Los efectos económicos negativos de la pandemia del covid-19 no van a desaparecer a corto plazo, como pretende hacer creer el Gobierno social-comunista. Algunos medios internacionales están hablando de las cicatrices económicas del coronavirus, utilizando esa metáfora tan gráfica para describir el cuadro de secuelas que van a padecer numerosos países del mundo, entre ellos una España gobernada por una yunta de oportunistas, incompetentes y fanáticos verdaderamente formidable.
Las subidas de impuestos, la eliminación de reformas liberalizadoras en el mercado laboral y la expansión brutal del gasto público son ingredientes básicos de la receta que Pedro Sánchez y Pablo Iglesias van a imponer a la sociedad. Como consecuencia de este cóctel letal, España está abocada a ser uno de los países desarrollados en que el desplome de la actividad económica sea más acusado y la recuperación menos pronunciada y más dilatada en el tiempo.
La crisis del coronavirus no solo se está traduciendo en un desplome histórico del PIB y un sobrecogedor aumento del paro. A esos dos graves efectos hay que sumar el agujero que Sánchez e Iglesias van a generar en las cuentas públicas con su corruptora política de subsidios populistas.
Tan es así que la Autoridad Independiente de Responsabilidad Fiscal Española (Airef) asegura que nuestro país tardará al menos dos décadas en regresar al nivel de endeudamiento registrado a finales del año pasado. Esta expansión brutal del gasto ralentizará el crecimiento económico y lastrará de forma permanente las posibilidades de la economía, cada vez más dependiente de las decisiones políticas de un Gobierno dispuesto a cualquier cosa para mantenerse en el poder.
Yerran gravemente quienes piensan que los problemas de España desaparecerán cuando Sánchez e Iglesias salgan del poder. Por desgracia, es muy probable que los efectos nocivos de sus decisiones sigan lastrando al país durante mucho, mucho tiempo.