Angustia entre los empresarios de Zaragoza. El Gobierno de Aragón determinó ayer lunes que Zaragoza, su área de influencia y la ciudad de Huesca retrocedan a la fase 2 de la desescalada debido al aumento de casos de coronavirus. Esta decisión ha sido recibida como un jarro de agua fría por los comerciantes y hosteleros de la capital aragonesa, ya que supondría ahuyentar a una clientela que les estaba costando mucho recuperar.
"Esto es un palo muy gordo. Llevamos mucho tiempo en este estado de incertidumbre. Volver a la fase 2 es la puntilla. Va a suponer el cierre de muchas empresas", lamenta la presidenta de la Asociación de Comerciantes Entorno Don Jaime de Zaragoza, Mariam Díez, en declaraciones a Libre Mercado. Su asociación defiende los intereses de los negocios del centro histórico de Zaragoza. Entre los empresarios reina la desolación.
"Nos esperábamos medidas, como que las mascarillas fueran obligatorias para todo el mundo, pero no este varapalo. La gente está desesperada. Me llaman los comerciantes preguntándome '¿y ahora qué vamos a hacer?' o diciéndome que no van a poder subsistir y no sabes qué decirles porque, encima, la información que nos da la Administración es 0. Nos tenemos que enterar de todo por la prensa y las redes sociales", denuncia.
El aforo en el 50% "y los impuestos, al 100%"
Díez ha cargado duramente contra las políticas que el Gobierno ha dirigido a los autónomos y los pequeños comerciantes durante la crisis del coronavirus. "Han sido claramente insuficientes. A los autónomos que hemos seguido trabajando nos han dejado de lado, los créditos ICO no han llegado a todos, la Administración no te coge el teléfono o te tarda 20 días en dar un papel…", relata. Además, considera un fiasco la Comisión de Reconstrucción de la economía española que han formado los políticos. "Si quieres que algo no funcione, nombra una comisión de expertos. Están planteando más de 300 medidas sin explicar quién las plantea o qué presupuesto requiere cada una de ellas. Es una vergüenza", señala.
Aragón ha implantado el uso obligatorio de la mascarilla en espacios abiertos y cerrados, pero también una fase 2, que han bautizado como "flexibilizada" y que afecta a 870.000 aragoneses, el 70% de la población. Esta particular fase 2 no permite la apertura de locales de ocio nocturno y establece un aforo del 75% en comercios, piscinas o mercadillos y del 50% en el interior de los establecimientos hosteleros. Siempre en mesa, nunca en barra. En las terrazas el aforo se limita al 75% con agrupaciones de diez personas como máximo, tal y como explicó ayer lunes la consejera de Sanidad, Sira Repollés y saldrá publicado en el Boletín Oficial de Aragón a lo largo del día de hoy.
"Reducen el aforo un 50%, pero los salarios, los alquileres, la luz y los impuestos los tienes que seguir pagando al 100%. Nuestros gastos no disminuyen. Los empresarios no tienen más fuelle para continuar", avisa Díez, que ya está empezando a atestiguar que hay negocios en la ciudad que están cerrando definitivamente sus puertas. "Conozco comercios que no van a volver a abrir", afirma.
"Trancar la puerta" para siempre
Además de presidir una asociación de empresarios, Díez también es propietaria de una cafetería-panadería de la enseña Granier en el centro de Zaragoza. La mujer ha tenido su negocio abierto durante todo el confinamiento, ya que las panaderías estaban consideradas servicios esenciales, y lo ha hecho sin obtener apenas beneficios. Su local no tiene terraza y sabe de primera mano que "los clientes tienen mucha desconfianza a entrar dentro de los establecimientos. Volver atrás lo empeora todavía más", asegura
La vuelta a la fase 2 hace que Díaz se plantee "trancar la puerta y no volver" abrir su panadería. "Supondría mi ruina, porque todo mi dinero está invertido ahí, pero es que no puedo más. Hasta me hipotequé para montar el negocio", lamenta. La empresaria lleva 8 años luchando para mantener su panadería a flote y tiene a 8 personas en plantilla, algunas todavía en ERTE. "Llevo con las mismas empleadas desde que abrí y tienen mucho miedo de quedarse en la calle porque ven cómo está el negocio y yo soy franca", asegura.
La empresaria también quiere lanzar un mensaje de responsabilidad individual a la ciudadanía, sobre todo, a los jóvenes. "¿De qué sirve el aforo en los negocios si luego en la calle está la juventud toda junta y sin mascarilla? Y luego irán y le darán un beso a su abuela. A ellos les confinarán, pero es que nosotros nos arruinamos", apunta. La pesadilla continúa.