de salud.
Algunas de estas empresas están reduciendo el contenido de azúcar de sus refrescos, zumos o bebidas, sobre todo en su país, Reino Unido, donde los resultados son llamativos.
Bueno, hay que partir de la base de que muchas de estas bebidas cuentan con versiones "light" o "cero azúcar", de modo que el consumidor ya puede elegir. Sin embargo, en un intento de congraciarse con el gobierno y evitar los ataques, algunos fabricantes han dado el paso de reducir el contenido azucarado de la bebida normal. La respuesta ha sido un rechazo de los consumidores, que sí han reaccionado negativamente contra estos cambios.
¿Qué mensaje enviaría, entonces, a los consumidores españoles?
Deben oponerse a este tipo de impuestos. La evidencia muestra que no tienen efecto en el consumo e, incluso si hubiese un cambio en ese frente, lo cierto es que no se modificaría más que una fracción mínima de la ingesta calórica, de modo que no habría cambios en la salud pública. España, por cierto, es un país con muy buenos indicadores sanitarios, cosa que también hay que recordar.
Y la economía no está para más impuestos…
El PIB de España se está derrumbando. Yo creo que esta crisis va a tener efectos muy largos, puede ser un lustro hasta recuperar los niveles de producción y empleo previos a la pandemia. En plena recesión, es un suicidio subir impuestos. En la izquierda británica, que se ha radicalizado mucho en los últimos años, nadie plantearía así. Está claro que, si buscan ingresos, usarán cualquier excusa, pero subir impuestos deprime el crecimiento y, en el caso de este impuesto a las bebidas azucaradas, la evidencia demuestra que las justificaciones paternalistas para su adopción no se sostienen.