Por primera vez, y sin que sirva de precedente, estoy de acuerdo con Sánchez. El acuerdo para desbloquear los 750.000 millones de euros provenientes de Europa que se está negociando este sábado en Bruselas comienza a ser urgente si queremos evitar males mayores en el Viejo Continente, y más concretamente en dos de las 4 economías más importantes: España e Italia.
Los medios mainstream han calificado de "fracaso" la gira europea de Sánchez en busca de financiación sin condicionalidad asociada. Personalmente, creo que es una reacción lógica por parte de una serie de países que llevan años haciendo reformas y que ven cómo en socios rescatados (léase Irlanda, Portugal y Grecia) las finanzas públicas tienen un aspecto saludable, mientras que en España hemos preferido mirar hacia otro lado.
Fundamentalmente hay 3 razones por las que Europa se muestra reticente a desbloquear el Fondo de Rescate:
1. Irresponsabilidad fiscal
España entró en la Unión Europea gracias a los esfuerzos que tuvimos que hacer todos los españoles durante años para cumplir el Tratado de Maastricht. Gracias a las reformas estructurales y al firme compromiso con unas finanzas públicas saneadas, nuestro país sorteó la crisis del 2000 (burbuja puntocom) y, lejos de ser parte del problema europeo fue parte de la solución. Tanto es así que mientras en Estados Unidos sufrían una de sus mayores crisis y Europa crecía por debajo del 1% , nosotros lo hacíamos al 3%.
Dicho de otra manera: fuimos motor económico de una de las zonas económicas más pujantes del mundo. Algo muy lejano a lo que ocurre en este momento. España fue uno de los países más castigados desde el punto de vista fiscal de la crisis de 2008. Podemos debatir si se podría haber hecho más, pero el esfuerzo fiscal que se realizó para devolver las finanzas públicas a una situación de estabilidad presupuestaria fue reseñable y continuado en el tiempo. Hasta que Sánchez llegó al gobierno.
2019 fue el primer año completo en el que un gobierno socialista estuvo al cargo de la política económica del país. Y los resultados no se han hecho esperar: primer año de incremento del déficit (3 décimas, hasta el 2,8% del PIB), una deuda pública que no se ha consolidado y un patrón de gasto desbocado.
¿Recuerdan cuando en 2019 los actuales responsables gubernamentales alardeaban de "crecer por encima de la media europea"? Bien. Pues, tal y como hemos advertido en esta columna, lo hacíamos con cargo al segundo mayor déficit de toda Europa.
2. Descrédito internacional
Con estas credenciales hemos afrontado la crisis del coronavirus, con unos resultados, a la vista de los estudios internacionales, nefastos. Abordamos tarde el problema de salud pública que teníamos en España, lo abordamos con la regulación más restrictiva de Europa y el plan de desescalada fue arbitrario y politizado.
Así, la crisis sanitaria la abordamos tarde y mal. A la económica, ni nos hemos presentado. Ya hemos comentado en esta columna que España ha sido el único país de Europa en el que no se han rebajado impuestos ni se ha elaborado un plan de ayudas serio y consensuado para las empresas.
Por eso, y no sólo por nuestro modelo productivo (como algunos pretenden hacernos creer) seremos el país más afectado por la pandemia, sin que nuestro gobierno tenga ningún plan más allá de acudir a Europa a pedir recursos no sabemos muy bien para qué.
Todos tenemos claras las reformas que necesita España. Lo único que necesitamos es voluntad política y espacio fiscal para llevarlas a cabo. Los países nórdicos saben, mejor que nadie, que más recursos sin condicionalidad asociada y a fondo perdido es la excusa perfecta para seguir esquivando los necesarios movimientos para el futuro de nuestro país y que, sin embargo, con total seguridad tendrán un coste en términos electorales. Especialmente para un gobierno populista como el nuestro. Y a los efectos del QE me remito.
3. Alejamiento de la diplomacia europea
Es momento de recordar, por lo tanto, ilustres movimientos y declaraciones de este gobierno, entre las que merece la pena destacar:
Una salvaje subida del 33% en el SMI no tiene efectos sobre el empleo.
Hay margen para gastar más e incrementar el gasto público.
Derogaremos la reforma laboral, eliminaremos el factor de sostenibilidad del sistema de pensiones, etc.
Y, por si esto fuera poco, a principios de año el gobierno de España echó un pulso severo a Europa que ahora nos está pasando factura. ¿Recuerdan el Delcygate y la negativa a recibir a Juan Guaidó por parte del Presidente del gobierno de España? La diplomacia europea sí. Y esto también es consecuencia de aquello.
Las necesidades de financiación de la administración pública para 2019, como hemos comentado varias veces, ascienden a 300.000 millones de euros. De ellos, aún quedan por obtener en los mercados más de 120.000 millones, según los informes de Contabilidad Nacional y del Tesoro Público.
No me sorprende que los consigamos, con unos mercados sedientos de rentabilidad en un mundo ahogado por las políticas monetarias y falto de productos financieros atractivos sin riesgo. Sin embargo, los 140.000 millones provenientes de Europa (70.000 millones en 2019) son un sedante irrechazable y un mecanismo que, efectivamente, ahuyentaría muchas de las dudas en torno a la capacidad de financiación española.
Pero con estas credenciales nos hemos presentado a Europa. Y nuestros socios han contestado. Afortunadamente, lo han hecho con visión a largo plazo y velando por el bienestar del proyecto europeo.
Se necesitan reformas
Vienen tiempos duros, sin duda. Lo mejor que nos podría ocurrir es que nuestro gobierno entrara en razón e iniciara la senda reformista que necesitamos sin que Europa nos la tuviera que pedir. Un programa creíble de reducción de gastos y reactivación económica capaz de compensar la caída de ingresos durante los próximos 2 años es, sencillamente, imprescindible. Debemos recordar el clamor de AIREF al respecto: España necesitará dos décadas de ajuste fiscal "similar al de los últimos años" para volver… ¡a los niveles de 2019!, ya de por sí elevados.
Sánchez podrá desoír las advertencias a nivel interno y de las casas de analistas internacionales, pero no de los que van a ser sus principales acreedores. Desafortunadamente, tendrá que ser Europa quien nos diga lo que debemos hacer. Y, créanme, será más doloroso.
Pero España tiene una oportunidad de volver a situarse a la cola de generación de actividad económica, inversión e innovación como lo ha hecho Irlanda en los últimos años. Aprovecharla o no está en nuestras manos.