Resaca en el Gobierno de España tras la maratón de negociaciones en Europa que culminaron con España rescatada. Es importante llamar a las cosas por su nombre, especialmente tras el aluvión de propaganda que hemos visto durante los últimos días celebrando una posición que aún no ha cristalizado en nada, y cuando lo haga, supondrá enganchar nuestro futuro al respirador europeo.
La irresponsabilidad, y muy especialmente la presupuestaria, siempre acaba igual: con una quiebra (como en Argentina) o con graves pérdidas de libertad. España, afortunadamente, ha elegido el segundo camino por la vía del rescate europeo, que sólo llegará tras un proceso de reformas estructurales que España lleva necesitando desde hace varios.
Con el acuerdo europeo ganó la UE, ganó el Estado español, y perdió el gobierno. Porque el camino que le queda por recorrer es justo el contrario del que lleva proclamando que va a transitar durante los últimos dos años. Si uno se fija en muchas de las reformas que nos van a exigir nuestros socios europeos, van en la dirección que algunos llevamos predicando en el desierto desde hace años. O, dicho de otra manera, las que los intervencionistas y liberticidas se han esmerado tanto por repudiar.
Si algo ha demostrado este acuerdo es que las instituciones de la democracia liberal funcionan. Gracias a la Unión Europea la irresponsabilidad de nuestros gobernantes no la pagamos todos los españoles con un brutal proceso de empobrecimiento vía inflación e impagos masivos. El salvavidas europeo nos da la oportunidad de subirnos al tren de los países más avanzados del mundo.
Los 140.000 millones no bastan
Para eso, y no para otra cosa, son los 140.000 millones de euros que vamos a recibir del fondo de reconstrucción europeo y los 24.000 millones a los que podemos acudir del MEDE sin condicionalidad asociada.
Las condiciones y los objetivos han quedado claro. La gran pregunta es: ¿Serán suficientes para hacer frente a la enorme crisis de liquidez que afronta España en los próximos años?
Entre 2021 y 2022 vamos a recibir, en total, 142.400 millones de euros: 50.400 en forma de subvenciones y 92.000 millones de euros en forma de préstamos (MEDE incluido). Con ellos, tendremos que hacer frente a unas necesidades brutas de liquidez (déficit público y refinanciación de deuda) que superarán ampliamente los 480.000 millones de euros.
Dicho de otra manera, el Fondo de Reconstrucción Europeo aporta un 25% de las necesidades de liquidez del gobierno de España, un 30% si tenemos en cuenta la parte del MEDE destinada al Covid19.
La segunda vía de financiación europea para el gobierno de España seguirá siendo el Banco Central Europeo, que acumula 294.600 millones de euros en bonos soberanos españoles en su balance.
Lo normal (aunque no lo deseable) será que el BCE continúe comprando activos a un ritmo similar al que lo viene haciendo en los últimos meses. Cualquier movimiento a la baja, de hecho, supondría una profundización de la crisis e incluso su mutación a la tan temida crisis bancaria en Europa. No obstante, incluso en ese escenario el gobierno de España va a tener que requerir más de 100.000 millones anuales en los mercados financieros durante los próximos 2 años.
España se encomienda al respirador europeo
Dicho en argot propio del Covid: España va a vivir dependiendo del respirador europeo, y ni aún así podemos asegurar la supervivencia de sus finanzas públicas, tal es el desastre al que nos enfrentamos.
La pérdida de libertad siempre es una mala noticia, un fracaso. Y España ha perdido libertad. Cualquier movimiento en falso va a suponer un veto por parte de alguno de nuestros socios y, por consiguiente, una situación de tensión financiera en un horizonte de muy corto plazo, con el calendario de vencimientos que afrontamos.
El año que viene el ajuste presupuestario comenzará a recaer sobre las comunidades autónomas y podremos comenzar a ver los primeros achaques de esta crisis en los pilares del estado de bienestar (sanidad, educación, etc.).
Y, mientras esto ocurre (nótese la ironía), el Consejo de Ministros y la parte amiga de la bancada en el Congreso de los Diputados da la bienvenida a Sánchez con aires de héroe y todas las televisiones lo recogen. Como si el Banco de España un hubiera publicado una caída del 63% en el beneficio neto de las empresas españolas en el primer trimestre del año (con sólo 15 días de estado de alarma); como si el consenso de Bloomberg no estimara una brutal caída de nuestro PIB del 25% en el segundo trimestre del año; como si la tasa de paro equivalente (teniendo en cuenta los ERTE) no estuviera por encima del 30%. En definitiva, como si España no se enfrentara a la peor crisis de toda su historia.
El rescate europeo (disculpen que insista en la nomenclatura, pero es un rescate) no es menos preocupante por no tener la emergencia que tuvo la difícil negociación de Mariano Rajoy en 2012. Si España ha sido la segunda economía más beneficiada de la zona Euro de los fondos repartidos es porque también somos una de las más vulnerables. Y eso no tiene absolutamente nada que celebrar.
El déficit que hemos conocido en términos de caja para el mes de mayo es el mayor de toda la serie histórica. Todos los indicadores adelantados avanzan un rebote pero siguen sin dar visos de recuperación, y el país no puede continuar siendo sostenido por fondos públicos durante mucho más tiempo.
Es tiempo de hacer reformas. Debemos ser valientes a la hora de buscar la España del futuro, una España que han de dibujar los ciudadanos que arriesgan, se esfuerzan y aportan valor; en ningún caso, burócratas que no tienen ningún incentivo a mejorar la vida de nadie más allá de la suya.
La UE está compuesta por burócratas. Afortunadamente, los países nórdicos han puesto un poco de cordura y han conseguido revivir el espíritu de Maastricht, que es buen para todos. Esto, sin embargo, no debe servir para bajar la guardia sobre dos asuntos preocupantes del Marco Financiero Plurianual 2021-2027:
- El presupuesto europeo se incrementa con uno de los principales contribuyentes fuera (recordemos que el brexit se consumará en noviembre).
- Se ha dado luz verde a la creación de impuestos europeos, que en países como el nuestro será una alfombra roja para tributación adicional.
- El presupuesto recoge una cuantía nada desdeñable en fondos para el crecimiento sostenible que, además, es el capítulo que menos detallado está.
Estos tres elementos, mal entendidos, pueden llevar a un gobierno populista como el nuestro a una política económica absolutamente contraria al espíritu de lo firmado la semana pasada. Me refiero a subidas indiscriminadas de impuestos, un nuevo Plan E Verde y una mayor devoción por un gasto público que ya está desbocado.
En definitiva: un acuerdo positivo, del que aún queda por ver su ejecución. En cualquier caso, nada que celebrar.