Hace ahora una semana, la agencia de calificación Moody’s revisaba a la baja el rating de la deuda pública libanesa. Con este correctivo, los bonos del país caían a la clase "C", la nota más baja asignada por la entidad, lo que colocaba al Líbano en el mismo plano que Venezuela. En esencia, Moody’s estaba dando por hecho que los acreedores de tales títulos de deuda pública terminarían sufriendo un impago en un futuro no muy lejano.
Fue en este contexto en el que se produjo la violenta explosión que sacudió Beirut el pasado martes y se cobró al menos 137 muertos y 5.000 heridos, amén de cientos de desaparecidos y del destrozo de los hogares de más de 300.000 personas. Una tragedia que ha dejado al país total y absolutamente hundido. Las autoridades ya han detenido a más de quince personas, pero los hechos siguen sin esclarecerse.
Ya en marzo, el Fondo Monetario Internacional se vio obligado a intervenir los mercados de deuda y evitar la quiebra soberana de Líbano con un paquete de "rescate" cerrado en mayo y valorado en 10.000 millones de dólares. Técnicamente, el país llegó a entrar en default, puesto que cayó en un impago de alrededor de 3.000 millones de dólares, pero el auxilio de la entidad multilateral permitió ganar un poco de tiempo. Estaba pendiente un acuerdo más amplio, pero la clase política libanesa, célebre por su falta de compromiso con las reformas de calado, fue incapaz de avanzar en las conversaciones.
La libra libanesa, divisa nacional que tradicionalmente estuvo ligada al dólar, ha perdido el 80% de su valor en los últimos meses. Aunque la inflación rondaba el 7% a finales de 2019, en junio de 2020 ya se estimaba que el aumento de precios rondaba el 90%, al borde de los tres dígitos que comúnmente se identifican como un escenario de "hiperinflación".
No hay que olvidar que el ratio de deuda sobre PIB del país llegó al 155% del PIB en 2019 y podría superar el 200% en 2020. Por lo general, los expertos en finanzas públicas recomiendan que la deuda de las economías emergentes se limite al 60% del PIB, treinta puntos por debajo del umbral sugerido para los países más desarrollados, de modo que Líbano está en una situación muy precaria.
Este escenario fiscal, a todas luces insostenible, ha hecho que Moody’s advierta ya en sus informes a inversores sobre la posibilidad certera de que en los próximos meses se apliquen quitas de deuda de hasta un 65%. Si a todo esto se le suma el impacto de la explosión en la economía de Beirut, el cuadro resultante es dantesco.
En paralelo, no hay que olvidar que el covid-19 también está golpeando al país, con cerca de 200 nuevos contagiados diarios y un total de más de 5.500 positivos. Aunque el patógeno originario de China no tuvo una incidencia notable en Líbano hasta el mes de mayo, la curva de contagiados ha empezado a acelerarse y, de hecho, se duplicó a lo largo del mes de julio, de modo que lo peor podría estar por llegar, complicando más aún la situación.
Escasa libertad económica
La economía libanesa ocupa el puesto 157 en el Índice de Libertad Económica que elabora la Fundación Heritage de Estados Unidos y que distribuye en España el Instituto de Estudios Económicos. Aunque llegó a ser un polo de desarrollo, las tensiones geopolíticas y los conflictos violentos han sido una constante desde los años 70.
El Índice de Libertad Económica subraya "la corrupción generalizada", "la total ausencia de rigor fiscal", "la rigidez laboral" y la "falta de libertad de empresa" como factores clave para el empobrecimiento del Líbano.