El gasto en pensiones, el número de jubilados y el de prestaciones ha experimentado un notable descenso debido a la infame gestión que de la pandemia de covid-19 ha hecho el Gobierno social-comunista, que ha abandonado a su suerte a incontables ancianos. ¿"No vamos a dejar a nadie atrás", presidente Sánchez? Se necesita ser sociópata.
Pese a ese escalofriante alivio de las arcas públicas, lo cierto es que las cuentas el sistema están más tensionadas que nunca. Y es que Sánchez ha disparado la deuda de la Seguridad Social en 27.661 millones de euros. Si en el primer trimestre de 2018 –con el PP todavía en el Gobierno– el pasivo del sistema era de 27.363 millones, la deuda a cierre de 2019 se había duplicado: 55.024 millones. Y eso que en esa fecha el coronavirus todavía no había hecho acto de presencia en España. El peor presidente que quepa imaginar ya estaba abocando a la quiebra a la Seguridad Social.
Con la llegada de la enfermedad, el agujero en el régimen que paga las pensiones no ha hecho más que aumentar. A la caída de las cotizaciones por la parálisis de la actividad y los ERTE hay que sumar el causado por otras prestaciones a cuenta de la Seguridad Social, como las que reciben los autónomos por cese de actividad y, por supuesto, las de jubilación, con sus correspondientes pagas extra. El gasto desorbitado ha llevado al Gobierno a regar a la SS con créditos estatales por valor de 45.000 millones para que pueda seguir pagando la ingente cantidad de nóminas que costea. Si ahora le sumamos el Ingreso Mínimo Vital, nos encontramos con una bomba de relojería que está a punto de estallar.
Pero ¿no queda nada en la hucha de las pensiones para sufragar todo esto? Lo cierto es que en el famoso fondo apenas hay 1.500 millones de euros –en 2011, con Zapatero en el poder, había 66.000 millones–, y ni Sánchez ni ningún otro político piensa pasar a la Historia como el gobernante que lo terminó de vaciar. Ahora bien, Bruselas lleva tiempo advirtiendo a España de la inviabilidad del sistema de pensiones y pidiendo reformas.
El único que se atrevió a tocar la SS fue el Gobierno del PP en 2013, con la introducción del factor de sostenibilidad, pero Sánchez volvió a ligarlas al IPC por pura demagogia. Ahora, el Gobierno necesita dinero de Europa, y para que se lo den va a tener que presentar un plan de reformas contundente. Para empezar, el ministro de la Seguridad Social, José Luis Escrivá, se ha mostrado abiertamente a favor de retrasar la edad efectiva de jubilación, que ronda los 63 años.
Aquí se está gestando una nueva batalla entre Sánchez e Iglesias, con la ciudadanía como carne de cañón. Cabe temerse lo peor de este par de demagogos incompetentes.
El contribuyente necesita un Gobierno que no le expolie sino que le permita asegurarse un futuro. Y, sobre todo, necesita unos políticos que le digan la verdad; en este caso, que las pensiones no van a ser como han prometido durante tantos años.