La curva oficial de contagiados por covid-19 que comparte a diario el ministerio de Sanidad parece sugerir que el número de infectados es ahora mucho mayor que hace un semestre. Sin embargo, la composición de dicho gráfico adolece de una carencia estructural, puesto que la capacidad de diagnóstico observada en la primera ola de contagios fue muy baja, de modo que, como regla general, solo se hicieron pruebas a aquellas personas que presentaban un cuadro médico grave.
El resultado es una curva de dos jorobas en la que las cifras de contagiados registradas en la primera ola son ya inferiores a los números de infectados de la segunda ola. En las próximas semanas, esa diferencia se acrecentará, puesto que la capacidad de diagnóstico está mejorando y, de hecho, puede dar un gran salto cualitativo y cuantitativo gracias al nuevo test rápido de antígenos de Abbott.
¿De qué manera se puede corregir esta construcción tan defectuosa y, en gran medida, engañosa a la hora de ponderar cómo evoluciona la situación sanitaria? Quizá la única forma de aproximarnos a la dimensión real de lo sucedido en la primera ola es tomar como referencia los diversos estudios de seroprevalencia que realizó el ministerio de Sanidad al final de la primera ola, con ánimo de estimar cuántos ciudadanos se contagiaron realmente del patógeno originario de China.
Si tomamos como referencia los resultados del estudio de seroprevalencia para la Comunidad de Madrid, encontramos que la primera ola de exámenes reveló que el 11,3% de su población se habría contagiado de coronavirus, un porcentaje que subió al 11,4% en la segunda ola de pruebas y que finalmente llegó al 11,7% en la tercera y última medición realizada. Esto significa que, entre febrero y junio, la cifra real de contagiados en Madrid se situó en torno a 780.000 personas.
Por el contrario, si tomamos como referencia el número de positivos detectado por las autoridades sanitarias, vemos que la cifra de infectados comunicada al final del primer semestre rondaba los 74.000 contagios acumulados. Por lo tanto, por cada positivo oficial habría 10,5 contagios reales, de modo que la curva de la primera ola que sigue empleando el ministerio de Sanidad se sitúa muy por debajo de la situación epidemiológica real que se desprende del estudio de seroprevalencia realizado por dicho departamento de gobierno.
Si reconstruimos la curva de contagiados a partir de las conclusiones del estudio de seroprevalencia, multiplicando por 10,5 el número de positivos oficiales, encontramos que las dimensiones de la curva cambian por completo. De repente, los positivos diagnosticados (azul) son apenas una fracción de los contagios que realmente se dieron (rojo).
Como es lógico, tampoco ahora se hacen suficientes test como para conocer a ciencia cierta cuántas personas están infectadas de covid-19 en esta segunda ola de contagios. Sin embargo, la capacidad de diagnóstico ha aumentado notablemente y la brecha entre la cifra oficial y la situación real es mucho menor que antaño.
La realización de un nuevo estudio de seroprevalencia o el despliegue masivo de test de antígenos podría ayudar a recomponer el gráfico con mayor certidumbre para los datos del tercer trimestre del año. La consejería de Salud admite que su capacidad de diagnóstico está un 20% por debajo de la cifra real de infectados (es decir, se ha reducido por un factor de cinco la distancia entre contagiados diagnosticados y reales), de modo que las dimensiones de la segunda ola son, en efecto, marcadamente inferiores que el verdadero tamaño de la primera.
En este sentido, no hay que olvidar que las curvas de hospitalizados e ingresos UCI o los gráficos de fallecidos sí describen una pendiente similar a la presentada en la estimación anterior, tal y como puede verse a continuación:
A raíz de todo lo anterior, la estimación de la mortalidad del virus cambia drásticamente, puesto que depende de la referencia que tomamos a la hora de establecer cuántas personas se contagiaron. Si en la primera ola nos ceñimos a los 74.000 positivos oficiales de Madrid, el exceso de mortalidad de 15.000 personas observado en esas fechas supone una letalidad elevadísima, del 20%. No obstante, si el dato de contagiados real estuvo más cerca de los 780.000 en la primera ola, entonces la tasa de letalidad para Madrid fue algo inferior al 2%, en línea con los niveles observados en otros países y grandes capitales donde sí hubo más capacidad de diagnóstico en la primera ola.
Por otro lado, si comparamos los positivos diagnosticados hasta el 1 de julio con los que se registraron desde entonces y hasta el pasado 24 de septiembre, encontramos que esta cifra ronda los 130.000 contagios, mientras que las muertes por covid-19 que ha comunicado la Consejería de Salud desde esa fecha han ascendido a 1.101, lo que implicaría una letalidad de 0,84% durante la segunda ola. Y, si elevamos en un 20% el total de contagiados, para recoger la brecha de diagnóstico que aún admite el gobierno de la CAM y hacer un cálculo más realista, este porcentaje sería del 0,71%.