La socialdemocracia nórdica se ha convertido en un concepto fetiche al que la izquierda española acude sin dudar cada vez que necesita justificar sus propuestas. Su Estado de Bienestar es todo un referente en los círculos progresistas de nuestro país, que no dudan en citar a países como Dinamarca o Suecia como modelo a seguir.
Como ya explicó Libre Mercado en numerosas ocasiones, la realidad es mucho más compleja. Sí, es cierto que las democracias nórdicas fueron pioneras a la hora de implantar políticas socialdemócratas de gran alcance. Sin embargo, el punto álgido de tal desarrollo se dio en los años 70 y 80, mientras que los últimos treinta años han estado marcados por un repliegue de muchas de aquellas recetas, cuyo resultado terminó siendo francamente decepcionante. Desde entonces, Suecia, Dinamarca y Finlandia han apostado por un sistema económico muy liberalizado como fórmula para mantener y apuntalar sus programas de bienestar.
Una buena muestra de la distancia entre el mito y la realidad de la socialdemocracia nórdica la hemos tenido esta misma semana, cuando Pedro Sánchez se topó de bruces con la negativa del gobierno sueco a financiar sin condiciones su propuesta de reconstrucción económica en España. Al igual que el gobierno liberal-demócrata de Holanda que encabeza Mark Rutte, el Ejecutivo del socialdemócrata Stefan Löfven también se ha negado a dar por bueno el Fondo de Reconstrucción con el que Pedro Sánchez aspira a que el norte de Europa "rescate" a España o Italia con un paquete basado en abultadas subvenciones que se entregarían a fondo perdido.
La respuesta sueca
Los suecos, al igual que los holandeses, tienen claro que cualquier programa de ayuda financiera a los países que peor han manejado la covid-19 deberá estar estrechamente vinculado a una serie de condiciones que aseguren la aprobación de reformas tendentes a aumentar la capacidad de España para devolver dichas ayudas, bien vía crecimiento, bien vía austeridad.
En Holanda, por ejemplo, Mark Rutte exigió a Sánchez el mismo tipo de reformas que aquí reivindican numerosos expertos: por un lado, pidió una nueva vuelta de tuerca que mejore y amplíe la reforma laboral de 2012; por otro lado, reivindicó un ajuste de las pensiones orientado a eliminar el déficit del sistema de Seguridad Social.
Suecia, al igual que Austria y Dinamarca, respalda la posición neerlandesa. Löfven no solo ha insistido en que no le parece apropiado transferir dinero a fondo perdido a España o Italia, sino que incluso ha reconocido que le parece "problemático" el tamaño del volumen del fondo anti-crisis que se está planteando desde Madrid y Roma.
El primer ministro sueco ha reconocido que llegar a un acuerdo en la cumbre que se celebrará este viernes y sábado en Bruselas "va a ser muy difícil", porque los distintos países miembros de la Unión Europea tienen "diferentes puntos de vista sobre cómo responder a esta crisis". No hay que olvidar que la reunión de jefes de gobierno en la que se decidirá el tipo de programa habilitado para el "rescate" de España o Italia requiere un voto unánime de los 27 miembros de la UE, de modo que los "cuatro frugales" tendrán mucho que decir.
El modelo liberal sueco
Frente al 95% del PIB en el que se movía España a finales de 2019, la deuda pública en Suecia alcanza apenas el 35% de la producción anual del Reino nórdico. Durante los doce últimos años, este porcentaje se ha mantenido más o menos constante, puesto que en los peores años de la Gran Recesión apenas se alcanzó un pico del 45% del PIB en el endeudamiento público del país escandinavo. En materia de estabilidad presupuestaria, Suecia acumula cinco años de superávit y, en los últimos veinte años, nunca ha dejado que el descuadre entre ingresos y gastos supere el 1,5% del PIB.
Además, su modelo económico se caracteriza por un grado de laissez faire mucho mayor al de España. Suecia está en el puesto 22 del Índice de Libertad Económica, con una nota de 75 puntos sobre 100, mientras que nuestro país figura muy por debajo en dicho ranking, con un decepcionante puesto 58.
Si viajamos a Dinamarca o Finlandia nos encontramos con escenarios muy similares. En consecuencia, no es tan difícil entender por qué los socialdemócratas nórdicos rechazan las pretensiones de Sánchez. Al fin y al cabo, la economía del norte de Europa tiene poco que ver con el mito al que a menudo recurre la izquierda española. Lejos de mantener el modelo de los años 70 y 80, lo que vemos realmente en los países escandinavos es un sistema económico liberalizado y comprometido con la contención del déficit y el endeudamiento público. En la medida en que Sánchez defiende todo lo contrario, el choque parece asegurado.