Las negociaciones de la cumbre europea para reactivar la economía continental tras el coronavirus se estancaron este fin de semana ante la negativa de los países nórdicos (llamados ahora 'frugales') a financiar indiscriminadamente a los que, como España, han tenido desde antes de la crisis un comportamiento más irresponsable.
La clave de esta compleja negociación está en la creación de un Fondo de Recuperación, que los socios más sensatos no están dispuestos a que se convierta en una barra libre para que insolventes como Sánchez y sus socios comunistas compren la voluntad de una sociedad subsidiada mientras destruyen la economía productiva.
Esa es la razón principal de la oposición de los países que no quieren utilizar el ahorro de sus ciudadanos para financiar un modelo populista ruinoso como el que propone Sánchez. Por tanto, no se trata de una negativa a utilizar los fondos europeos para poner en marcha un plan de reactivación y parar el golpe del coronavirus en las economías, sino de garantizar que esa inyección económica irá destinada a financiar reformas estructurales como las que necesita imperiosamente España.
Por eso son lógicos los recelos con que Sánchez ha sido recibido por los primeros ministros en su ronda previa a la cumbre, en la que ha recibido una negativa tras otra. En Europa lo conocen bien y saben que prefirió formar Gobierno con un movimiento comunista de raíces chavistas antes que con Ciudadanos o el PP. Fruto de este enfeudamiento a la izquierda más impresentable es la amenaza constante de subidas de impuestos, el anuncio de subsidios de todo tipo o la anulación de las reformas realizadas por el anterior Gobierno en el mercado laboral, que, para mayor ignominia, se suprimieron con el apoyo de los herederos políticos de una banda terrorista.
La UE está dispuesta a poner en marcha un vasto programa de recuperación que llegará a los 750.000 millones de euros, pero su reparto se hará con ciertas condiciones. Los líderes europeos hacen muy bien en asegurarse de que esos fondos no irán destinados a financiar políticas suicidas como las de Sánchez e Iglesias, que, lejos de sentar las bases para la recuperación, agravarían todos los problemas que ya padecemos.