Ni es casualidad ni es sólo mala suerte. Probablemente España, como Italia, Grecia o Portugal, no tenía una buena posición de partida para luchar contra la covid-19. Una estructura productiva con mucho peso del sector turismo no sólo nos hacía más vulnerables desde el punto de vista económico, sino que también favorecía la aparición de rebrotes si la enfermedad no estaba muy controlada.
La forma en la que vivimos tampoco ayuda: aunque España es un país con menos densidad de población total que otros países del norte de Europa, muchas zonas de nuestro territorio sí están entre las que tienen más habitantes por kilómetro cuadrado de la UE. Podríamos decir que hay zonas de España muy vacías, pero también hay muchas ciudades en las que nos apiñamos unos encima de otros (en ocasiones, literalmente: entre los países ricos europeos, somos el que tiene una tasa de pisos frente a viviendas unifamiliares más elevada).
Y, por último, las costumbre sociales terminaban de complicar el panorama: desde la convivencia entre varias generaciones dentro de la misma vivienda a lo que nos gusta vernos, abrazarnos, quedar, hablar... Lo que siempre fueron ventajas, esa forma de vivir y relacionarnos que en muchas ocasiones nos envidiaban fuera de nuestras fronteras, se ha convertido en una debilidad a la hora de atajar la epidemia.
Pero, dicho todo esto, parece que hay algo más. Estamos demasiado lejos, en las cifras totales y en la tendencia de las últimas semanas, del resto como para achacarlo todo al destino o a las condiciones preexistentes. Ni las normas que nos han impuesto, ni las medidas tomadas por nuestros políticos ni la actitud de los ciudadanos han servido de mucho. Y no porque hayamos desobedecido: en muchas encuestas sobre el grado de cumplimiento de estas normas (por ejemplo, el uso de mascarilla por la calle) también destacamos por encima de nuestros vecinos. El problema es que quizás buena parte de lo que hacemos no tiene demasiado sentido. Sería mucho más útil, advierten la mayoría de los expertos, estar menos obsesionados con el uso de la mascarilla por la calle y, a cambio, machacar una y otra vez a los ciudadanos con lo peligrosos que son los espacios cerrados y mal ventilados.
Tres gráficos
Todo esto se puede resumir en muchas imágenes. Ya estamos más que acostumbrados a los gráficos de barras con el número de fallecidos, la evolución de contagios diaria o cada 7/14 días, las tasas de utilización de las UCI, etc.
Aquí nosotros utilizaremos tres gráficos un tanto diferentes de EP Data y que nos muestran la comparación entre España y otros países europeos. La foto es terrible. No es ya que lo estemos haciendo mal, es que la distancia respecto a los que deberían ser nuestros comparables es sideral. No estamos ni cerca. Incluso las comunidades autónomas que mejor lo están haciendo (y que elogiamos por sus medidas) estarían a la cola de la lista si estuvieran en otro país.
1. Nueve de diez
Esta tabla recoge la incidencia de la covid-19 en todas las regiones de la UE en la primera semana de septiembre (y no, la situación en España no sólo no ha mejorado, sino que ha empeorado desde entonces).
Como vemos (con el ratón o con la barra de la derecha se puede ir bajando por la lista), entre las regiones españolas, no se salva ni una. De las diez regiones con más incidencia de la UE, nueve son españolas. Dieciocho de las diecinueve (también incluyen a Ceuta y Melilla) están entre las 35 peores de la UE en un listado que tiene más de 400 filas.
En un par de scroll por la parte superior de la tabla, ya casi nos encontramos con todas las comunidades autónomas. Es que hasta Asturias, que durante muchas semanas parecía un oasis, cada vez está más cerca del resto del país: en esta lista ocupa la posición 91, con 60 contagiados por cada 100.000 habitantes. Visto desde Madrid, País Vasco o Navarra es una cifra excelente. Pero no deja de estar en el 25% de regiones europeas con peores datos: o lo que es lo mismo, ni siquiera allí donde mejores números tenemos, destacamos para bien si nos comparamos con nuestros vecinos de la UE.
Es cierto que tiene una cierta lógica (y es casi inevitable) que las regiones de un país tengan tendencias similares. Salvo en caso de confinamiento estricto, la movilidad entre ellas es muy elevada y es complicado contener los contagios. Sin embargo, en España hay dos regiones en las que esa separación debería haber sido más sencilla: nos referimos, por supuesto, a Baleares y Canarias. Algunos de los países que mejor lo han hecho en el mundo (como Nueva Zelanda o Taiwan, por ejemplo) son islas y los expertos coinciden en que esa característica les ha ayudado a filtrar visitantes y contener el virus. ¿Cómo puede ser que ni siquiera hayamos sido capaces de replicar esas prácticas allí donde más fácil lo teníamos? Desde el punto de vista económico, podría haber sido la salvación de estas regiones: imaginemos lo que sería poder anunciar a los visitantes alemanes o británicos una zona libre de covid en el sur de Europa; la temporada de otoño-invierno en las islas tendría unas perspectivas muy diferentes. Pues ni eso lo hemos logrado.
2. Descontrol en los test
La segunda gráfica muestra el porcentaje de test positivos en los países de la UE.
Con este tema siempre hay polémica. Los gobiernos de los lugares en los que hay muchos test positivos dicen que es porque lo están haciendo bien y detectando más casos. Los expertos nos alertan de que normalmente es lo contrario: muchos test positivos son un indicio de que tienes la situación descontrolada y sólo haces pruebas a los que tienen síntomas o han estado en situación de riesgo. En un punto intermedio, la tasa de positivos debe relacionarse con la tendencia en el número de contagiados: si un país o región tiene muy pocos contagiados y una tasa de test positivos muy elevada, quizás sí sea porque están afinando muy bien y controlando la mayoría de los casos; pero cuando la subida constante en los contagios va unida a una tasa de test positivos muy elevada, casi siempre es porque la situación se les ha escapado de las manos.
Mirando esta tabla, ésa es la sensación que transmite nuestro país. Estamos rodeados de aquellos otros países con cifras de incidencia de la enfermedad más alta: Croacia, Rumanía, República Checa, Francia... Y un apunte muy triste: los países más ricos de Europa, aquellos con los que nos gusta compararnos (Finlandia, Dinamarca, Alemania...) presentan cifras a años luz de las nuestras. Nuestro grupo, en esto, son los países del este, mucho más pobres y, en teoría, con menos recursos que nosotros.
3. Entre Rusia e Irán
En este tercer gráfico se nos muestra la evolución de los países con mayor número de fallecidos en la última semana.
El gráfico muestra dos clasificaciones. En el eje vertical, están los países ordenados en función del número total de fallecidos en las últimas 24 horas. O lo que es lo mismo: India es el país del mundo que informó de un número de muertos más elevados el pasado jueves 17 de septiembre. Y España sería, por lo tanto, el octavo país del mundo en números absolutos en esa jornada.
El círculo rojo, por su parte, muestra el número total de muertos desde que comenzó la epidemia (número oficial, porque en muchos países hay dudas sobre las cifras del Gobierno). España está en séptima posición, por detrás de EEUU, Brasil, India, México, Francia y Perú.
Evidentemente, si hiciéramos el listado de muertos por millón de habitantes saldría una foto diferente. En esa clasificación, España está en el sexto puesto por detrás de Perú, Bélgica, Bolivia, Chile y Brasil. No es una cuestión de una estadística o un aspecto concreto: podemos ir a Our World in Data, una web en la que nos ofrecen algunas de las mejores bases de datos, gráficos y tablas, con las cifras más completas y con más opciones para comparar entre países. Pues bien, casi cualquier estadística o imagen que escojamos nos deparará una foto similar.
Por eso, la conclusión general no puede dejar de ser muy desalentadora. Si miramos cifras absolutas, tanto desde que empezó la epidemia como en la última semana, vemos que estamos cerca o por encima de países mucho más poblados. Y no sólo eso, es que, además, en su gran mayoría son países más pobres, con sistemas sanitarios más precarios y todo tipo de carencias (infraestructuras, tecnología, situación sanitaria previa, impacto de otras enfermedades que pueden agravar el cuadro derivado de la covid...). Sin embargo, aunque sea triste es lo que hay: en esta semana de septiembre, seis meses después del inicio del Estado de Alarma; tras centenares de artículos, análisis y estudios; con algunas de las medidas de confinamiento más agresivas del mundo desarrollado... pues bien, tras todo esto, las cifras de España en la estadística más importante (muertos por covid) nos sitúan entre Rusia e Irán, dos países mucho más pobres y poblados que nosotros. Esto es lo que hay.