La Unión Europea de hoy es la heredera, con bastante fidelidad, de aquella Comunidad Económica Europea creada gracias al pensamiento, el tesón y la decisión de personas como Konrad Adenauer, Robert Schuman, Jean Monnet y Alcide de Gasperi.
Inicialmente, seis países se unieron sobre la base de la libertad y soberanía de los pueblos, comprometiéndose a fortalecer el sentido humanista de una comunidad que, siendo económica, lo era, sobre todo, de personas y de países.
Daban por supuesto que, tras las experiencias y últimas consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, el mundo occidental aspiraría a un bien, la libertad, que se había puesto en peligro por las dictaduras en conflicto.
Aquellos cuatro personajes, a quienes tanto deben Europa y el mundo, tenían muy claro lo que significa la dignidad humana y lo que la libertad supone en la misma. Europa nacía así, en Roma (1957), con vocación de comunidad de países, pueblos y personas.
A esa Europa, en la época reciente, debe España, tras su adhesión a la UE, el orden en su economía. Una economía que andaba cual caballo desbocado por la senda del gasto público y del déficit, debilitando cada día nuestra moneda, que conoció las devaluaciones como si de algo natural se tratase. El euro fue nuestra salvación.
¿Va a ser otra vez Europa la que nos saque del atolladero, que no es el covid-19, como interesadamente algunos confunden? Pese a las voces insensatas que hablan de la insolidaridad europea ante las necesidades españolas, aquellos europeos del principio ya eran muy conscientes de la necesaria solidaridad que debía imperar entre los pueblos de Europa. Pero una cosa es solidaridad y otra despilfarro, que debe ser punido, pues los recursos siempre son y serán escasos.
Bien es cierto que aquellos cuatro beneméritos fundadores, cargados de experiencia política –se atribuye a Churchill aquella frase de "la política es cosa de mayores"–, nunca pensaron que en un país de la Unión tuviera prevalencia la ideología comunista en la acción de gobierno. Para eso estaba la URSS.
Los comunistas españoles de hoy hablan de la falta de solidaridad de Europa. ¿Qué sabrán ellos lo que es solidaridad? Mientras tanto, el presidente Sánchez pide y pide dinero al BCE, a la Comisión Europea… creyendo que el dinero de Europa puede gastarse para estructuras políticas injustificadas –como pasar de 13 a 22 ministerios en momentos de crisis, por él mismo provocada–.
El uso del dinero, del propio y más aún del ajeno, requiere una racionalidad económica que no puede soslayarse. Ministerios sin sentido significan gastos irracionales, como todos contemplamos.
¿Pensará Sánchez que Europa no es consciente? El mundo, los medios y la sociedad conocen cuanto ocurre en nuestra España; por poco que les importe.
Así que, ayudas europeas, sí, pero condicionadas a objetivos concretos y controladas en su disposición. Lo otro es despilfarrar un dinero que puede ser más útil en otros fines.