La gran mayoría de mediciones referidas a la desigualdad se refieren a un año en concreto. Indicadores como el coeficiente de Gini toman como referencia los ingresos, el consumo o la riqueza existente en un momento dado y comparan su distribución entre distintos grupos de población. Sin embargo, diversos expertos llevan años insistiendo en que este enfoque es equivocado y abogan por medir la desigualdad a lo largo de toda la vida laboral, y no solo de forma anual y puntual.
Pensemos, por ejemplo, en el caso de una sociedad envejecida. A priori, es en los años de mayor madurez en los que las rentas profesionales son más altas. Pues bien, si simplemente comparamos los ingresos del conjunto de los trabajadores en un año determinado, lo normal es que obtengamos valores más altos de desigualdad porque un mayor porcentaje de la población se corresponde con el citado escenario de madurez profesional asociada a más ingresos.
Mark Rank, Thomas Hirschl, Peter Levell, Barra Roantree, Jonathan Shaw, Rolf Aaberge o Magne Mogstad son solo algunos de los expertos que han puesto sobre la mesa esta cuestión y han sugerido que, cuando la desigualdad de renta se mide a lo largo de un periodo temporal mínimamente prolongado, los resultados obtenidos arrojan niveles mucho menores que los presentados en los cálculos estáticos y aislados.
Según estos expertos, al incorporar un enfoque de largo plazo, se considera el impacto de la movilidad, que no siempre es hacia arriba, pero que en términos generales se traduce en unos resultados de menor desigualdad económica en la gran mayoría de los casos analizados. Pero, partiendo de esa base, ¿cambia el panorama de la desigualdad de renta en España si tomamos en cuenta este tipo de análisis?
El hallazgo de Funcas
Funcas se hace esta pregunta en un informe reciente que evalúa el rumbo de la desigualdad y la pobreza en nuestro país y que toma como referencia los trabajos de Andrea Garnero, Alexander Hijzen y Sébastien Martin, autores de un modelo de evolución de los ingresos individuales a partir de los datos anuales que recoge la Encuesta de Condiciones de Vida europea.
En el punto de partida de la simulación a veinte años, España presentaría un índice de Gini de 43 puntos, lo que supone un nivel similar al de Italia y un 48% más que el país situado en la posición intermedia de la tabla (Alemania). Sin embargo, cuando transcurren las citadas dos décadas, el índice de Gini se sitúa en 27 puntos y solo es un 22,7% mayor que el de Alemania. Expresando el dato en términos de movilidad, la cifra que encuentra Funcas en su análisis para España es la más alta de todas las analizadas a nivel europeo, con una caída del 36% que se sitúa muy por encima de la mediana (23%).
Si se toma como referencia una simulación a diez años vista, el comportamiento vuelve a ser muy llamativo. España figuraría en un primer momento con un índice de Gini de 37 puntos que supera en un 5,7% el dato mediano. Sin embargo, una década después, el resultado mejora hasta los 32 puntos. De nuevo, la movilidad observada en España es mayor que en ningún otro país europeo, con un salto adelante equivalente al 13,8%.