La estrategia española de respuesta a la pandemia del coronavirus ha estado marcada por un cerrojazo de la economía que ha sido tan tardío como estricto. Esta apuesta no salvó vidas (tenemos el mayor nivel de mortalidad por habitante de la OCDE) y, además, provocó el mayor desplome de la actividad del mundo rico (se espera una caída del PIB superior incluso a la de Italia).
La ineficiente respuesta del gobierno de coalición entre PSOE y Podemos se ha visto acompañada, además, de un calendario de "desescalada" especialmente torpe. A pesar de que la evidencia disponible muestra que la adaptación al patógeno (con mascarillas y cierto distanciamiento) es suficiente para reabrir la economía sin experimentar un "rebrote", el Ejecutivo ha decretado un plan de reapertura que vuelve a dejarnos a la cola de Europa.
Evidentemente, estas circunstancias han contribuido a ensanchar significativamente el agujero fiscal que ya presentaban las cuentas públicas antes de la covid-19. No hay que olvidar que, en 2019, el déficit público aumentó por primera vez desde 2012, a pesar de que los ingresos tributarios tocaron máximos históricos.
Las cifras del desaguisado
Partiendo de esa precaria posición fiscal, el estallido de la pandemia solo ha contribuido a deteriorar más aún el cuadro de estabilidad presupuestaria. Según los datos de ejecución presupuestaria del pasado mes de abril, el gasto público ha subido casi un 50% respecto al mismo mes de 2019, mientras que los ingresos tributarios han sufrido una caída del 32%.
La caída observada en los caudales que fluyen a las arcas públicas es especialmente acusada en el caso del Impuesto de Sociedades (recaudó un 70% menos, pasando de 5.145 a 1.572 millones), pero también se han producido caídas del 29% en el IVA, del 13% en el IRPF o del 8% en los Impuestos Especiales. En total, los ingresos generados entre enero y abril han pasado de 20.886 a 14.213 millones de euros.
Dos salvedades
Un clavo ardiendo al que se aferra el gobierno son los datos de la segunda quincena de marzo, que obedecen a una situación de cerrojazo menos intensa que la aplicada en abril, cuando se llegó a decretar la "hibernación" de numerosos sectores durante un periodo de diez días. Si nos ceñimos a esas cifras, la caída de la recaudación sería del 8%, cuatro veces menos de lo registrado en abril.
El otro consuelo del Ejecutivo es el impacto de los aplazamientos fiscales en la recaudación. A final de año, cuando se ajuste el efecto calendario, los ligeros retrasos que ha permitido el gobierno en la liquidación de determinados tributos pueden contribuir a que el saldo presupuestario sea mejor de lo que parecerá con los datos del primer semestre.